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Los moriscos de nuevo

Desde la época de los romanos y novelas de tema granadino hasta el siglo XX los moros y moriscos han sido objeto de la curiosidad de muchas personas, dentro y fuera de España. No sólo los literatos, también los pintores y los músicos se inspiraron en episodios de su vida para crear obras de valor irregular: de fama sostenida unas veces, efímera otras. Yo no tengo. por ejemplo, la menor idea de cómo es la ópera de Cherubini sobre los Abencerrajes, que se estrenó en 18 13 y que, a lo que dicen, tiene trozos muy, buenos. Tampoco sé cómo es el Boabdil de Moritz Moszkowski, que se estrenó en 1892 y en el que hay un ballet famoso. Sí he leído en cambio, y no siempre con pasión, a Madame de Sandery, a Madame de La Fayette, al caballero Florián y al vizconde de Chateaubriand en el trance de «abencerrijar» románticamente. En materia musical creo que con la «fantasía morisca» y poco más se acaban mis experiencias, porque de otras evocaciones arábigo-andaluzas de músicos posteriores no he sacado gran gusto. Tampoco de algunas obras teatrales y poemas de comienzos de siglo, que me recuerdan los damasquinados hechos para los turistas. En cuanto tocamos lo árabe aquí corremos el peligro de hacer firuletes, pese a que nuestros grandes arabistas lucharon y luchan denodadamente contra esta tendencia banalizadora.Con respecto a los moriscos, la visión profundamente dramática es acaso más sostenida que tratándose de sus inmediatos antepasados envueltos en bambalinas: es dramática desde el mismo momento en que don Diego Hurtado de Mendoza escribe su obra magistral, monumento de sobriedad. en la que hay de todo menos firuletes, carabinas de Ambrosio damasquinadas o fondos con música de tantarantán argelino.

Los historiadores se han ocupado una y otra vez de aquellas gentes sin suerte: no sólo de las del reino de Granada, sino también de las de Aragón, Valencia, Castilla, Extremadura y el resto de Andalucía. Hoy. después de un verdadero torrente de publicaciones modernas, ha aparecido una obra de síntesis firmada por don Antonio Rodríguez Ortiz y Mr. Bernard Vincent, maestro el uno conocido de todos y joven y brillante investigador el otro: de los que «incuba» esa institución ejemplar que es la Casa de Velázquez. de Madrid, próxima a celebrar el cincuentenario de su fundación. La obra es densa, apretada, pero de lectura apasionante. Cada colaborador ha aportado lo que sabe mejor, de suerte que la documentación es la más sólida que cabe hallar en esa bibliografía a la que antes me referí y que produce algo de vértigo. El que conozca un poco el tema encuentra una síntesis cumplida. El que esté más metido en él hallará nuevos motivos de meditación, nuevos elementos para precisar el significado de aquella tragedia o drama histórico. Es de admirar la objetividad que conservan los autores al narrarlo.

Porque el drama morisco es un drama con fácil comentario pasional o intelectual. Unos han dicho: «La expulsión era necesaria para defender la unidad política y religiosa» Desde fuera ha sido fácil decir Y repetir lo contrario: «¡Qué barbaridad! A quién se le ocurre extirpar del país; a un elemento tan valioso de la población y dejar arruinadas regiones enteras!. Todo por puro fanatismo! » La cosa es para asustar. Pero aca so los antiguos hubieran medita do y respondido con más acierto invocando un principio operativo misterioso en su origen, claro en sus efectos: la fatalidad. La fatalidad que se describe mejor que se define. Los moriscos vivían públicamente, en comunidades, con trajes, costumbres, hábitos distintos, conservando su escritura y su religión. Jamás se ocultan, jamás fingen. En su anhelo de libertad, en un momento creen en el apoyo turco. En otro, en el francés. Los enemigos tradicio nales de la Casa de Austria. Esto en épocas de Cesarim, de Hierrocracia. de intransigencia popular. Qué podía esperarse? Un desenvolvimilento fatal que, como digo, en la obra de Domínguez Ortiz y Vincent se sigue sin necesidad de que los au tores haizan mavores acotaciones ni exclamaciones. Los hechos cantan. El canto es lúgubre, sin efectismos teatrales. Podría sacarse alguna enseñanza para el día de hoy de obra semejante, en punto a lo que significa en un país complejo. como España. la existencia de grupos étnicos con voluntad diferenciadora. Hoy no anda por medio el hecho religioso como esencial o primordial: pero las antipatías étnicas Y otras, dentro de un mismo grupo, no se han superado digan lo que digan los que no ven en la política más que el juego de intereses económicos y el ajuste de cuestiones administrativas. Los pueblos de España aún no se tienen simpatía. y dentro de cada unidad étnica se dibujan raros odios v tensiones entre ciudades y zonas.

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¿Para qué poner ejemplos? Con hacer ligero examen de conciencia basta. Basta con considerar lo que pensamos cada cual, silobalmente. de los vascos, de los 6talanes. de los andaluces, de los Oallegos. de los aragoneses o de los castellanos.... si pertenecemos a un grupo distinto. Hay que andar con pies de plomo, y andamos con pies ligeros. Me atrevería a decir que con más ligereza que cuando se resolvió de modo brutal el «problema morisco». Porque en una época de fe religiosa fuerte podía un ministro, un hombre de Estado, pedir parecer sobre el tema, es decir, la conveniencia de la expulsión a unos cuantos frailes con fama de santos N, más o menos visionarios, más o menos mangoneadores.

Pero hoy no hay frailes o monjas que valgan. Hoy no se puede invocar revelaciones y tomar una decisión considerando elementos místicos en política. La patria, la unidad. el Estado, etcétera, hay que defenderlos por otras vías. Ya se ha visto por otra parte, qué hermoso resultado ha dado aquí la política del Coco o Croquemitaire. Hay que afrontar los temas desagradables con tranquilidad y frialdad. ¿Por qué no nos tenemos simpatía? ,Por qué hemos llegado a tanta tensión? ¿Cómo salir del marasmo? Si los políticos actuales son capaces de pensar y actuar fría, serenamente, merecerán toda muestra de admiración. De lo contrario podemos colocarlos a la altura de los frailes febriles, de las monjas ilusas, de los energúmenos con poder espiritual que no supieron convencer a los moriscos y que aconsejaron, sencillamente. su expulsión. Esto es ajeno a una verdadera política moderna. No será agradable pensar que en un congreso están el padre Simón de Rojas o la monja de Carrión para resolver algo como el problema vasco. Las lecturas de historia siempre se ha dicho que completan nuestra educación. Este libro de mis admirados y queridos amigos Domínguez Ortiz y Vincent es de los más provechosos que pueden leerse aquí y ahora, cuando hay tanta cosa grave que resolver y cuando perdemos el tiempo en leer pamplinas.

Un libro sólido, erudito, ponderado, lleno de detalles curiosos pese a su relativa brevedad, y que durante mucho tiempo podrá servir de guía y orientación al tratar del tema.

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