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Gene Wilder, protagonista de "El jovencito Frankestein", se confiesa

El actor está en España para promocionar su nueva película

Juan Cruz

Gene Wilder, el actor norteamericano que protagonizó con Martyn Feldman El joven Frankestein, uno de los mejores ejercicios cómicos de estos tiempos, está en Madrid para promocionar en España una película que ha escrito y dirigido y en la cual también es el primer actor: El mejor amante del mundo. Personalmente, este hilarante actor cómico parece más un ser identificado con los personajes dramáticos de Ingmar Bergman, uno de sus directores preferidos, que con los que aparecen en sus propios filmes.

El mejor amante del mundo se estrenará en Madrid dentro de un mes. Su exhibición le ha dado la oportunidad de venir a España, por primera vez. «Cuando era estudiante estuve a punto de aparecer por aquí», dice un Gene Wilder que abandona su voz de actor cómico para adoptar un aire poético que ya no abandona durante la conversación. «Pero me bajé del tren en Arlés, para ver la casa en la que había vivido Van Gogh. No había casa ya, sino una simple plaza. »Conoce a Cervantes y a algunos directores de cine español. «¿Ustedes consideran español a Buñuel?» Mitad y mitad. «iAh!, es internacional. Yo tengo mucho cuidado con las películas de Buñuel porque me atrae mucho su surrealismo y, siguiendo su línea, yo podría llegar a ser demasiado metafísico, como Sigmund Freud, que tratando de ser lógico y práctico se convirtió en especulativo y metafísico.

Al final de El gran amante del mundo, una parodia en la que se mezcla a Rodolfo Valentino y a una productora norteamericana que pretende encontrar un actor que supere la popularidad de aquél, el carácter que encarna Gene Wilder grita ante el productor que le ha probado y aprobado para encamar al nuevo Valentino: « ¡Todo esto es falso! ¡Esta no es la verdadera Vida! »

El grito parece una denuncia del mundo cinematográfico. «Pocas veces durante la película dice el carácter algo más ajeno a cuáles son mis pensamientos acerca del mundo del cine. El protagonista es un muchacho de Milwaukee obsesionado por hacer cine. Cuando está a punto de alcanzar lo que es el sueño de su vida considera que quien cuenta realmente es él, su propia vida, y no el sueño. El sueño le parece falso y yo dejo que lo diga. »

Para Wilder, por el contrario, las películas son a veces más reales que la vida misma. «Quizá eso ocurre porque estoy enfermo o porque la vida me parece una locura. Pero, en cualquier caso, yo soy la parte de la historia de la joven que llega a Hollywood con Rudy, el protagonista, y no soporta la vida en ese lugar y se marcha. Yo estuve en Hollywood cuatro veces antes de empezar a trabajar con la «20th Century Fox». Hasta la quinta vez no decidí que aquel podía ser mi puesto de trabajo casi permanente. Ahora vivo en las colinas de Los Angeles, separado de la vida fastuosa de parties en los que participan los artistas a los que les gusta salir en las revistas de cine. Yo me entretengo más friendo pollos.»

En la filmografía de Gene Wilder, como actor, además de El jovencito Frankestein, se incluyen Bonny and Clyde (dirigida por Arthur Penn), Los productores (Mel Brooks), Todo lo que usted quiso saber sobre el sexo (Woody Allen) y El principito (Stanley Donen). Su vida de actor se consagró cuando Mel Brooks lo vio interpretando en el teatro uno de los papeles de Madre Coraje, de Bertolt Brecht. Ahora Wilder se lamenta de que Brecht no pudiera vivir en América, «porque su estancia allí coincidió con la época de poder de MacCarthy. Pero podía haberse quedado porque con su vulgaridad y su poesía responde muy bien al arquetipo americano».

La comicidad de Gene Wilder, gran amigo de Woody Allen y admirador de su cine, especialmente de Annie Hall, oculta una tendencia al dramatismo «a la que no doy curso para evitar que mi cine no sea aceptado. Por eso disfrazo con un 93 % de comedia el 7% de seriedad que hay en mis obras».

Gene Wilder recurre frecuentemente al pasado para aludir a situaciones del presente. En El mejor amante del mundo se traslada al Hollywood de los años veinte para insinuar detalles del Hollywood de hoy. «Ahora trato de perder ese miedo a la realidad actual y trabajo en un guión que quizá termine de pensar en los Alpes franceses, donde pasaré unas semanas después de este viaje de promoción.»

La productora de Wilder cree que estos viajes de promoción le resultan penosos y fatigosos a este actor cómico. «Se equivocan. Me sirven para probar otros menús, conocer a otras gentes y ver desde lo alto cómo se empequeñece lo que uno cree importante, maravilloso y enorme. Los viajes me sirven para ejercitar mi humildad, y este ejercicio te conviene siempre a cualquier actor. »

Como un ejemplo de la humildad que persigue Wilder está la dedicatoria final de su última película: va destinada a «mi amigo Federico Fellini», que le ayudó a resolver una serie de problemas técnicos y de contenido, y cuyos consejos enorgullecen hoy a aquel joven de Milwaukee que se siente feliz en las afueras de Hollywood friendo pollos.

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