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Con Alaska y los Pegamoides desaparece uno de los símbolos de la 'nueva ola' musical española

Combinaba una música ecléctica con una imagen agresiva

La disolución de Alaska y los Pegamoides, anunciada estos días, tras haber cubierto un verano repleto de actuaciones, es un hecho tan esperado como conmovedor. Con ellos desaparece la principal imagen de lo que se conoció bajo los nombres de nueva ola, nuevo pop o, más tópicamente, movida, denominadas madrileñas. En estos movimientos modernos se continuaba el espíritu fundamental de ese despertar de la música hispana de nuestros días.

Ese despertar comenzó hace ahora unos seis años con el grupo Kaka de Luxe. Sin embargo, ese espíritu, que combinaba una cierta frivolidad gestual con letras mucho más intencionadas que pretenciosas, una música sorprendentemente ecléctica y una imagen agresiva, no desaparece con ellos. Alaska y los Pegamoides ha dejado de existir, pero su recuerdo permanece y otros vienen detrás.

Cuando en 1978 (septiembre-octubre), y tras la disolución de Kaka de Luxe (grupo primigenio del pop madrileño), se formó Alaska y los Pegamoides, quién más quién menos, tenía idea de que este grupo iba a ser uno de los fundamentales en la entonces incipiente escena de la capital. No en vano contaba con compositores como Carlos Berlanga y Nacho Canut, cuyas canciones, apoyadas en la imagen de Olvido Alaska y de Ana (la nueva teclista), eran una continuación perfecta y desarrollada de lo realizado por Kaka.

Un grupo divertido y atrayente

El grupo resultaba divertido y atrayente, con todos los hombre vestidos con un aroma pospunk tan definido como negro, mientras las mujeres adoptaban un aire equívoco fruto de una vestimenta en plástico barato, exageraciones coloristas y una falta de vergüenza encantadora. Ya desde el comienzo se caracterizaron por unas lenguas grandemente viperinas y por variar con facilidad sus pareceres sobre todo lo humano y lo divino.Sólo con verles y escucharles uno tenía la impresión de encontrarse frente a un grupo de pop contemporáneo, el grupo de pop por excelencia frente a una onda que podía estar representada entonces por gente como los Secretos y más tarde por Totem o Trementina.

Vale decir que desde un primer momento estaban las canciones y la imagen. En lo que respecta al directo, es un hecho conocido que Alaska y los Pegamoides actuaron en todos y cada uno de los locales en los que se daban conciertos de rock. Sonaban demencialmente mal, pero como sus conciertos cristalizaban toda la ilusión y los deseos de hacer algo de sus oyentes, acababan convirtiéndose en verdaderas fiestas.

Ya en aquella época (1979-80) empezaron a ser conocidos, tanto en el barrio donde ensayaban como en toda España, gracias a las repetidas menciones de Umbral a una presunta estética pegamoide. De hecho, y mientras muy pocos habían escuchado la música del grupo, casi todos sabían que en este país había una chica vestida muy raramente cuyo mayor interés confesado consistía en ganar muchísimo dinero, cosa que, para la forma de pensar heredada del hippismo, debía resultar horrible.

Con todo y con sonar mal, este grupo, cuyas influencias son tan múltiples como chocantes (Vainica Doble, Clash, Pistols, Ramones, Adam Ant, Siouxsie y mil más), consiguió un contrato discográfico con bastante rapidez. La afortunada empresa fichadora fue Hispavox, con la que editaron un primer sencillo cuyas canciones estrella eran Horror en el hipermercado y El hospital. La grabación se hizo (como todas las suyas) en unas condiciones lamentables y bajo la producción de un Julián Ruiz (Orquesta Mondragón, Azul y Negro, Casal...) que casi sufre un infarto entre tanto joven agresivo con ideas definidas. Horror en el hipermercado tuvo un cierto éxito y el grupo comenzó a aparecer en la Prensa del corazón y en las pantallas de las televisiones españolas.

La salida de Carlos Berlanga

Un segundo sencillo, compuesto por El bote de Colón y Otra dimensión, unido a una notable mejora en sus presentaciones en vivo y al hecho de que cada vez actuaran más fuera de Madrid, condujo a la grabación de un elepé, en cuyo proceso el grupo se tiraría casi un año. Precisamente con el disco a medio grabar se registra la salida del grupo de Carlos Berlanga, cuyo puesto a la guitarra fue tomado por Eduardo, hasta entonces batería. Este último instrumento fue ocupado por Toti, ex compañero de Eduardo en el grupo Plástico. La salida de Carlos se debió tanto a problemas personales como a criterios estéticos: los restantes deseaban una imagen más dura.Con todo, el elepé, llamado Grandes éxitos, acabó apareciendo en el mercado, y Alaska y los Pegamoides iniciarían un verano repleto de actuaciones (unas 75, número sólo superado por Mecano) y de sorprendentes noticias con respecto a las ventas del disco, que finalmente parecen concretarse en 40.000 sencillos, 25.000 elepés y unos 20.000 casetes, algo que, aunque se antoje corto, resulta espectacular en un grupo español.

El cansancio de las galas

El cansancio de las galas, unido al hecho de que el bajista Nacho se haya pasado a Dinarama, nuevo grupo de Carlos Berlanga, así como el de que Eduardo y Toti se vayan al servicio militar, dejaba la continuidad del grupo en manos de Alaska y Ana.Y la primera dice: "Un grupo es un grupo, es la combinación de muchas ideas no siempre iguales. Y si yo lo continuara, Alaska y los Pegamoides no serían lo mismo. Es mejor dejarlo y pensar en hacer otras cosas. Yo, ahora, me iré de vacaciones". Así sea, y muchas gracias.

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