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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El proyecto de parque nacional en Sierra Nevada, amenazado

La protección de espacios naturales, de especial interés científico y recreativo por sus características ecológicas, geomorfológicas o estéticas, viene teniendo escasa fortuna en España. La creación del primer parque nacional en el mundo, el de Yellowstone (EE UU), en 1872, no encontró eco en nuestro país hasta 1918, en que se declararon por ley los de Covadonga y Ordesa. Aun así, se trataba de zonas muy reducidas, valoradas sobre todo en su dimensión estética, e incluso histórica, por una minoría culturalmente muy destacada del resto de sus conciudadanos y con influencia en el Estado. Por eso la aprobación de posteriores proyectos de parques nacionales se retrasó y tuvo que vencer fuertes resistencias o aceptar condicionamientos que desvirtúan su integridad (como es el caso de los pastos autorizados o tolerados en Covadonga y la explotación por parte de Agrícola y Forestal del Pirineo, SA, del bosque de Aigües Tortes). Sin embargo, es precisamente nuestra época, con sus fuertes tensiones especulativas, con su desarrollo urbano e industrial, la que impone un incremento de la protección de los espacios naturales. El descenso de la calidad de vida en la ciudad impulsa a grandes masas a huir de ella periódicamente, necesidad fomentada de modo artificial por el gran tinglado especulativo-desarrollista de la «segunda residencia». Es ahora cuando se plantea el reto de una ordenación del territorio que sepa valorar (y hasta «contabilizar») las funciones de reserva ecológica, recreativa y cultural que tienen los enclaves de naturaleza intacta. Porque si la absorción de una parte cada vez mayor de la población española por el modo de vida urbano e industrializado es irreversible, la opción entre una relación alienante o integrada con la naturaleza permanece abierta. Aliena la pérdida de identidad local y regional, la invasión de montañas, costas y zonas agrícolas poru n urbanismo despersonalizado abstracto; aliena la obstrucción por la publicidad de una relación espontánea, sin intermediarios, de hombre con sus raíces naturales. Integra y armoniza la toma de conciencia de la dimensión cultural de medio ambiente, que implica el reconocimiento de la compleja fisonomía del paisaje rural y urbano como legado histórico.En esta línea, el proyecto de parque nacional en Sierra Nevada aparece como una necesidad inaplazable. En España, aparte de lo, parques canarios del Teide, en Tenerife, y de la Caldera de Taburiente en La Palma (1954), de los de zonas húmedas Doñana (1969) y Tablas de Daimiel (1973), sólo existen hasta ahora tres parques nacionales de montaña: los ya citados Covadonga y Oresa y Aigües Tortes (1957). De ellos sólo Ordesa cumple los requisitos internacionales de la UICN. Los tres están situados en las cordilleras septentrionales de la Península. Sin embargo, Sierra Nevada es la montaña más alta del sistema Penibético y de toda la Península, con características muy originales: su línea continuada de cumbres superior a los 3.000 metros, cuya extensión sólo es superada en Europa por los Alpes; su flora y fauna variadísimas, por la combinación de altura sobre el nivel del mar y situación junto al paralelo 37º. Los límites del parque nacional, propuestos a la Consejería del Medio ambiente de la Junta de Andalucía por un grupo de ecologistas y profesionales granadinos, después integrados en una comisión interdisciplinaria, comprenden un núcleo básico, la cabecera del río Genil, al pie de las máximas cumbres de la Península, Mulhacén, Veleta y Alcazaba, y un entorno protector, calificado como parque natural, que salvaguardaría la zona de alta nontaña y enclaves de baja montaña específicos. La experiencia de la estación de esquí Solynieve, expIotada por Cetúrsa por concesión del Ayuntamiento de Granada, en la cuenca alta del río Monachil, desde la cara suroeste del Veleta hasta los 2.000 metros, aconseja extremar la prudencia. Pues la aportación de las empresas urbanizadoras al extraordinario potencial natural de los terrenos de Solynieve ha sido predominantemente negativa. Desde los atentados paisajísticos y ecológicos que suponen la prolongación del telecabina hasta la misma cumbre del Veleta (afeándola y a la vez haciendo imposible su funcionamiento el 70% de los días, por los fuertes vientos) y la desecación de la laguna de las Yeguas, con su prado alpino, para un embalse hasta ahora inservible, hasta la miope planificación urbanística, basada en un esquema de viviendas dispersas, tendente al mayor beneficio especulativo pero opuesto a la más racional necesidad de cohesión de las modernas estaciones alpinas, los errores de Solynieve son patentes.

Si Solynieve, con sus escasos beneficios para el Ayuntamiento de Monachil, del que depende en cuanto a normas de planeamiento, y para el pueblo granadino (por sus altos precios y su orientación al turismo extranjero), supone una serie de errores irreversibles, es hora de impedir que la cuenca alta del Genil, colindante, corra la misma suerte. De las tres dehesas que la componen, con miles de hectáreas sólo aprovechables para pastos (la Hoya, el Calvario y San Juan), sólo la segunda pertenece al Icona. La Hoya pertenece a don Manuel Sola Rodríguez- Bolívar, ex alcalde de Granada y muy relacionado con el desarrollo de Cetursa, y San Juan ha sido comprado a la familia Aragón por el grupo Fierro. Son miles de hectáreas de bajo precio, sobre las que ahora se espera una brusca revalorización. Y la opción es de enorme trascendencia: o se declara el conjunto de las tres dehesas (situado al pie de la Alcazaba, Mulhacén y Veleta) parque nacional, con beneficios incalculables a largo plazo para todo el pueblo español, o se permite construir nuevas carreteras, pistas y urbanizaciones de alta montaña. El reto es urgente. Ya los Fierro, hace años, habían encargado al Estudio Lamela el proyecto de una estación de esquí en la loma de San Juan (incluida en el futuro parque nacional, en su linde con los terrenos de Solynieve); sabíamos que estaba terminado (y con un nivel profesional muy superior al precario planeamiento de Solynieve, comparable a cualquier barriada de bloques cúbicos de seis u ocho pisos). Pero si la «proeza» arquitectónica de las torres de Colón, en Madrid, es por lo menos muy discutible, el complejo invernal de San Juan, con altipuerto incluido, es intolerable en una zona con vocacíón de parque nacional.

Sin embargo, el peligro es inminente. De un lado, la falta de información y la pasividad del pueblo andaluz, ante el expolio de su patrimonio colectivo; de otro, la capacidad económica y «política» de ciertas oligarquías. Hasta el punto de que (¿sorprendentemente?) a un ayuntamiento tan escaso de recursos como Güéjar-Sierra el mismísimo Lamela, a pesar de sus elevados honorarios, se encarga de elaborarle unas normas subsidiarias (que hacen posible, por cierto, la construcción de la nueva estación invernal de San Juan, en pleno parque nacional). Estas normas están finalizando su plazo de información pública y van a ser aprobadas. Si la comisión de Urbanismo las refrendara, las consecuencias serían nefastas para el futuro espacio protegido. Hacemos un llamamiento a todos los ciudadanos, y especialmente a los ecologistas, para que urjan ante las consejerías de medio ambiente y de política territorial e infraestructura de la Junta de Andalucía, y ante los parlamentarios implicados, la inmediata declaración por ley del parque nacional de Sierra Nevada.

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