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Los virus pueden ser desechos de la información genética de los seres vivos

Ya se sabe que todos los años por estas épocas el virus de la gripe comienza a hacer estragos. Pero, recientemente, una noticia relacionada con estos microscópicos entes ha saltado desde el ámbito de, los laboratorios de investigación a las páginas de todos los diarios del mundo: se ha demostrado la participación de ciertos virus en el cáncer humano; incluso se ha podido determinar exactamente su estructura molecular. Para el doctor Pelegrinal psiquiatra y estudioso de la biología teórica, este descubrimiento no tiene nada de reciente, pero además constituiría una prueba más del posible origen de estos organismos: «Hay muchas probabilidades de que sean desechos de la información genética que todos los seres vivos poseen».

La naturaleza viva de los virus, es decir, el que se trate realmente de organismos con vida propia y puedan ser clasificados como seres vivos, ha constituido, desde que fue posible determinar su estructura y composición, una incógnita y un motivo de discusión para los expertos en biología molecular. Así, a la hora de clasificar taxonómicamente a los virus, éstos se veían situados en el puesto-eslabón entre lo vivo y lo no vivo. Para algunos científicos estarían más cerca de lo primero, con lo cual el virus adquiere el sentido de un parásito obligado, esto es, incapaz de sobrevivir si no es a expensas de otros seres vivos, sus huéspedes. Para otros, el asunto no está tan claro y prefieren no pronunciarse ni a favor ni en contra. Sin embargo, el doctor Pefegrina piensa que existen pruebas suficientes para poder afirmar que los virus no son organismos vivos y, aún más, que pudiera tratarse de trozos desechados del material genético que contienen las células de todos los seres vivos. «Cualquier organismo», dice, «presenta a todos los niveles dos procesos fundamentales: la asimilación de aquello que le viene de fuera y que le es válido para la constitución y desarrollo de su propia individualidad, y la desasimilación o eliminación de lo que le es impropio. En este sentido, parte de la información genética celular puede dejar de ser, evolutiva o circunstancialmente, parte de lo propio; es decir, se ha convertido en algo ajeno y, por tanto, debe ser desechado. Estos fragmentos serían lo que se ha llamado virus».

Genes encapsulados

Esta revolucionaria teoría viral parece indicar, pues, una procedencia endógena, y no exógena, como hasta ahora se había considerado, de esas microcápsulas proteicas que son los virus. No sería la primera vez, sin embargo, que el avance científico ha hecho posible una corrección de este tipo: se tardaron muchos años en descubrir que los receptores encontrados en el cerebro humano y que se creía eran específicos para ciertas drogas vegetales (derivados del opio, como la morfina) no estaban destinados a recibir estas sustancias exógenas, sino otras que el propio organismo fabrica, las endorfinas.

Todos los virus, ya sean infecciosos o cancerígenos, constan tan sólo de un patrimonio genético (una molécula lineal o circular de ácido nucleico, bien DNA, bien RNA), encerrado en una envoltura proteica. Se trata, en realidad, de genes encapsulados. En esta base molecular apoya el doctor Pelegrina su teoría. «Además», dice, «aunque hasta el momento sólo haya sido posible demostrarlo en algunos tipos de cáncer, como el de Rous, es curioso el hecho de que estos genes víricos del cáncer tengan un origen celular y estén representados en el patrimonio genético de la célula huésped en estado normal».

Efectivamente, según publicó el doctor Jean Feuntein, del Instituto de Investigaciones sobre el Cáncer de Villejuif, en un artículo sobre «Carcinogénesis vírica», aparecido en la revista científica La Recherche, «para transformar una célula normal en cancerosa, los virus introducen información genética específica. Y esta misma información figura en el patrimonio genético normal del animal parasitado, lo cual se ha descubierto mediante técnicas de hibridación molecular». Para este especialista, la presencia de un mismo gen en un virus y una célula se debe a que el virus se habría apoderado del gen celular al separarse por escisión del patrimonio genético de la célula infectada (fenómeno conocido por transducción).

Este investigador francés se plantea, no obstante, dos interesantes preguntas: ¿Todas las células que poseen este gen potencialmente cancerígeno pueden volverse cancerosas en ausencia de virus?, ¿es posible que este gen celular sea sólo un gen del cáncer? La respuesta que ofrece parece positiva en arribos casos: es posible que este gen funcione en un momento determinado de la vida, quizá durante el desarrollo embrionario, cuando las células se diferencian, con un papel no cancerígeno. Luego queda silenciado o inactivo para el resto de la vida, pero si es puesto en marcha por cualquier causa (por ejemplo, por la acción de sustancias o radiaciones carcinogénicas), actúa induciendo un cáncer.

