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Reportaje:Italia, bajo proceso/ y 3

Treinta años de dictadura constitucional

Algunos intelectuales italianos creen que no vale la pena defender al Estado: es decir. ese Estado con el que la Democracia Cristiana se ha identificado. hasta la confusión, en treinta años de Gobierno ininterrumpido. Un delincuente común. encerrado en la prisión milanesa de San Vittore, asegura que a la cárcel van los de siempre. los proletarios. pero no Sofía Loren, ni Antonio Lefebvre, ni un ex ministro como Luigi Gui; es decir. los protagonistas de esos procesos jurídicos que evidencian la corrupción de la República. En fin, el hombre de la calle ha podido pensar que lo verdaderamente trágico era el asesinato de los cinco hombres de la escolta de Aldo Moro y no el secuestro del estadista democristiano: esto. al menos. se pensaba en algunos ambientes antes de los últimos comunicados de las Brigadas Rojas.Pero ¿qué piensa la alta burguesía? Una señora que prefirió permanecer en el anonimato y a quien Giuliano Zincone, del Corriere della Sera, entrevistó en un club deportivo, dijo: «Yo propongo tres procedimientos urgentes. La censura de prensa, que crea connivencia y simpatía por los delincuentes. El derecho al lincha miento. porque los ciudadanos deben poder defenderse cuando la policía no funciona. Finalmente, dar rienda suelta a la mafia. ¿Cómo es posible que nadie lo haya pensado? En tres días la mafia descubriría la prisión de Moro y pondría a los brigadistas en manos de la justicia.» Con menos descaro y simpleza, un miembro del Rotary CIub vino a decir lo mismo: «El Ejército permanece callado, no se encuentra un general con coraje. Es necesario el toque de queda y la ley marcial. Es la única solución para Italia.»

El caso es que los terroristas, si hay que simplificar, no proceden de las cadenas de producción, sino de los barrios bien. El modelo más acabado podría ser María Fiore Pirri Ardizzone, de veintiocho años. detenida hace un par de semanas junto a otros tres miembros del grupo Primera Línea. Fiora Pirri (ojos grandes, boca atormentada. bien parecida) es hija de un industrial de Palermo, copropietario del Giornale di Sicilia, y de la baronesa Ninni Monroy, casada en segundas nupcias con el senador comunista Emanuele Macaluso. Su tío. Alberto Monroy, es un microbiólogo de fama. La industria, la nobleza, la política y la ciencia están unidas en Fiora Pirri. que tuvo en su infancia nurses extranjeras. pasó su adolescencia en un ambiente culto y refinado y alcanzó la madurez con un sobresaliente cum laude en arquitectura. Casada a principios de los años setenta con Franco Piperno, de familia modesta, dirigente de la izquierda extraparlamentaria y hombre de ciencia (actualmente es catedrático de Física en una universidad de Calabria). hay tres razones para explicar la radicalización de Fiora Pirri: una opción política bien definida. un matrimonio-desdichado (ella y Franco Piperno se separaron hace dos años) o la falta de cariño paterno: O las tres cosas a la vez.

El modelo jacobino

Casos como el de Fiora Pirri confirman la teoría del sociólogo Sabino Acquaviva, según el cual la ola de terrorismo que sacude Italia tiene poco que ver con los movimientos revolucionarios premarxistas (nihilistas. decembristas, etcétera) y que está más cerca de los mecanismos de la Revolución Francesa. del modelo jacobino. Es un mecanismo. explica el profesor Acquaviva, con tres fases: una filosófica. que se sitúa en el 68, paralela al mayo francés: una política la revuelta sindical del otoño caliente del 69 y la revolucionaria la presente iniciada con los enfrentamientos estudiantiles del pasado año.

La violencia tiene raíces profundas. Un célebre anarquista italiano. Enrico Malatesta, contaba que su admiración por los hermanos Graco, por Bruto y por Espartaco, nació de la espantosa miseria que él pudo contemplar de joven en Nápoles. Otro famoso italiano. el bandido Salvatore Gluliano. podría haber dicho que su popularidad se debió para expresarlo en términos modernos a la corrupción del poder de la época. Es decir, a la necesidad que tiene la gente, en casos de injusticia, de creer en mitos como los del bandolero justiciero.

