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La cuestión de una facultad nata o adquirida

Constantemente la inteligencia, su génesis, su evaluación, su desarrollo, constituye objeto de debates, investigaciones, estudios y polémicas. Francia y Gran Bretaña han sido objeto recientemente de un vivo debate público, suscitado por los diarios parisino Le Monde y londinense The Sunday Times. ¿Es la inteligencia algo adquirido por nacimiento? ¿Es el resultado de la educación recibida? ¿Cómo medirla?El debate tiene tras de si una gran carga social y política, estrechamente vinculada al interés científico de la cuestión. «Están en juego -se aseguraba en la publicación francesa Problemes Politiques y Socieaux, correspondiente al mes de septiembre último- las raíces de las desigualdades entre los hombres y se pone en cuestión la legitimidad de la estratificación social: según que se tome partido por la influencia dominante de la herencia (los hereditarios) o por la influencia dominante del medio (los ambientalistas).» Para los primeros, los seres humanos más inteligentes lo son por nacimiento; para los segundos, lo son por haber dispuesto de una mayor riqueza de medios en su formación y trayectoria biográfica.

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En función de ello surgen distintas actitudes científicas, pedagógicas y sociopolíticas. Pero las cosas pudieran, resultar más complejas de lo que expresaría tan simple dicotomía: «La lógica de la querella ha conducido a dividir a los especialistas en dos campos, pero de hecho no se debe rechazar la influencia combinada de los dos factores: la discusión acentúa la importancia de cada uno de los dos aspectos, el nato y el adquirido. Algunos investigadores escapan incluso de esta división dicotómica cuando pone en cuestión la idea misma de aislar la parte de cada factor, considerándolos de hecho como complejos fenómenos de interacción entre múltiples variables.»

Los orígenes del debate suscitado por Le Monde y The Sunday Times arrancan de un hecho delictivo. Sir Cyril Burt, sicólogo inglés mundialmente prestigiado, realizó unos trabajos que apoyaban firmemente las tesis hereditarias y genéticas. La inteligencia, según sus experiencias, parecía inequívocamente unida al nacimiento de cada ser humano. Entroncaba muy bien esta teoría con la de Arthur R. Jensen sobre los fundamentos genéticos de las desigualdades étnicas, entre negros y blancos de Estados Unidos. Pero el escándalo ha saltado a la opinión pública, a través del diario londinense The Sunday Times: los datos del célebre investigador eran falsos. Y no falsos simplemente porque respondan a interpretaciones erróneas, sino sencillamente porque su autor falseó los datos.

Esta fue la espoleta que desencadenó de nuevo la polémica, objeto de un debate inacabado que cada vez se complica más, con la corroboración de nuevos datos. La situación actual es ésta: ni está perfectamente demostrado que la inteligencia sea algo nato y genético solamente, ni tampoco está claro que sea el simple resultado de la educación y el ambiente. Es una interacción constante entre diversos factores.

La difícil evaluación

La evaluación de la inteligencia, como la de otros aspectos de la personalidad humana, constituye un difícil reto para las ciencias positivas. Desde que los fundadores de la ciencia moderna sentaran las bases de la Nouva Scienza, convertir en mensurables los más diversos aspectos de la realidad ha sido el sueño de cada rama científica que nace del tronco común definido por el método empirista.

Sin embargo, si bien en algunos campos de los que constituyen objeto de conocimiento científico -matemática, física, química...-, se han realizado grandes progresos en la capacidad de medir, en otros el método científico ha seguido otros derroteros. Medir es comparar cantidades diversas de una variable, con una fija o patrón, para establecer una correspondencia con la escala numérica. Correspondencia que permitirá, ni más ni menos, que operar con esos aspectos variables de la realidad fenomenológica -velocidad, distancia, fuerza...- con la misma precisión, soltura y dominio con que se manejan las cifras en las ecuaciones de la matemática. Las formas tradicionales de conocimiento y estudio de la realidad física, tal como son manejadas por Aristóteles, dan así palo a esas otras formas de manejo, posibles con la nueva física de Newton y Galileo, que crearán los modernos vehículos de transporte terrestre aéreo. La posibilidad de medir, por ejemplo, los aspectos variables presentes en el fenómeno luz, convierte la vieja óptica en la nueva óptica potenciadora de cámaras fotográficas, lentes astronómicas o econoscopios.

Cuantificar, clasificar

Otros terrenos del quehacer científico no han logrado esta correspondencia con el mundo del número y, no obstante, han dado también notables frutos de eficacia. Destacadas áreas de la medicina, la biología, por poner un ejemplo, han sido capaces de desarrollar una metodología propia de trabajo, tan precisa y científica como la de la física y la matemática, que escapan, sin embargo, al hecho de la medición.

La sicología moderna se mueve a caballo entre ambas metodologías. Campos como la epistemología genética, seriamente potenciada por Piaget, o el sicoanálisis, reclaman para sí el carácter de ciencias, mientras otros sectores, como la sicología métrica, son constantemente denunciados desde otras perspectivas científicas, como inexactas, a pesar de su manejo del número y la medida.

La conclusión de numerosas investigaciones, empeñadas en el intento cuantificador -no en balde la cuantificación es la base de la estratificación social- es el intento actual de asimilar diversas variables dentro de la misma magnitud inteligencia. Algo así como considerar diversas inteligencias, o inteligencias para cosas diferentes. Se trata de un intento de profundizar hacia la superación de una secuela de la simplicidad del pensamiento humano, quizá la mayor de todas, la que intentó clasificar y atribuir una cantidad a cada persona.

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