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España desprecia su potencial energético solar

Es frecuente escuchar de los ministros de Industria y, en general, de los partidarios de la energía nuclear que la energía solar no es solución a corto plazo, ya que no está desarrollada esta alternativa, que tiene muchas dificultades de inversión y toda una serie de frases hechas que parecen revelar un consciente desconocimiento de las posibilidades de esta energía cuya mayor dificultad consiste en su difícil capacidad de explotación por los mecanismos clásicos del desarrollo capitalista y porque, en el fondo, requiere casi una nueva concepción de la misma tecnología y hasta, nos atreveríamos a decir, de una concepción distinta de nuestra actual forma de vida.Si la energía solar, fuente de todas las otras formas de energía, ha de ser una energía que tenga sentido, es evidente que ha de servir para disminuir la tasa de consumo de otras formas de energía, como las fósiles, que son agotables, y, en consecuencia, ha de ser implantada cuanto antes. Cierto que requiere inversiones, pero éstas, originalmente, deben salir del sector público. No se trata de inversiones cuantiosas, sino más bien selectivas y de aplicación múltiple, sin dejar ningún aspecto del empleo de la energía solar, por «arbitrario» o innovador que pueda parecer. No es solución invertir, aunque sea cooperativamente, en una central de demostración de 10 o de 500 kw. como la que se va a instalar en Almería. Parece más conveniente analizar todas y cada una de las formas de utilización o aprovechamiento de la energía solar, tanto activas como pasivas, e invertir en las primeras y desgravar fiscalmente en las segundas.

Vicerrector de Investigación; Universidad Autónoma de Barcelona

Dirección: Jean Renoir. Guión: Jean Renoir, según una novela de Georges de la Fouchardiére. Fotografía: Theodor Sparkuhl y Roger Hubert. Intérpretes: Michel Simon, Janie Marése, Georges Flamanty Madeleine Bérubet. Francesa, 1931. Local de estreno: Pequeño Cinestudio.

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La utilización de la energía solar de modo activo significaría su empleo como tal forma de energía y sus transformaciones, con objeto de producir calor y electricidad, fundamentalmente. En otras palabras, sustitución inmediata de combustibles. A nivel individual requiere inversiones sustanciales, pero su amortización se puede conseguir en un lapso de tiempo relativamente corto. Una casa en Inglaterra (Terrace House) con tres dormitorios podría obtener un 70% de todas sus necesidades de calefacción y agua caliente con una placa solar de cuarenta metros cuadrados. En dos años está amortizada la instalación, gracias al combustible sustituido. Hemos de reconocer que no es una solución autosuficiente, pero su empleo colectivo podría significar un ahorro importante.

El empleo de modos pasivos de aprovechamiento, representa también un ahorro de consumo energético mediante una disminución del empleo del combustible para conseguir los mismos efectos. Tal es el caso del aislamiento térmico en sus diferentes formas y técnicas, aplicado fundamentalmente a viviendas, lugares de trabajo y edificios públicos mediante, por ejemplo, paredes aisladoras, dobles entradas y cristales dobles en las ventanas. Indudablemente, esto se traduciría en multiplicar por un factor el coste de las materias necesarias y, en definitiva, de la vivienda total, pero el consumo energético experimentaría una disminución que, traducida en amortización, requeriría más tiempo. Este tipo de construcción podría ser promovido mediante desgravaciones, no sólo por el ahorro de energía en sí, sino también porque exigirá una mayor demanda de materiales autóctonos y mayor empleo de mano de obra en todo el proceso productivo. Representaría también una mejora en la calidad de la vivienda y se implantarían habitats de concepción muy distinta al de las viviendas sociales de los últimos años.

Algunas dificultades, nada de utopía

Quienes propugnamos una auténtica racionalización de nuestro consumo energético no somos tan utópicos como para ignorar las numerosas pero superables dificultades que el empleo de la energía solar conlleva; pero, aun admitiendo sus desventajas (intermitencia), hay que reconocer objetivamente que su empleo como alternativa requiere su aprovechamiento como un todo. En otras palabras, la energía solar ha de ser aprovechada integralmente como energía calefactora y/o refrigeradora, empleando ya los colectores planos en toda nueva edíficación, completándola con sistemas eólicos de pequeña potencia, incinerando selectivamente los residuos e introduciendo las células fotoeléctricas que tienen la enorme ventaja de la producción directa de electricidad, bien para sustituir pequeños consumos, bien para producir combustibles o almacenarla electroquímicamente. Las células fotoeléctricas no han de ser necesariamente de silicio, cuya tecnología es actualmente cara e importada y que corre, además, el riesgo de ser fácilmente monopolizada, sino células de unión heterogénea que pueden dar sistemas de mayor eficacia que las del silicio.

En este orden de cosas, las investigaciones en curso se encuentran faltas de recursos (como toda investigación en España) y las parcas subvenciones de los diferentes organismos responsables de las grandes líneas de investigación en problemas que afectan al conjunto del país hay que interpretarlas como un claro propósito de no impulsar soluciones alternativas que habrá que adoptar, como siempre, con notable retraso.

Existen excelentes equipos de trabajo, algunos excepcionalmente buenos, como los dirigidos por los profesores Luque (Telecomunicaciones), Rueda (Autónoma) y Rodríguez Vidal (Complutense), amén de muchos otros que han de dedicar gran parte de su esfuerzo a la búsqueda de pequeños apoyos financieros.

En nuestro país la investigación universitaria ha sido pionera, pero sus resultados se quedan, con frecuencia, en el largo camino de muchos trabajos inacabados o abandonados por desidias burocráticas. Mención merecen también ciertos grupos de trabajo en algunas empresas como Piher o Femsa, lo que demuestra que una dirección em presarial inteligente puede contribuir a dar contenido a proyectos que en cualquier país recibirían todo el apoyo público. Por con traste, las iniciativas oficiales que dan reducidas a la creación de un Centro de Estudios de la Energía, con un presupuesto ridículo y dependiente del Ministerio de Industria (y de la energía nuclear). Que ésta no es la vía se verá bien pronto, en cuanto aparezca el nuevo Plan Energético. En un país solar por excelencia, el empleo de la energía solar, o, mejor dicho, su desprecio, es una tremenda realidad.

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