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Salvador Velayos y su aportación a la investigación mundial en magnetismo

El rigor experimental o la memoria de un profesor

Quienes, como el firmante de estas líneas, fuimos, en el transcurso de los años de nuestra formación universitaria alumnos de un hombre como Salvador Velayos, nunca olvidaremos la impronta que dejó en nuestro comportamiento operativo y mental el rigor de la metodología científica, especialmente la experimenta.Muchachos, entonces, de apenas sobrepasados los diecisiete o dieciocho años, quemábamos tardes y tardes en un laboratorio sito en la segunda planta de la entonces facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, haciendo cosas tan ridículas como medir el período de las oscilaciones de un péndulo o determinar, con exactitud, la temperatura de ebullición de algún líquido.

A mí me tocó pertenecer a la promoción que cursó estudios con el señor Velayos y eso, como queda dicho, era bastante duro. Las tardes de prácticas consumían multitud de horas, desde la primera hora de la sobremesa hasta prácticamente entrada la noche. Era una verdadera paliza. Cinco, seis o más horas midiendo las oscilaciones de un péndulo. Cuando uno había obtenido una medida de 2,578 segundos, el tutor te decía que hicieses más mediciones porque las últimas cifras decimales significativas no eran buenas. Cuando la temperatura de ebullición de la mezcla a experimentar era de 98,54 grados centígrados, te instaban a realizar más experiencias y obtener una cantidad con más cifras significativas.

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Todo esto nos parecía estúpido a los entonces alumnos, aunque, a decir verdad, ninguno de nosotros teníamos, en realidad, nada mejor que hacer por las tardes que ir a aguantar al equipo del señor Velayos con su dureza y rigor experimentales. Pero han pasado los años y lo que entonces considerábamos una estupidez se convirtió en clara y luminosa experiencia vivida. ¿Experiencia de qué?

Experiencia de rigor, experiencia de sometimiento a los hechos, experiencia de esfuerzo repetitivo hasta el dolor de ojos de tanto fijarnos en las agujas indicadoras de las cifras exactas de lo que medíamos. Aun para los que abandonamos el quehacer científico inmediato -la ciencia, en realidad, nunca se abandona- aplicándonos a otras actividades como el periodismo, aquellas tardes estúpidas y ridículas, aquellos cientos de horas dedicados a medir dieron el fruto de un comportamiento mental y operativo más riguroso ante los hechos, más fiel a la realidad percibida. En otras palabras, el trabajo del señor Velayos y los equipos que, como profesor, supo crear, dejaron la huella imborrable de la metodología científica en aquellos que quisieron aprenderla.

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