Esta idea de que el cáncer sea una enfermedad de la diferenciación celular es compartida por el doctor Pelegrina, pero no el origen exógeno atribuido a los virus. «Los virus», explica, «no serían organismos con individualidad propia, sino material genético desechado o relegado de su función de organizar apropiadamente y de modo armónico las células, dentro de la unidad integrativa del organismo. Este material genético desechado puede, en un momento dado, reintroducirse en la función organizadora de unas células, las cuales se desarrollarán ahora según patrones de información ajenos (impropios) al organismo.

Cáncer y virus, cuestión topológica

Hoy día, la biología teórica, apoyada en la experimental, está siguiendo una corriente de tipo topológico; es decir, con criterios de campo o terreno. Así, se piensa en el cáncer como un grupo de células que se salen de la armonía del campo celular que las rodea. Para el doctor Pelegrina, este componente topológico es fundamental en la relación cáncer-virus. «El virus» , afirma, «introduce modificaciones en el material genético, pero no todo el mundo padece un cáncer maligno aunque existan virus. Existen, por ejemplo, otras tumoraciones de tipo benigno, como pueden ser las verrugas y papilomas, en las que participan los virus. Sin embargo, al influir sobre el estado psicológico de las personas afectadas, estas tumoraciones desaparecen: se ha modificado el estado del campo celular y se ha hecho inactivo el virus que participa».

«En los casos del cáncer maligno, el problema es mucho más complejo», prosigue el doctor Pelegrina; «las células cancerosas, aparte de haber cambiado su dinámica interna, su sistema de reproducción y su configuación global, han escondido el carné que permitía que fuesen identificadas por el sistema inmunológico, como ocurre con todas las células normales. Esto es debido a que han cambiado la disposición de la secuencia molecular de reconocimiento, desde la parte externa de su membrana hacia el interior de la misma, lo cual hace que las célula inmunitarias del organismo no puedan detectarlas como extraña ni eliminarlas. De esta manera, la células cancerosas pueden seguir creciendo, invadiendo y destruyendo al organismo».

Así, pues, según este científico se podría decir que las células cancerosas ya no son células propia del organismo pues han dejado de pertenecer a la organización connatural del resto de las células, que presentan una voluntad de destrucción del organismo total. Para él, esto se puede deber aque el material genético cancerígeno es producto de un proceso no acabado de desasimilación.

Para el doctor Pelegrina, una cosa es que algo sea ajeno al organismo, pero que se pueda detectar, otra es que oculte su propia nocividad, con voluntad explícita de destrucción. «Esto tiene que ve desde el punto de vista de la biología teórica y molecular, con la que la medicina psicosomática antropológica llama seres con una estructura psicológica autodestructiva, los cuales suelen padecer frecuentemente cáncer y otras enfer medades inmunológicas. En mi experiencia particular como psicoterapeuta», prosigue, «he confirmado que hay una serie de enfermedades, llamadas autoinmunitraías, ligadas generalmente a est tipo de personalidades. El cáncer no ha estado adscrito a ellas hasta ahora de un modo oficial, per dado que las células cancerosas se alienan del cuerpo y además lo ocultan, debería ser incluido».

Es indiscutible que la biología teórica es uno de los campos m conflictivos de la ciencia. Los investigadores dedicados a ella sabe que pisan un terreno de aren movedizas, donde la especulación las hipótesis y las teorías implica generalmente una polémica. Las teorías del doctor Pelegrina suponen, por una parte, que el hombre a través de sus actitudes global frente a la vida y su propio ser, determina modificaciones en su campo celular, las cuales podría estar implicadas en la aparición de células que se enajenan y se apartan de la individualidad orgánica en su intención autodestructiva (por ejemplo, en el caso del cáncer); por otra, que los virus participan en ésta y otras enfermadades, aunque no sean seres vivos, sino desechos de información genética, dentro del proceso de asimilación-desasimilación que rige a los organismos. Para la ciencia oficial, sin embargo, se sigue si saber a qué nos enfrentamos realmente en cualquier proceso vírico si a algo que hemos rechazado o una entidad con vida propia.

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