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La era picassiana

En el mundo de las artes, nuestro siglo XX será llamado el siglo de Picasso, cuyos cuadros son expuestos ahora en todas partes alrededor del planeta, lo mismo en Nueva York que en Tanganika, en Montreal que en Shanghai o Leningrado. Y, naturalmente, en Madrid y Barcelona. Porque hay para todos.Los siglos se caracterizan por las diferentes maneras de vivir y de morir y éstas se expresan a través de las artes. La vida y la muerte, en definitiva, son las mismas, pero esa mismedad tiene matices variables. Como decía alguien, la vida es un cuento que han contado ya otros, pero sigue siendo interesante.

El siglo XIX fue, por ejemplo, el de los novelistas rusos y, más concretamente, el de Dostoiewski. Las novelas de ese autor son compendios de psicología nueva, sufridos o gozados por todo el mundo, pero cada cual a su manera. Los tiempos cambian. Si viviera hoy Dostoiewski escribiría de un modo distinto y añadiría a su manera realista nuevos matices líricos y metafísicos.

Nuestro siglo será, en todos los niveles, el de Picasso. Las artes diferentes tienen idiomas comunes. Hablar así parece caprichoso pero lo es también hablar del tiempo por siglos o por años. El tiempo del artista es suyo y diferente. ¿Qué hora es ahora en Júpiter? ¿Y en el anillo tercero de Saturno? En cuanto a Dostoiewski, escribe en sus memorias: « Por algunos momentos, cuando me ataca la epilepsia, siento un deleitante gozo como nunca he conocido en estado de salud. Esitoy en, perfecta armonía conmigo mismo y con el resto del mundo. Mi felicidad es tan delirantemente gustosa que daría diez años de vida por algunos momentos de esa orgiástica delicia».

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De ahí viene tal vez la condición tan gozosamente corrosiva de algunas de sus novelas como El idiota o Crímen y castigo, que son para Pío Baroja como un baño de ácido sulfúrico. Sinembargo, ahora se usan otros ácidos.

André Gide dice que en cada libro de Dostoiewski está la semilla del siguiente. Tontería. En el primero -en Pobres gentes- están ya las semillas de todos. Y en cada cuadro del Greco o de Goya las semillas de los demás.

Es nuestro siglo diferente en sus formas de expresión. Porque los siglos y sus coordenadas los inventamos nosotros para entendernos o para hacer nuestras disérepancias más lógicas. Es este el siglo de Picasso con repercusión en todos los niveles, incluida la novela, aunque ésta debe ser fundamentalmente y lógicamente persuasiva. Claro es que hay muchas formas de persuadir en la novela y en la pintura. Decía Cocteau de Picasso, en 1926: «La tragedia no consiste en pintar un tigre devorando un caballo, sino en establecer entre una copa de cristal y el respaldo labrado de un sillón relaciones plásticas capaces de conmoverme sin necesidad de anécdota alguna».

El marqués de Vauvenargues, moralista del siglo XVIII, cuyo nombre es el mismo de un castillo famoso y también del cementerio donde está enterrado Picasso, decía ya entonces: «Todos somos obligados a respetar esos dones de la naturaleza que se manifiestan en la mente humana,y que ni el estudio ni la fortuna pueden otorgar». Era el caso de Dostoiewski en su siglo y de Picasso en el nuestro. O de colegas de Picasso como Juan Gris, de quien el pintor académico Ricardo Baroja, hermano del novelista, solía decir: «No se llama Juan Gris, sino José González, que yo lo conozco». Hablaba la envidia profesional, tan corrosiva como el ácido sulfúrico y además degradante por estupidez. ¿Qué importa el nombre?

Ante los cuadros de Picasso o de Juan Gris decía Apollinaire, en 1913: «Los cubistas son niños recién nacidos que quieren poner orden en el universo a su manera. Podemos arreglárnoslas sin esas maneras de ver, pero la verdad es que, una vez establecidas, no podemos vivir sin tenerlas en cuenta». He aquí un modo serenamente razonable de afrontar lo que por algunos años parecía locura.

En definitiva, son esas opiniones de Cocteau, de Vauvenargues y de Apollinaire las que han prevalecido y no las adversas de Baroja, aunque Picasso, Gris y Baroja eran igualmente españoles. Es verdad que el paisanaje no influye en el sentido de la agudeza crítica ni la serenidad analítica.

Por encima de las modas en las letras y las artes, el siglo XX seguirá siendo el de Pablo Picasso, que no fue nunca una moda, sino un meteoro. El siglo pasado fue el de Dostoiewski, a quien rindieron acatamiento figuras tan representativas de la misma época como León Tolstoi.

La diferencia de los siglos pasado y presente en materia de sensibilidad expresiva y receptiva sería fabulosa si no recordáramos que Dostoiewski era también un niño recién nacido. Nacía. cada vez que volvía de una de sus crisis de epilepsia. Y su manera de ver y sentir era original y propia. si recordamos que, habiendo sido acusado en su juventud de consipirador y condenado a muerte por el zar, cuando esperaba la ejecución al pie del cadalso llegó inesperadamente el indulto y entonces sintió -son sus propias palabras- una especie de decepción.

Resulta eso tan difícil de entender como era, en 1913, el cubismo de Picasso para los académicos y Juan Gris para Baroja que Dios haya. Y es que la vida es siempre un cuento que ya han contado otros, pero sigue siendo interesante cualquiera que sea el nombre que demos a los siglos. A esos siglos que hemos inventado porque no queremos insistir en averiguar la hora que es en Júpiter.

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