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Reportaje:CIENCIA

"Lo más fascinante que se puede hacer en el 'Columbia o en el 'Salyut' es mirar por la ventana"

Los cosmonautas y astronautas con experiencia en el espacio se cuentan ya por docenas, aunque entre ellos sólo hay, una mujer. Dos astronautas norteamericanos y nueve cosmonautas soviéticos y de otros países socialistas asisten a la conferencia de la ONU sobre la exploración y uso pacífico del espacio que se celebra en Viena. Este reportaje recoge una conversación con tres de ellos.

Hoy en día, opina Henry W. Hartsfield, miembro de la triputación del Apolo 16, piloto auxiliar de la segunda y tercera prueba original del transbordador espacial Columbia y piloto del último vuelo experimental de esta nave en junio de este año, se posee ya en EE UU capacidad para transportar a gente al espacio sin proporcionarle ningún entrenamiento intensivo.Sin embargo, los astronautas norteamericanos y los cosmonautas soviéticos que viajan en el Columbia o en el complejo orbital Salyut-Soyus-Progres se someten a un duro proceso de entrenamiento que dura varios años.

Así, Henry W. Hartsfield tenía ya una amplia experiencia aeronáutica de más de 5.500 horas de vuelo y varios títulos universitarios en el campo de la física y la ingeniería cuando ingresó en la NASA, en 1969.

El cubano Arnaldo Tamayo, primer cosmonauta hispanoparlante enviado al espacio dentro del programa Intercosmos de cooperación entre la URSS y los países socialistal, se había formado como piloto en la Unión Soviética y pasó dos años y medio entrenándose para el vuelo de ocho días que realizó a la estación orbital Salyut 6 a bordo de una nave soyus.

Alexander Ivanchenkov era ingeniero cósmico y había trabajado en el proyecto de cooperación soviético-norteamericano Soyuz-Apolo. Ivanchenkov tuvo que prepararse durante tres años para viajar a bordo del Soyus 29, la nave que pasé 140 días acoplada a la estación orbital Salyut 6, en 1978, y durante un año para su vuelo como miembro de la tripulación franco-soviética que realizó experimentos de física cósmica durante ocho días, entre junio y julio pasados, en el complejo de investigación Salut 7, que lleva ya más de tres meses en órbita alrededor de la Tierra.

Estudios realizados por la Agencia Espacial Europea (AEE) definen el cosmos como el entorno tal vez más hostil para el hombre, aunque el progreso tecnológico ha reducido ya considerablemente las tensiones fisiológicas con las que los seres humanos se enfrentaban en los primeros vuelos espaciales.

Tamayo Mendes, por ejemplo, tardó tres días en adaptarse a las condiciones de falta de gravedad. Hasta entonces notaba, de cuando en cuando, taquicardia, molestias en la vista -"como una arenilla", dice- y marcos, todo ello debido, a la "violencia del flujo sanguíneo", que se redistribuye en el or-,ganismo en dirección craneal.Ivanchenkov, por su parte, recuerda que su estatura aumentó entre tres o cuatro centímetros por la falta de gravedad, pero recuperó su dimensión anterior al finalizar el viaje.

Un día de 16 noches

La jornada de un cosmonauta o astronauta en el espacio resulta bastante apretada. A veces, dice Tamayo, hay que robar horas al sueño para poder cumplir con todas las tareas encomendadas.

Teóricamente, el programa de trabajo era de ocho horas, dice Ivanchenkov, pero en realidad "trabajábamos todo el día desde que nos levantábamos hasta que nos acostábamos. Tras siete horas de sueño, el día se dividía en tres horas dedicadas a las comunicaciones con la Tierra, una hora para cada una de las tres comidas y descanso, dos horas para ejercicio físico (bicicleta o carrera sobre banda corrediza), y el resto para efectuar experimentos".

A bordo del Salyut 6 se seguía un programa basado en la hora de Moscú. No era posible aplicar el horario orbital porque cada no venta minutos la nave daba una vuelta a la Tierra y velamos amanecer y anocher, con lo que, al final del día, habíamos visto dieciséis noches, afirma Tamayo.

Hartsfield, a su vez, recuerd que dormía un promedio de seis horas a bordo del Columbia, y que trabajaba de forma "muy dura, hasta dieciséis horas diarias".

Al levantarse de la cama, lo primero que hacía el coronel Tamayo era lavarse. La cara y las manos se las restregaba con toallas húmedas, los dientes se los cepillaba con pasta, pero a la hora de enjuagarse la boca, echaba la saliva en un recipiente hermético, pues "si la hubiera tirado, como hacemos normalmente, hubiera quedado flotando en el vacío". Si quería ducharse, Tamayo debía introducirse en una especie'de saco de nailon, donde, mediante un aparato de succión en el suelo, se creaba una corriente de agua a presión. Sin este aparato, "el agua se hubiera quedado hecha bolas, en suspen sión en el espacio".

Hamburguesa y sopa rusa

Los menús para cosmonautas y astronautas tienen una apariencia exterior de medicamento y poco apetitosa. Contenidos en pequeñas latas o bolsas, los alimentos desecados vuelven a adquirir algo más de volumen añadiéndoles agua caliente o fría. A bordo del Columbia se llevaba, según Hartsfield, un conjunto de menús programados cíclicamente para cuatro días, con un total de tres comidas al día, de las cuales la cena era la más importante. La "hamburguesa de buey con salsa de pepinos" era el plato favorito del astroanuta norteamericano, a quien también le gustaban las pastas dulces.

A bordo de la estación orbital Salyut hay un programa de memis con un ciclo de seis días y un total de setenta platos, distribuidos en cuatro comidas diarias, con alimentos calientes y fríos. Tenedor, cuchara y abrelatas son el equipo culinario de la tripulación. En el Soyus, vehículo encargado de transportar tripulaciones y carga a la estación Salyut, el menú está programado sobre un ciclo de tres días y sólo tiene platos fríos. A Tamayo le gustaba, sobre todo, la sopa rusa -el borseh- y los platos de carne, y califica la comida de sabrosa. Ivanchenkov, en cambio, no se muestra demasiado entusiasta de este tipo de alimentación y prefiere la comida terrestre.

En una nave espacial no quieda mucho tiempo para el ocio, pero cuando lo hay, lo mejor de todo es "mirar por la ventana", coinciden plenamente Tamayo, Ivanchenkov y Hartsfield.

"La vista sobre la Tierra desde la órbita es tan bella que las fotografías no reflejan la intensidad de lo que capta el ojo humano", subraya Hartsfield. "La Tierra es como un globo de colores extraordinaríos", dive Ivanchenkov, quien estuvo flotando fuera de la nave espacial.

Cosmonautas y astronautas oían también música durante sus viajes. Ivanchenkov prefería el 'jazz rítmico suave% Hartsfield el jazz en general, el country o la música clásica, y Tamayo canciones populares cubanas, entre ellas Guantanamera. En el espacio también se puede leer, a condición de que el libro o revista que se lleve no sea demasiado pesado. Ivanchenkov se llevó un libro de humor soviético a uno de sus viajes; Tamayo seleccionó poemas de Martí y Guillén y un libro de Chejov.

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