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Tribuna
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¿Una presencia intermitente

La Generalitat ha tenido el acierto de presentar en Madrid una exposición importante sobre la trayectoria histórica de Cataluña. Desconozco al detalle el contenido de la exposición, pero la iniciativa sugiere algunos comentarios y reflexiones. La idea de la Generalitat de hacer "un esfuerzo y un gesto de buena voluntad... con la confianza de que servirá para un mejor conocimiento de la realidad del pueblo catalán", según palabras del presidente Jordi Pujol recogidas por la prensa, no es nueva. Por el contrario, se inscribe en una tradición cíclica e intermitente que ha llevado a Cataluña a sentir con frecuencia la imperiosa necesidad, casi el instintivo impulso, de buscar comprensión y reconocimiento en Madrid, que es como decir en España. Ahí están el testimonio directo de la correspondencia, hoy plenamente pública, entre escritores catalanes y castellanos, las conversaciones mixtas, de intelectuales, y las sesiones que con el mismo propósito ha organizado la Generalitat y cuyas conclusiones han sido editadas. O si se quiere, desde otra perspectiva, la voluntad esbozada a menudo de "catalanizar España", recogida más de una vez en fechas recientes en más de algún ideario político.Las razones de esta intermitencia, de esta voluntad recurrente de sentirse presente en Madrid, quizás puedan encontrarse en la propia trayectoria histórica que abarca la exposición. Hay en este sentido dos datos particularmente significativos. Por una parte, el título de la exposición que, a plena conciencia, se toma prestado de la magria obra de Pierre Vilar, sin duda alguna la mejor aportación de la historiografía del siglo actual a la historia de Cataluña. En segundo lugar, el marco cronológico que se escoge: 1714-1983. Ambos aspectos señalan una misma perspectiva y el intento de aportar elementos de análisis y reflexión al papel de Cataluña en la historia contemporánea de España. Es decir: Cataluña no se excluye históricamente y tampoco políticamente si bay que juzgar por la decísión de la Generalitat de un proyecto global de Estado para España. Históricamente porque tal como pretende mostrar Vilar en su obra, la burguesía industrial catalana fundamenta toda su proyección económica, en dicha integración en España por razones tanto económicas, como políticas; es en este sentido un libro inacabado cuya guinda final, el análisis de la industrialización catalana del siglo XIX, queda pendiente y nunca nos deparará el gran historiador francés. Su rastreo profundo en los "fundamentos económicos de las estructuras nacionales" le llevan hasta la antesala de esta proyección española de una burguesia nacional catalana. Una burguesía que define su nacionalismo -afirmado primero culturalmente- desde posiciones de debilidad, tanto frente al Estado como frente a otras burguesías, por su permanente -contradicción entre su subsidiariedad y su subordinación. En cuanto a las fechas, la Generalitat escoge precisamente como momento de arranque el año 1714. El momento de una debacle política para Cataluña. El paso de "nacionalidad histórica" a la situación de "nación sin estado". Y es precisamente en este tránsito político cuando la implantación del capitalismo en España marca el auge económico de Cataluña, la formulación política del nacionalismo catalán, el peso de Cataluña en España y el desarrollo de la relación catalanismo-anticatalanismo. En parte, pero no únicamente, porque desde el inicio el proyecto nacional catalán, ya sea formulado por la burguesía o por las clases populares, se debate siempre entorno a si la reconstrucción nacional de Cataluña ha de ser sin España o en España.

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Durante mucho tiempo los nacionalismos catalanes, de diverso cuño, sin excluir los socialistas, han optado por la ambigüedad en torno a este dilema. La ambigúedad que se traduce en actitudes a la defensiva o a lo sumo en agazaparse y encerrarse sobre sí mismo. Es, ha sido siempre, el riesgo a la provincianización de Cataluña.

Y ahora, quizás por fin, se ha entrado en un tramo de normalidad. Sin inhibiciones, el título de Vilar y la exposición que formula en Madrid el gobierno catalán proponen un análisis histórico y deducen una política para Cataluña en la España contemporánea.

Asomarse en Madrid es todo lo más un tímido arranque reivindicativo. Estar en Madrid es recordar y hacerse reconocer permanentemente, sin imposiciones, sin exabruptos, el papel que corresponde a la nación catalana en la construcción del Estado Español. Dando a Cataluña la participación que le corresponde para un normal desarrollo como marco nacional específico y para dotar a su gobierno de los recursos necesarios para la consolidación de dicho marco.

Hoy en Cataluña las aspiraciones independentistas son absolutamente minoritarias y responden más que nada a un cierto fatalismo intelectual -no exento de lógica y formulado frecuentemente con un rigor analítico de gran corrección -según el cual sólo "fuera de España" es posible la afirmación del marco nacional de Cataluña, Las mezquindades, los regateos, y las incomprensiones en relación a Cataluña abonan este independentismo. En cambio, la posibilidad real de incorporar Cataluña en el proyecto solidario de una España federal (así me entiendo mejor que con el Estado de las Autonomías), sin recortes, con presencia constante, lo desmiente y minimiza y contribuye así a la tarea urgente y necesaria de articular un país y eludir el desastre.

En suma, en nú modesta opinión el refuerzo y potenciación del marco nacional catalán pasa tanto por el pleno desarrollo de las capacidades autonómicas contenidas en el Estatuto, como por una presencia catalana en Madrid, constante, no intermitente, que permita superar la dialéctica frecuentemente esgrimida de las relaciones entre opresor y oprimido, agresor y agredido, verdugo y víctima. Frecuentemente esgrimida sin razón a veces y, en ocasiones también, real como la vida misma. Sólo una sólida acción de gobierno en Cataluña, de afirmación nacional, y la estable presencia catalana en Madrid, ahora apuntada por primera vez en el gabinete socialista y más coyunturalmente en la exposición que comentamos, pueden garantizar la flexible articulación de un marco nacional indiscutible en un proyecto de Estado de futuro, de esperanza y de progreso.

Joaquim Nadal Farrems, es alcalde de Gerona y profesor de historia de Cataluña de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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