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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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La revolución burlada

Secretario de prensa de Izquierda Democrática

A pesar del conjunto de pronunciamientos militares y guerras civiles, conflictos sociales y problemas socioeconómicos que saltan a la vista al repasar la historia de nuestro país, no es posible llegar a considerar que, realmente, en España haya habido nunca una revolución que, como la francesa o la rusa, haya modificado en profundidad la urdimbre de la sociedad española.

Nuestra sociedad ha sido, y sigue siendo, en general, conservadora y tradicional. Los conatos progresistas del siglo XIX y principios del XX fueron abortados. Lo que pudo haber sido una revolución transformadora, entendiendo revolución como mudanza en el estado o gobierno de las cosas, no como cambio violento en las instituciones políticas de la nación, se vio frustrada por ese lastre de comodidad e inmovilismo que caracteriza y atenaza en sus acciones precisamente a esa minoría social que ha detentado siempre los resortes político-económicos del país.

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Desde mediados del siglo XVIII y alrededor del reinado de Carlos III, la sociedad española, bajo la influencia de las ideas enciclopedistas, comienza a evolucionar iniciándose !o que ha dado en llamarse la «revolución burguesa». Las clases medias, que carecían de principios que pudieran limitar el poder real y se dedicaban a actividades que multiplicaban la riqueza -la banca, el comercio, la industria- gozan desde el primer momento de la simpatía de los monarcas del siqlo XVIII. La natural alianza entre la monarquía y la burguesía parte, en ese momento, del descubrimiento de que tienen intereses comunes. El poder real comienza así a apoyarse en esa burguesía que realiza un trabajo crematístico y que no solamente consigue títulos nobiliarios, que la supeditan al poder real, sino que aumenta su riqueza y pasa a dominar los medios de producción al mismo tiempo que el poder político, al servicio del rey.

Aunque, al mismo tiempo, se produce una revolución del pensamiento burgués, colocando la utilidad por encima de la especulación filosófica, se sientan entonces las bases de las actuales oligarquías financieras, al surgir una nobleza de nuevo cuño, cuyo poder y títulos nobiliarios se apoyan en la actividad crematística y en el dominio de los medios económicos. La esperanzadora «revolución burguesa». por lo que de cambio de mentalidad y futuro progresista prometía, cuyo motor esencial habían sido el trabajo y unas ideas sociales renovadoras, se ve truncada, en el aspecto social, por la comodidad de una burguesía que se asienta en el poder y se transforma en conservadora de los beneficios obtenidos. Pero los cimientos de una transformación social en España se establecieron entonces Y los nuevos billetes de 5.000 pesetas. con la efigie de Carlos III en su anverso, pudieran ser un símbolo de la futura renovación de la mentalidad de la sociedad española.

Hoy el poder se asienta en las grandes familias que tienen el capital y monopolizan, a través del mismo, los medios de producción y distribuyen, en gran proporción en beneficio propio. el producto del trabajo de los «asalariados», de esos obreros, pequeños burgueses e intelectuales de actividad liberal, sin cuyo esfuerzo no sería posible el desarrollo económico del país. Porque realmente. hoy. en España, no existen más que dos clases sociales: la de los «asalariados». obreros, técnicos cualificados. intelectuales. profesionales liberales, 75 % de la población que vive de su propio trabajo, y una «oligarquía financiera», 25% de la población, que detenta el 75% del producto nacional bruto y tiene en sus manos el capital y los medios de producción inherentes al mismo.

Así, partiendo de aquella «revolución burguesa», se ha formado la oligarquía financiera, los grupos de presión económica que, a través de sus conexiones en los grandes bancos, en las grandes empresas y los consejos comunes, dictan al poder las directrices políticas que tiene que seguir el país naturalmente siempre acordes con sus personales intereses económicos. Si acaso, alguna vez, con sentido paternalista. han permitido que algo de su beneficio personal se transmita al conjunto social. Pero la burlada «revolución burguesa». en lo que tenía de avanzadilla social progresista, sigue en pie. La inquietud se mantiene y el camino a seguir se bifurca en tres que deben avanzar paralelos:

- La reforma fiscal planteada por Fernández Ordóñez, llevada hasta sus últimas consecuencias.

- La reforma educativa, sin las timideces de la que parece plantearse y que lleve a la transformación radical de la mentalidad de los españoles, formando ciudadanos conscientes de su responsabilidad ante el país, que puedan constituir en el futuro una sociedad libre, igual y solidaria.

- La reforma sindical. que conduzca a una mayor participación de los trabajadores, con sentido de su responsabilidad, en la actividad empresarial y económica del país.

El objetivo es difícil en una democracia imperfecta como es actualmente la nuestra. Porque, aunque con más dificultades que durante el régimen autoritario al que había sustentado, la oligarquía Financiera sigue actuando y su incidencia es notable en la legislación que se discute en el Parlamento.

Tenemos muestras recientes: los hachazos, no puede expresarse de otra manera, propinados a la ley de Acción Sindical, en su artículo nueve. especialmente las dificultades que encuentra la reforma fiscal o los intentos de una nueva estructuración de la enseñanza, que han hecho rasgarse las vestiduras a las oligarquías y hasta proferir amenazas contra un Gobierno y un Parlamento .democráticamente elegidos por el pueblo español hace más de un año.

En nuestro país, la revolución mental de la sociedad está todavía por hacerse. Aquella revolución burguesa, que apuntaba a un cambio de conducta, de propósito o de actitud, a un desarrollo social o adelantamiento gradual de los organismos, continúa en suspenso. El capital permanece primando sobre el trabajo en vez de ser éste el que tenga preponderancia sobre el capital.

España sigue anquilosada, dominado el poder por las mismas oligarquías financieras de siempre. Cada vez se hace más necesario cambiar la mentalidad social. política y económica de los españoles. lo mismo que se vuelve del revés un calcetín, a través de reformas fiscales, educativas y laborales. para que este país sea mínimamente habitable y pueda entrar en el concierto de las naciones europeas.

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