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Tribuna:TEMAS PARA DEBATE
Tribuna
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Argumentos para la entrada en la OTAN

La campaña contra la adhesión de España a la Alianza Atlántica está corriendo el riesgo, como es frecuente en los partidos de la izquierda española, de convertirse en un simple "OTAN, no". Recordemos el "Maura, no". Ahora, unos miles de carteles, distribuidos por el PSOE, dicen: "OTAN, de entrada, no". Yo diría que, "de entrada", tenemos que argumentar. Y estos son mis argumentos a favor:1. El momento. El único inconveniente que le veo a la entrada en la OTAN, en este momento, es que acaso sea un poco tarde. El compromiso de UCD con sus electores se produjo en las primeras elecciones generales de 1977. Esperar hasta 1981, cuando la promesa electoral se reiteró en las elecciones de 1979, se puede hasta considerar un abuso de confianza hacia los electores, que pusieron en el Gobierno a UCD justamente, entre otras cosas, por su opción atlantista. Por parte de UCD, la entrada en la OTAN se ha debatido ante los electores españoles en dos elecciones generales, y éstos le otorgaron su confianza; cosa que no ocurrió con los partidarios del "OTAN, no". En la reciente investidura, ampliamente votada por el Congreso de los Diputados, del presidente Calvo Sotelo, se anunció la inmediata petición de adhesión a la Alianza Atlántica. Hacerlo, pues, en este momento, no es sino responder a un compromiso formal del partido y del Gobierno de UCD con electores y diputados. Todo ello con luz, taquígrafos, radio y televisión. ¿A qué esperar? ¿A que se descubra el antídoto del aceite de colza denaturalizado? Eso no es serio ni responsable.

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2. Peligro nuclear. El azote nuclear que amenaza a la humanidad es uno de los jinetes del Apocalipsis. Pero pretender estar a salvo de sus consecuencias manteniéndose en una utópica neutralidad es, por lo menos, infantil e ilusorio. No hay más que mirar un mapa del mundo y ver dónde se encuentra España, exactamente en medio de las dos grandes potencias, EE UU y la URSS, para darse cuenta de que, en caso -ojalá no ocurra nunca- de conflicto mundial nuclear, nuestro país sólo milagrosamente se vería libre de desastrosas consecuencias. Ante esta situación, ¿qué hacer? Mi argumento es que sólo organizando la defensa de España, en el marco de la Alianza Atlántica, nos encontraríamos en condiciones de minimizar tales indeseables consecuencias. Porque entonces, y sólo entonces, dejaríamos de ser un objetivo al que se puede masacrar sin capacidad de respuesta. Y esa respuesta España sólo puede tenerla en la OTAN.

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3. Tratado con Estados Unidos. Paradójicamente, la izquierda quiere al mismo tiempo mantener a España fuera de la política de bloques, y, por tanto, fuera de OTAN y neutral, y mantener los pactos bilaterales con EE UU: Esto no se explica por la sencilla razón de que es una contradicción flagrante. Los pactos bilaterales con EE UU tienen todos los inconvenientes de peligro nuclear para España, y no tienen, en cambio, las ventajas de acuerdos multilaterales con nuestros aliados próximos de Europa a la hora de organizar nuestra defensa. El ataque nuclear contra EE UU empezaría en España, sin duda alguna, y España, como tal, no estaría en el marco de una estrategia europea. Por otra parte, España negocia en este momento la renovación de esos pactos con EE UU sin tener que resignarse a aceptar las condiciones que hasta ahora nos ha impuesto ese país, desde 1953. Es ahora, cuando España anuncia su propósito de solicitar su adhesión a la OTAN, la primera vez que podemos nosotros imponer condiciones a EE UU. Pérez-Llorca será el primer ministro de Asuntos Exteriores que no se resignará a tener que aceptar cualesquiera condiciones que apetezca imponernos Norteamérica. Para volver a tener que humillarnos ante EE UU, en la actual renovación del tratado, sólo hace falta que desaparezca del horizonte la adhesión española a la OTAN.