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Alguien ha podido ver en las Brigadas Rojas una versión actualizada del bandolero justiciero. El radicalismo de otros puede explicarse, aunque no se justifique, por las injusticias vividas. Hay, en fin, quienes encuentran motivaciones más próximas. Indro Montanelli, por ejemplo, cuando trata de explicar quiénes son los ideólogos de las Brigadas Rojas encuentra esta explicación: hombres «entre los cuarenta y los cincuenta años, por que sus conceptos y su lenguaje son los de aquellos cuadernos o catecismos que el Partido Comunista repartía hace veinte o treinta años entre sus militantes. cuando la contraposición entre valor de uso y valor de cambio parecía una gran conquista del pensamiento revolucionario marxista». Respuesta in mediata y seca de L'Unita, periódico del PCI: « Está equivocado. Se trata en realídad de hombres de hace doscientos o 250 años. De tales contraposiciones, como es sabido, se hablaba ya en la segunda mitad del siglo XVIII. en los tiempos de Adam Smith.»

Un vacío en la izquierda

La insinuación de que las Brigadas Rojas, en particular, y el terrorismo político, en general, constituyan una perversión del comunismo ha sido frecuente en estos días. Insinuación que ha encontrado siempre réplica inmediata. «El terrorismo no es el hijo degenerado. sino exactamente todo lo contrario. de cualquier posición que quiera referirse a Marx o a Lenin». ha escrito el diputado Aldo Tortorella. Y el periodista Aniello Coppola: «La historia no se cambia con un « juego de palabras preelectoral. El PCI desde 1926 se ha reconocido en Gramsci y en Togliatti. no en Bordiga» (Amadeo Bordiga, fundador del PCI junto a Antonio Gramsci, fue pronto alejado de las Filas comunistas por su radicalismo revolucionario).

Hay algo cierto, y es que la llainada socialdemocratización del comunismo italiano (idea ésta rechazada firmemente por el PCI) ha producido cierto vacío en la izquierda, en la que bulle una magna de grupúsculos políticos y de facciones armadas, de rebeldía juvenil de elaboración ideológica original. Falta, según algunos, un partido digno de tal nombre que represente a la nueva izquierda. Rossana Rossanda, alejada del partido a mediados de los años sesenta, ha escrito: «Al PCI le debilita su incierta colocación frente a la Democracia Cristiana. El PCI ha ido, en plena crisis, a un acuerdo político con un cuerpo social, histórico, ideológico y clientelístico al que no sabe muy bien cómo definir, si como adversario o como enemmigo.»

A la crisis Italiana se le pueden buscar muchas explicaciones. puesto que es compleja. Una, la corrupción. Otra, ese desplazamiento hacia la derecha del Partido Comunista. Y muchas más. Hay una, sin embargo. a la que no se le concede importancia, y la tiene: !a imposibilidad, por razones de política interior y por las presiones internacionales, de que pueda darse una alternativa de gobierno que no sea democristiana.

El partido de Aldo Moro y Benigno Zaccagnini no es de militancia política, sino de estado de opinión: no se basa en una representación electoral, en el sentido técnico de la palabra, sino en la fidelidad a las personas. No hay afiliados (entendámonos, los tiene, pero esa no es su verdadera fuerza), sino clientes. Y esto hace al partido prisionero de sus feudatarios. Un, antiguo director del diario Il Popolo, órgano oficial de la DC, Ettore Bernabei, dijo en los años cincuenta: «Para elegir un diputado se necesitan cincuenta párrocos o cincuenta millones.» Y en aquellos años la DC tenía la excomunión del papa Pacelli contra el comunismo y el apoyo financiero de empresarios de la Cofindustria, muy distintos a lo que es hoy el patrón de la FIAT, Gianni Agnelli. Eso explica un poco todo.

La Democracia Cristiana de Italia es el partido político occidental que lleva más tiempo en el poder y de manera ininterrumpida. Algunos ministros de hoy llegaron al Gobierno cuando Truman estaba en la Casa Blanca (por donde luego han pasado Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford y Carter). Paolo Emilio Taviani, el correligionario criticado agriamente por Aldo Moro en una de sus cartas desde el cautiverio, ha sido veintiuna veces ministro: Emilio Colombo. veintitrés: Gluilo Andreotti. diecinueve: Marlano Rumor, catorce: Anlintore Fanfani. diez, y el propio Moro. catorce veces.

La innovación de Aldo Moro, la originalidad política de su proyecto, ha sido precisamente haber intentado romper con esa dictadura constitucional de la DC. Por eso se le echa ahora de menos. Por eso hay quien teme, y lo temen principalmente los comunistas, que mirar este pilar del compromiso hisiórico, como han hecho las Brigadas Rojas, ponga flin de manera imprevista y brutal, a la alternativa.

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