Sociedad General de Autores
A pesar de las optimistas declaraciones del señor Moreno Torroba, aparecidas en EL PAÍS (13-V-79) yo, modesta autora de teatro para niños, me siento absolutamente indefensa y desasistida en mi calidad de socia de la SGAE.A estas alturas de 1979, aún me faltan por liquidar derechos correspondientes a 1976 y 1977, derivados de las representaciones de Heidi, Marco y El último Robinsón, llevadas a cabo en festivales de España y, con posterioridad, en algunos pueblos de los alrededores de Madrid y en el parque de atracciones de esta capital.
Por último, y como guinda del pastel, Antonio Guirau, director del Teatro Municipal Infantil de Madrid, se lleva a Caracas mi versión teatral de Heidi (en la que él tiene una participación del 33%) la monta, la dirige, la estrena y, a la hora de las liquidaciones, ¿qué sucede? Pues sucede que un venezolano, llamado Aldo Pereira, afirma que la versión es, suya y que el señor Guirau «traga», puesto que sus honorarios como director le compensan con creces de todo lo demás.
Lógicamente voy con mi rollo a la SGAE y todo lo que saco en limpio es una carta del delegado de Caracas en la que explica el «contubernio Pereira-Guirau», rematando la exposición del caso con estas palabras textuales: «Así, y con la "ignorancia" del señor Guirau, se cometió un plagio en perjuicio de la señora Simón».
Respuesta de la SGAE: «Estos casos son prácticamente imposibles de resolver. No se puede hacer nada.»
En vista de lo cual, y convencida de que el único derecho que me queda es el del pataleo, recurro a su periódico para que, si es posible, mi caso se oree y sirva de ejemplo y aviso a otros autores tan desvalidos como vo.