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Tribuna
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Una mejor utilización de las semillas

Las producciones medias por hectárea de trigo han aumentado en España alrededor de un 60% en los últimos veintidós años. Incrementos similares se han producido en otros cereales, mientras en maíz prácticamente se ha duplicado. Es dificil hacer una valoración de las distintas causas de estos incrementos, ya que con frecuencia están relacionadas entre sí. Es evidente que la mecanización ha supuesto una intensificación de los cultivos con el consiguiente aumento de producción, pero esta mecanización ha ido acompañada de cambios en la cantidad de semilla y de abono empleados, de una utilización intensiva de herbicidas específicos contra determinadas malas hierbas, y también de nuevas variedades que tienen mayor capacidad de producción ante las nuevas técnicas de cultivo.A nivel de agricultor, suponiendo que el precio del cereal es de quince pesetas por kilo en una siembra de cincuenta hectáreas, se puede pasar de unos ingresos anuales de 750.000 pesetas, utilizando la tecnología de hace veinte años, a unos de 1.200.000 pesetas utilizando técnicas más modernas. Naturalmente, estamos manejan do cantidades medias y, por tanto estas cifras pueden verse incrementadas si se emplean las técnicas óptimas para cada zona. Dentro de estas nuevas técnicas, hay algunas que imponen unos gastos importantes para el agricultor, como es la compra de maquinaria, carburantes, abonos, herbicidas, etcétera pero hay una que apenas impone mayor gasto directo al agricultor: la utilización de semillas con mayor capacidad de producción. Es en este aspecto en el que no vamos a detener más extensamente.

Existen muchos factores en la plantas que influyen en su rendimiento. En el caso del trigo, por ejemplo, influirá el número de espigas por planta, el número de granos por espiga, peso medio del grano, resistencia de las plantas a determinadas plagas o enfermedades, aptitud de la planta para acumular sustancias de reserva en el grano, respuesta de la planta al frío o a otras adversidades climatológicas a lo largo de su ciclo, etcétera. Todos estos factores están controlados por genes que se encuentran en mayor o menor proporción en las variedades de trigo existentes.

El Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA) lleva a cabo en sus distintos centros regionales un programa de mejora genética de los principales cereales, con el objetivo de obtener variedades de altos rendimientos adaptadas a las principales zonas de cultivo, y de calidad adecuada ya sea para consumo humano o animal. En estos trabajos se utilizan variedades locales que pueden tener mejor adaptación a las distintas condiciones ecológicas, y variedades extranjeras que aportan algunos de los factores indicados anteriormente. Para ello colaboran con entidades nacionales y extranjeras por medio de intercambio de semillas e información necesaria para realizar estos trabajos.

El proceso de mejora comienza con el estudio detallado, en campo y laboratorio, de las características de las variedades que se poseen. A continuación, elegidas las variedades que tengan características complementarias, se realiza el mayor número posible de cruzamientos entre ellas para que la posibilidad de éxito sea la mayor posible. Las semillas obtenidas se multiplican durante una serie de años, seleccionando a partir de la segunda generación aquellas plantas que poseen el mayor número posible de factores. favorables. Estas selecciones se suelen hacer en el campo., pero a la vez se realizan en los laboratorios pruebas de calidad para mantener ésta en un nivel aceptable. En la cuarta o quinta generación se efectúan pruebas en el campo para determinar la capacidad -productora de las descendencias, pruebas que se van ampliando con ensayos en distintas regiones, en donde se estudia la reacción de las nuevas variedades en distintas condiciones ecológicas, y en las que se van seleccionando las que responden mejor en el mayor número posible de ensayos. En la séptima u octava generación podremos tener unas variedades, ya prácticamente uniformes, listas para su envío al Registro de Variedades del Instituto Nacional de Semillas y Plantas de Vivero. Este organismo se encargará de realizar las pruebas necesarias para que nuevas variedades puedan comercializarse.

El INIA viene realizando estas investigaciones prácticamente desde su creación. Fruto de ellas fueron una veintena de variedades de trigo obtenidas por los años cuarenta y principios de los cincuenta, y que llegaron a emplearse en más de un millón de hectáreas. Después de un período en que, por falta de medios y de personal investigador, los trabajos de mejora quedaron reducidos a mantener las variedades obtenidas, un equipo joven de investigadores reiniciaron los trabajos, y en los últimos años la colaboración con el CIMMYT (Centro Internacional de Mejora de Trigo y Maíz) ha supuesto la introducción, entre otras, de variedades de trigo resistentes a la roya amarilla, tales como la Yécora (de ciclo corto, muy productiva, y que aprovecha dosis elevadas de abonos nitrogenados), la Cajeme-71 (parecida a la anterior, aunque más irregular que ésta) y la Anza (de gran ahijamiento, pero mayores exigencias de suelo fértil o regadío). La Siete Cerros se muestra, por el contrario, susceptible a la mencionada roya, y con cierto riesgo de encamado en regadío.

Del mismo modo están muy avanzados los estudios sobre Triticale -cereal artificial procedente del cruce entre trigo y centeno- para su comercialización; y en arroz son relevantes los logros alcanzados por el INIA, que han permitido la reducción de importación de semillas hasta sólo un 8%, mientras que en épocas recientes aún se importaban cifras de hasta. el 65-70%. Pero el tema del arroz bien merecería un comentario exclusivamente dedicado a él.

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