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Clanes y camarillas

En los estudios históricos y en los análisis sociológicos no se toman en consideración de manera sistemática los problemas de los clanes y de las camarillas. Desde mi punto de vista es una cuestión clave en las fórmaciones políticas de toda sociedad. El fenómeno resulta particularmente grave cuando, como en el caso de España, desde el siglo XIX hasta la actualidad, los clanes y las camarillas, principalmente articulados con las clases económicamente dominantes, muestran poderosas influencias, en especial a partir del Estado dictatorial.Los clanes; y las camarillas son los elementos principales de las burocracias políticas. Un clan genera una camarilla y conjuntamente crean un sistema burocrático.

Tales categorías sociales son, en parte, un efecto de las rupturas o, al menos, de los desfases producidos por los hombres políticos con relación a la clase social que, en un principio, ellos representaban auténticamente (cuando en apariencia, esto es, por ejemplo en la etapa de las prolíficas promesas electorales... ); luego, sin embargo, y principalmente a partir de su instalación en una u otra esfera del poder, tal tipo de «políticos» pasan por una rutinización y burocratización,- de la autenticidad pasan a representar su clase más bien «litúrgicamente».

La investigación histórica nos demuestra como, en unos y en otros países, durante las acciones para la conquista del poder político, lasclases sociales forman (a veces de manera fluctuante) sus orgarizaCiones políticas; cómo en los partidos se crean capas dirigentes; cómo algunos de esos dirigentes abandonan los métodos auténticos de dirección para inclinarse hacia la dominación al tiempo que organizan sus sectores de influencia privada; cómo estos sectores se transforman en clanes y camarillas que plantean una batalla, material o/y simbólica, con el fin de conservar y ampliar su zona de control e influencia «institucional»: 1º) en el seno de su clase y de su formación política, y 2º) en el Estado o en algunas de sus instituciones complementarias.

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En pocas palabras, si bien continúo pensando que las tensiones, las acciones y en suma la lucha de clases constituyen el motor principal de la transformación histórica, pienso además -y demuestro en los análisis concretos- que la lucha de clases pone de manifiesto, en el seno de cada clase, sobre todo en las que se estabilizan en una posición ultraconservadora, una cierta tendencia a convertirse en lucha de clanes, sobre todo durante los períodos de rutinización.

La lucha de clanes frena, en principio, la lucha de clases. La lucha de clanes también puede frenarse durante ciertas coyunturas y establecer compromisos excesivamente moderados e incluso falsos compromisos, lo que puede ser una manera de «olvidar», de ocultar y, en definitiva, de no hacer frente (de una manera directa y racional) a las tensiones y acciones de las clases contrapuestas.

Alguno de esos aspectos se plantea en la actual coyuntura. El problema, grave por sí mismo, puede revestir mayor, gravedad en los próximos meses. Hoy podemos observar que, mientras sectores cada vez más amplios de la burguesía española mentalizan de manera cada día más dinámica la ideología democrática, en el Estado siguen predominando los clanes, las camarillas, las burocracias y los métodos dictatoriales del franquismo. Mientras numerosos grupos de burgueses -sobre todo aquellos imbricados en actividades directamente productivas- desean iniciar una nueva etapa en la que por fin se planteen -y se resuelvan- de manera pacífica los en frentamientos entre bloques clasistas, un conjunto de viejos clanes y camarillas franquistas pretenden seguir ignorando ese impulso civilizado, en extraordinaria expansión, en la mayor parte de la sociedad española. La mayor gravedad de esa pretensión o de esa fingida" ignorancia es que, para oponerse a las poderosas corrientes democráticas. siguen empleando procedimientos represivos que son explícitamente condenados, no sólo por los dirigentes de los partidos progresistas, sino asimismo por las más altas jerarquías de la Iglesia y por todos los hombres cultos. Personalmente conozco burgueses, no sólo en Francia e Italia, sino también en España, a quienes les repugna y por ello rechazan toda intervención de cuerpos policíacos en la búsqueda de soluciones a los conflictos sociales.

Los clanes, las camarillas y la burocracia franquista practican una confusión que puede ser cada vez más monstruosa: la confusión entre lo privado y lo público. Para millones de españoles, los más conscientes de los rumbos y ritmos por los que avanza la historia, resulta cada día más intolerable que tales minorías burocráticas sigan utilizando privadamente el Estado, que es la estructura pública por excelencia. El aprovechamiento individual de las Instituciones que, por esencia, son colectivas, es uno de los fenómenos más alarmantes y destructivos de una sociedad.

La mayoría de españoles no puede seguir soportando que ese sistema de camarillas continúe explotando económica, política e ideológicamente el Estado y los enormes recursos de que dispone. Hay que acabar con tales confusiones. En contra de lo que algunos piensan -¡hasta llegan a proclamarlo en el colmo de la irracionalidad!-, el Estado no es un cortijo. Es preciso liquidar rápidamente la idea y la práctica que siguen haciendo del Estado un hermético coto franquista.

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