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Washington, centro negociador en la crisis anglo-argentina

Petróleo, multinacionales e intereses geoestratégicos detrás de la crisis de las islas Malvinas

Mientras Ronald Reagan asumía el vértice de un ángulo recto de líneas de télex entre Londres y Buenos Aires un triángulo denso de gestiones más familiares confluía en Washington desde el lobby multinacional petrolero afincado en las tres capitales. Bajo la información para la galería y el mar de las islas Malvinas, 400.000 millones de barriles (60.000/70.000 millones de metros cúbicos) de crudo constituyen el codiciado centro de intereses desde hace 25 años.

Para Reagan es un dilema espinoso entre dos de sus mejores amigos: el comandante en jefe del Ejército argentino y presidente de la República, general Leopoldo Galtieri, a quien convirtió en primer actor del reparto intervencionista en Centroamérica, y la premier Margaret Thatcher, su primera figura en la OTAN. "Para que ninguno se ofenda", afirmaba un experto diplomático, "la alta tecnología de Estados Unidos y el Reino Unido pueden extraer el petróleo y dar una participación al Gobierno castrense, entre la espada y la pared de la oposición interna hasta un minuto antes del desembarco en el archipiélago el 2 de abril último".Geólogos argentinos habían detectado yacimientos petrolíferos en la zona -cuya devolución reclama Buenos Aires desde 1833- ya en los años cincuenta. Las cartografías geofísicas de Juvenal Zambrano y Antonio Pocovi, en poder del ente estatal argentino Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) -que indican la existencia de catorce cuencas sedimentarias en la plataforma submarina argentina-, atrajeron las exploraciones norteamericanas.

Ya en 1957, la goleta oceanográfica Vema, armada por el Lamont Observatory de la Columbia Un¡versity Palasides, de Nueva York, comenzó a realizar prospecciones en el Atlántico sur. Mientras el Southcom (U. S. Forces Southern Command) supervisaba cada año las maniobras navales UNITAS que la flota estadounidense efectúa en ese espacio marítimo con marinas de guerra latinoamericanas, nuevas expediciones perforaban el lecho oceánico.

Un nuevo Kuwait

La revista U. S. and World Report hizo detonar los informes científicos: "Un nuevo Kuwait en el Atlántico sur". Después de dos décadas de acumulación informativa, el ente oficial United States Geologícal Survey estimó la existencia de 200.000 millones de barriles hasta la isobatta (línea de profundidad) de doscientos metros. Antonio Pocovi aclararía que otras cuencas situadas al Este, bajo ese nivel, de mayor extensión pero menor espesor, y que comprendían las islas Georgias del Sur, contenían una riqueza similar.

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A pocos meses del sangriento golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 en Buenos Aires, el científico, junto con otros colegas suyos, fue declarado prescindible en el YPF por el nuevo superministro de Economía José Martínez de Hoz. Antonio Pocovi trabajaba en la sección off-shore (costa afuera). Científicos norteamericanos confirmaban la existencia de "un mar de petróleo bajo el mar"; entre ellos, los dos Ewing, Grosslig y una monografía de Louis Banks.

La inteligencia británica, por su parte, recibía las mismas albricias de sus propias travesías en la zona de las Malvinas y la plena confirmación del conocido experto Donald Griffith, de la Birmingham University. Las compañías multinacionales no esperaron más datos.

Desfile de extrañas figuras

Los sealabs y skylabs proliferaron en el mar austral, y, un mes después del golpe de Estado, el portavoz de la gran industria, The Petroleum Publishing Co, de Tulsa (Oklahoma), abordó el problema político de fondo. "El potencial de la cuenca de las Malvinas es extraordinario ( ... ) si es que Argentina y el Reino Unido llegan a algún acuerdo. Los dos países bien podrían llegar a algún acuerdo para acometer conjuntamente" su explotación "mientras la cuestión soberanía se sigue ventilando".

Publicaciones de la Esso (Exxon) de circulación restringida apoyaron "la nueva política energética" de la Junta Militar, cuyo primer gesto fue intervenir la YPF. Su nuevo titular, general Juan Carlos Reyes, anunciaba la "incorporación de la actividad privada en todas las áreas de la YPF", mientras la Secretaría de Minería "llamaba a licitación en áreas australes a compañías internacionales". El destino de ese crudo es obvio, ya que Argentina se autoabastece en un 90%.

Martínez de Hoz viajó a Londres en julio de 1976, y, ante la Confederación de la Industria Británica, invitó al "trabajo conjunto en el desarrollo de recursos tales como el petróleo". En esos días se conocía el Informe Shackleton de una misión oficial británica a las Malvinas presidida por el lord de este nombre.

Además de estimar una captura anual de 75 a 150 millones de toneladas de krill (crustáceo de alto valor proteínico), aparte de otros recursos ictícolas., resaltaba la riqueza petrolera, objeto, según The Times, de un informe confidencial separado. Empero, indicaba la necesidad de negociaciones: "Nos parece muy improbable que pueda emprenderse ningún programa de exploración submarina en el área de las Malvinas sin el acuerdo y la cooperación dei Argentina". Además, sugería irriplicar a la CEE en una eventual explotación.

Finalmente, después de discretas invitaciones y mensajes encapsulados, el Gobierno laborista envió a Buenos Aires al segundo hombre del Foreign Office, Edward Rowlands, en febrero de 1977. Proponía un "acuerdo de cooperación económica en el Atlántico suroccidental en general, y en las islas Malvinas en particular". El comunicado conjunto recogió ese punto y el de "considerar todos los aspectos del futuro de las islas", o sea, la cuestión de la soberanía formal.

