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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Los negros

Me llamaron de la revista Repórter para preguntarme si yo había sido alguna vez negro literario. Más bien para afirmármelo, porque el nuevo periodismo democrático y agresivo consiste en dar las calumnias por supuestas. En mis tiempos de reportero trabajábamos mediante preguntas. Ahora trabajan mediante insultos.Se lo he dicho a don Antonio Fontán:

-A ver si va a resultar que tiene usted razón y, la prensa no es ni debe ser el cuarto poder. Hay que moderar un poco a estos chicos.

Lo decía con mucho acierto César, escribiendo en Teide debajo de un tranvía, cuando los tranvías pasaban por Recoletos:

-La calumnia es una forma mágica de adivinación.

Bueno, pues en este caso no. Claro que una vez me llamó mi tía desde León, en vida del citado César:

-Que ya sé que le haces los artículos a González-Ruano. Cuánto me alegro, hijo.

Las tías de uno, las tías de todo el mundo, tienen una particular visión de la carrera literaria de uno. No quise decepcionar a mi tía. También pude haberle dicho que los artículos me los hacía Ruano a mí. O mejor Menéndez-Pidal. Pero yo por entonces no era más que un joven malvado sin ninguna maldad. Me dice Carlos Luis que ya ha salido la cosa en Repórter. Yo no he visto la revista porque aquí el quiosquero se ha mantenido terne -es lo suyo- en la huelga de las revistas, y el motorista, que me trae muchas cosas, toda la prensa de partido y algún telegrama azul y enamorado, como de Pedro Salinas, aún no me trae el quiosco completo. Cualquier día.

Carlos Luis sí que hizo de negro de Fray Justo Pérez de Urbel, y lo cuenta maravillosamente en su libro Un periodista en la dictadura. Bueno, otros tuvieron que ser niños puericantores en la escolanía de Cuelgamuros, cuando Pérez de Urbel era abad del Valle, y es fama que a los puericantores les castran, como a los ruiseñores, o sea que de ésa te has librado, tío.

No, no he sido negro de nadie, y bien que lo siento. Cuando yo vine a Madrid decían que don Eduardo Aunós tenían un negro que le escribía los libros mientras él echaba cuentas en el Tribunal de Cuentas, donde por cierto parece que sólo ahora se trata de poner las cuentas en claro. Las cuentas que dejó sin echar don Eduardo Aunós, porque el negro le Interrumpía mucho.

Le dije al periodista:

-Si no hay un blanco capaz de escribir lo que escribo yo, cómo lo va a escribir un negro.

Tonterías, porque no suele uno basar su humor en el juego de palabras y porque además los negros, cuando escriben, escriben muy bien, como Shengor y algunos novelistas norteamericanos. Lo que si es cierto es que, en la eterna picaresca madrileña, el negro literario ha desaparecido dejando paso al negro político, al que no escribe novelas para un novelista, sino discursos para un político. Todavía cuando yo vine a Madrid -por seguir recordando-, doña Julia Maura escribía comedias de Oscar Wilde, o sea que tenía de negro nada menos que a tío Oscar.

Se dijo que era el negro mal pagado de doña Julia el que la traicionaba con Oscar Wilde, y don Juan Aparicio salió en defensa de la ilustre dama, como un caballero del Imperio, como un Ivarnhoe del periodismo franquista, que es lo que era. Todo esto parece ya puro siglo XIX. Luego vino el negro. político y siempre nos hemos preguntado quién le escribía los discursos a Solís con tanta provisión de luceros, porque de Girón en cambio se sabía que tiraba de pluma, como se sabe de Areilza, y ahí está su prodigioso diario, que leo estos días con más gusto literario que político. Pasado el tecnoopus, que no necesitaba negros, sino contables, ahora se dice que los discursos de Suárez los escribe Onega, que por cierto ha incurrido otra vez ensalmo y salmodia en la reciente intervención del presi por la tele. Esta crónica es en realidad un anuncio por palabras donde me ofrezco como negro literario de político estable, preferible centrista, sólo mañanas, para discursos europeos, pactos Moncloa y apariciones TVE, porque la última, jefe, no ha convencido a nadie.

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