4. Gibraltar. Cuando la posible entrada en la OTAN abre un sorprendente giro en la política británica sobre el estado futuro de Gibraltar, a la izquierda se le despierta un patriotismo de nuevo cuño sobre el problema de la soberanía del Peñón. Sólo dentro de la OTAN, el contencioso de siglos sobre Gibraltar se plantea con una esperanzadora perspectiva, cuya solución no será evidentemente inmediata, pero a medio plazo puede ser contencioso resuelto dignamente. La coña -con perdón- de que dentro de la OTAN nos pudiéramos encontrar en la embarazosa situación de defender la soberanía británica del Peñón o es un chiste sevillano de mal ángel o un rebuscado argumento a la desesperada cuando no se tienen otros sólidos para justificar la campaña anti-OTAN.

5. El debate parlamentario. En el discurso de investidura del presidente Calvo Sotelo se anunciaron dos cosas que los partidos de izquierda no parecen haberse dado por enterados: una, que habría un debate parlamentario sobre el posible ingreso en la OTAN; otra, que, en caso de entrar en la OTAN, en España no habría nuclearización. Lo segundo no se lo creen, al parecer, pero es palabra contra palabra, y en la palabra de UCD. por dos veces, han confiado electores y diputados (éstos, tres veces, por la confianza otorgada -,n la investidura). La izquierda tampoco cree en el debate, acaso porque lo da por perdido. Y así se explica que antes del debate se haya lanzado a una campana extramuros de las Cortes. Sin embargo, es en las Cortes donde nos gustaría escuchar las razones del PSOE y del PCE para su no. Adelantarse al debate parlamentario con propaganda callejera, y posiblemente con movilizaciones, también en la calle, no deja de ser una peregrina concepción de la democracia parlamentaria. Pero no hay, que sorprenderse de esta concepción, porque está en las resoluciones de los congresos del PSOE, donde se concibe la democracia como la acción parlamentaria, más las llamadas movilizaciones populares. (Esto también lo sostiene el PCE.) Lo cual, a uno, que cree en la democracia representativa, expresada en el Parlamento, no le acaba de convencer. ¿Qué se pretende con las moviIizaciones populares, cuando se sospecha que el debate parlamentario no va a resultar favorable a las afirmaciones de un partido político?

¿Es una forma de presión sobre diputados y senadores? ¿Es el derecho al pataleo de masas manipulables? ¿Es una demostración de fuerza popular por encima de la representación obtenida en las urnas? ¿Se trata de amenazar a los electores para que otra vez no se equivoquen a la hora de elegir a los parlamentarios? Sea cual sea la respuesta, la democracia representativa no debe tener más instancia de manifestación de la voluntad popular que el Parlamento. Después de cuarenta años de manifestaciones a lo plaza de Oriente, ya sabemos los españoles demócratas lo que significa realmente sacar gente a la calle, y ello sin prejuicio del derecho de manifestación, que reconoce la Constitución, pero que no está concebido para mediatizar la acción del Parlamento.

6. Las instituciones constitucionales. La izquierda, como es usual, no se fía de (o lo que es peor, no conoce) los mecanismos de la democracia pluralista. Ello será sin duda lo que nos esperaría con su reiterada necesidad de profundizar en la democracia, que vaya usted a saber qué quiere decir, si alcanzasen el poder. Dejo aparte, por razones obvias, las reticencias sobre los dictámenes del Consejo de Estado, cuya neutralidad nadie ha puesto en duda desde que lo fundara Carlos V. Aquí, por lo visto, también habría ruptura, caso de acceder la izquierda al poder. Pero, entrando en el fondo del asunto, la resolución del debate sobre la OTAN por mayoría simple, y la propuesta de referéndum popular, deben -sospecho- hacerlo en la ignorancia de que, según el artículo 92 de la Constitución, los referendos consultivos se hacen a propuesta del presidente del Gobierno, "previamente autorizada por el Congreso de los Diputados". Y esta autorización también puede ser rechazada por mayoría simple. Y UCD, en ambos casos, la tiene.

José Jiménez Blanco es catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y director del Gabinete Técnico de UCD.

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