Traspaso lento

El Gobierne, inglés de la época parecía dispuesto a "un traspaso lento si se emprendía la explotación", mientras Edward Rowlands aclaraba a los 1.800 habitantes del archipiélago, de 12.000 kilómetros cuadrados, doscientas islas y un área de control de 2,5 millones de kilómetros cuadrados, entre una de cal y otra de ironía, que "la cuestión soberanía siempre surgiría con los argentinos". Una investigación periodística nos permite reproducir ahora la atmósfera de euforia reinaiite en los círculos multinacionale:s. Tanto ejecutivos de la compañía Esso como de la Shell se dijeron confidencialmente: "Estamos listos para trabajar ahora mismo".

Poco después, el entonces presidente, general Jorge Videla, confió a un grupo de corresponsales extranjeros extraoficialmente: "El trabajo conjunto en el aspecto económico puede iniciarse ahora, mientras el problema de soberanía se seguiría negociando hasta un traspaso definitivo dentro de veinte años o más, como en el canal de Panamá".

Las cuencas más ricas son, precisamente, la de las Malvinas y la austral o magallánica, sobre Tierra de Fuego, donde ya José Alfredo Martínez de Hoz firmó la adjudicación de lonjas sustanciosas.

Fuentes solventes indicaron que el ex ministro es uno de los partícipes "más activos en las actuales negociaciones Haig-Galtieri-Thatcher, por ser un experto de confianza en medios económicos y políticos de los tres países".

Alto valor estratégico

Tres vías interoceánicas -además de otros factores militares- conceden alto valor estratégico a la zona: Magallanes, Beagle y Drake. En 1965, año en que el Gobierno radical de Arturo Illia arrancó en las Naciones Unidas la Resolución 2.065 de inicio de la descolonización de las Malvinas, cruzaban diariamente esas vías 0,8 millones de barriles de petróleo.

Mientras el Reino Unido trataba de implicar, siguiendo su tradición, a Chile, ante su propio litigio histórico con Buenos Aires, y el nuevo Gobierno tory congelaba la negociación malvinense y estallaba el contencioso del canal Beagle entre Argentina y Chile, el ex presidente de la Junta Interamericana de Defensa -con sede en Washington-, general Gordon Summer, afirmaba ante la elite financiera en Nueva York: "Argentina es el ancla del hemisferio occidental en el Atlántico sur".

Se completaba así la cruz diagonal de unas tijeras que, al cerrarse, tienden a decapitar "escollos nacionalistas", listas para envasar el chorro de petróleo emergente, como ya ocurre en el extremo de Tierra de Fuego, a uno y otro lado del estrecho.

El último titular laborista del Foreign Office, David Owen, dijo después del desembarco argentino del 2 de abril que el caso Malvinas " estabá terminado; nos guste o no nos guste, debemos seguir negociando". Círculos responsables de Londres imputan al ex comandante en jefe de la OTAN y secretario de Estado, general Alexander Haig, este aserto: "A Estados Unidos no le conviene la caída del Gobierno militar argentino. Enfrentamientos aislados lo consolidarían, pero si hechos bélicos británicos humillan o destrozan sus fuerzas armadas, ello provocará el renacimiento de la guerrilla masiva".

El ex ministro argentino de Exteriores, Miguel Angel Zavala Ortiz, quien obtuvo la resolución descolonizadora de la ONU, afirmó que la Junta Militar hizo exactamente lo contrario de lo aconsejable en su enfrentamiento. "No afirmo", dijo, "una política realmente anticolonialista y no intervencionista en América Central", y enfrió su pertenencia a los no alineados.

Entre tanto, la British Petroleum presionó resaltando la riqueza de hidrocarburos de las Malvinas: "Sólo hace falta perforar".

Para los analistas, el criterio de "explotación conjunta tripartita" de la Junta Militar resulta prístino en la casete que Galtieri puso en boca de su canciller Nicanor Costa Méndez y su embajador en la ONU, Eduardo Roca: "Todo es negociable menos la soberanía". Todo significa un acuerdo económico suficientemente aceptable para los intereses del gran polo petrolero.

Golpe preciso

Galtieri supo golpear en el nervio preciso de la sociedad argentina en el instante límite del rechazo más enconado de los sectores asalariado y empresarial y de su desprestigio internacional.

Es evidente que la oposición interna, desde la más moderada a la más intransigente, creyó necesario sortear la trampa del precipicio político que supondría todo gesto que pareciera beneficiar a Londres.

Para Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, "las Malvinas son argentinas, pero 30.000 secuestrados-desaparecidos por razones políticas también lo son", como sus empresas quebradas para los industriales arrasados por la invasión multinacional desencadenad,a a partir de 1976.

Después de la XIV Conferencia de Ejércitos Americanos, celebrada en Fort McNair, Washington, en noviembre de 1981, y sus reuniones con la cúspide norteamericana, a la que impresionó mucho la irresistible ascensión de Galtieri, fue un hecho. La Junta Militar, a la vez la única junta electoral, lo encumbró a la presidencia con sus tres votos, tras derrocar al general Roberto Viola. Roberto Alemann (ex embajador en Washington, ex consejero financiero en Londres), al asumir el cargo de ministro de Economía el 22 de diciembre pasado, lanzó la tesis de la "privatización del mismo subsuelo minero".

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