_
_
_
_
_
Reportaje:

Diecisiete millones de niños muertos por desatención social, balance del año que termina

Apenas uno de cada diez niños de los diecisiete millones de niños muertos durante 1981 estaba inmunizado contra una de las seis enfermedades más comunes de la infancia. El coste de inmunización de todos los niños del Tercer Mundo, señala Unicef en su balance ya aludido, habría sido de cinco dólares por niño. La carencia de esta inmunización cuesta al año cinco millones de vidas humanas. Esta mortandad infantil no muestra signos de remitir en los próximos años. Según el informe que James P. Grant leerá hoy en Nueva York, «en muchos países pobres las tendencias económicas en curso indican que los avances contra la pobreza no sólo se hacen cada vez más lentamente, sino que existen indicios de un auténtico retroceso».La ayuda para el desarrollo ha decrecido en los últimos quince años desde un promedio del 0,49% del patrimonio nacional bruto de los países ricos hasta el 0,37% en la actualidad. «Existe un clima de duda y pesimismo», dice Grant, «sobre el desarrollo; en el período de una generación nunca ha sido tan baja la esperanza de poner fin a la pobreza masiva que niega la vida». La realidad actual es enormemente sombría, incluso con respecto a las previsiones internacionales de finales de 1980. El informe del año pasado sobre el estado mundial de la infancia señalaba que los países en vías de desarrollo podrían conseguir hacia finales del presente siglo que sus tasas de mortalidad infantil se reduzcan hasta una cifra que oscilaría en torno a los cincuenta niños muertos por cada mil nacidos vivos, que su esperanza media de vida se centrara en torno a los sesenta años y que todos los niños tengan garantías de enseñanza primaria durante cuatro años al menos. «Esas cifras», dice el informe, «presuponían que el ritmo de desarrollo mundial debería duplicarse o triplicarse, y eso, en las presentes circunstancias económicas, podría ser tildado de ingenuo».

La mayor generación de jóvenes de toda la historia

La estructura generacional de la sociedad mundial está cambiando de forma acelerada. El 40% de la población mundial tiene en la actualidad menos de quince años. Esto supone que hoy existe la mayor generación de jóvenes de toda la historia y el fracaso del intento por cubrir las necesidades de la infancia actual puede frustrar la tendencia a la disminución de las tasas de crecimiento de la población en el futuro. Está comprobado que la aceptación de la planificación familiar depende estrechamente de una serie de cambios, como la mejora de la asistencia sanitaria, la reducción de la mortalidad infantil y Ia extensión de la educación infantil. Los pasos necesarios para reducir la mortalidad infantil al 50% ya indicado conllevarían la disminución de la tasa de naci mientos en doce a veinte millones de seres humanos cada año.James P. Grant dice a este respecto: «O bien permitimos que la generación más numerosa de la historia de la humanidad crezca desnutrida, enferma e ignorante y se convierta en progenitora de otra generación de niños desnutrios, enfermos e ignorantes, o concedemos a nuestros hijos la prioridad que merecen e invertimos para mejorar su capacidad de ser padres en el mañana. Resulta ya inevitable optar entre la espiral del vicio o por la de la virtud. Si los recursos disponibles», añade, «tanto a escala nacional como internacional para atender las necesidades de la infancia van a permanecer al nivel presente, la única respuesta eficaz es encontrar métodos para incrementar la relación entre recursos disponibles y beneficios obtenidos para la infancia».

Máximo rendimiento por unidad invertida

La experiencia acumulada por Unicef en materia de desarrollo le indujo a estimar en el informe precitado que uno de los métodos más eficaces para obtener más rendimiento por unidad invertida es promover la formación de asistentes para profesionales de desarrollo, del tipo de los médicos descalzos, que han logrado extender la asistencia sanitaria básica a mil millones de chinos a un coste aproximado de siete dólares anuales. Otro procedimiento es el de la participación popular: «Si entre los restos del naufragio», dice Unicef, «de los planes de desarrollo fallidos quedase una pequeña caja negra para registrar los errores cometidos, constataríamos que en un momento dado del proceso la gente supuestamente beneficiada consideró que tenía otras cosas más importantes que hacer». A este respecto, el informe cita el caso de Malawi, donde la participación popular ha conseguido un sistema de conducción de agua gracias a los esfuerzos de 150.000 aldeanos que excavaron zanjas, colocaron tuberías y abrieron pozos de desagüe a un coste de tres dólares por persona.Según el informe de Unicef, la asignación de recursos para satisfacer las necesidades básicas de la infancia es considerada a menudo por los países en desarrollo como un aumento del consumo, en detrimento de la inversión y, en definitiva, del proceso de crecimiento económico. este argumento es rebatido por James P. Grant en los siguientes términos: «El trabajo es tan importante como el capital para incrementar la productividad; una fuerza de trabajo desnutrida, enferma o analfabeta es un serio obstáculo para la mejora de la productividad». El argumento del director ejecutivo de Unicef se basa en las consecuencias prácticas de la línea seguida por este organismo, que ha contribuido a la formación de más de 750.000 asistentes para profesionales de desarrollo en los últimos doce meses, ha cooperado en la instalación de 100.000 sistemas de conducción de agua y más de 250.000 servicios de saneamiento.

125 millones de niños nacerán en 1982

James P. Grant señala finalmente que una de las principales aportaciones que puede hacer una organización como Unicef es abrir nuevas vías en el intento por lograr el máximo beneficio para la infancia por unidad invertida, en tiempos de graves dificultades económicas.De los 125 millones de niños que nacerán durante 1982, doce millonel de ellos habrán muerto antes de que termine el año y cinco millones más morirán antes de cumplir cinco años. Unicef estima que la tasa anual de fallecimientos infantiles debe reducirse a la mitad antes de finalizar el siglo, pese a la recesión económica mundial, que ha frenado el progreso social en muchos países de bajo nivel de renta. Frente a este hecho, Unicef propone considerar la ayuda al Tercer Mundo y sus necesidades como una auténtica inversión a corto plazo. En Estados Unidos, por ejemplo, se ha comprobado que por cada dólar invertido en la recuperación de minusválidos el erario recupera nueve dólares en impuestos pagados por las personas impedidas que consiguen empleo gracias a dicha iniciativa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_