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Tribuna:Camboya:
Tribuna
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Una revolución que quiere partir de cero

Lo poco que se puede saber acerca de lo que ocurre en Camboya, nos llega a través de las informaciones de refugiados y de la radio oficial de Phnom Penh. Todo parece confirmar un presente muy difícil para los habitantes de ese país. Las matanzas que jalonaron la toma del poder por parte de los Khmer-rojos parecen continuar y cada refugiado aporta nuevos datos acerca de alguna masacre. Funcionarios del antiguo régimen republicano han sido ejecutados junto con sus familiares y dependientes, y lo mismo ocurre con los estudiantes y profesores, intelectuales de izquierda -estos en especial- y de derechas, artesanos, militares y burgueses, fuesen o no propietarios de tierras ¿Cómo se puede explicar este sangriento proceso? Parece claro que el nuevo poder Khmer quiere comenzar a construir una nueva sociedad partiendo de cero. Por los datos conocidos se puede apreciar la aplicación de una cuádruple revolución: 1) política, con la destrucción total de todo el aparato anterior. 2) social, con el transplante de miles de individuos a distintas zonas geográficas, deshaciendo familias, lazos afectivos, etcétera. 3) cultural, con nuevas consignas tendentes a la eliminación de todo signo occidental (el pelo se ha de llevar cortísimo y sólo se permiten los uniformes militares o los trajes nativos). 4) económica, más difícil de apreciar por cuanto el país está arrasado.Para conseguir los objetivos revolucionarios se han dado los siguientes pasos. El «poder» se ha concentrado en « La Organización» (Angkâr), este infalible y todopoderoso que no tiene cabeza visible. En este punto todos coinciden en que se ha eliminado el culto a la persona. No existen fotos de dirigentes ni líderes. A partir de los catorce años todo individuo, sea cual sea su sexo, es alistado en la Organización. Se les viste con material militar chino o norcoreano, y empiezan a trabajar bajo las «Doce Ordenes» o mandamientos revolucionarios, y que esquemáticamente vienen a ser: amarás, honrarás y servirás a los campesinos y a los obreros. Por tu fe revolucionaria ayudarás a cualquiera, sin importar en donde te encuentres. Respetarás a los demás, sin atentar en contra de sus intereses, ni robarás frutos de las plantaciones. No pronunciarás malas palabras y pedirás perdón por tus malas acciones. Devolverás aquello que te hayas apropiado y que pertenezca al pueblo. Te comportarás como el pueblo, siempre y en cualquier situación. No molestarás ni violarás sexualmente a hombre o mujer. Comerás y beberás productos revolucionarios. No deberás tocar los bienes del pueblo, no te apropiarás de una simple tableta médica ni de un puñado de arroz. Sé humilde con el pueblo y arrogante con los imperialistas americanos y sus lacayos. Amarás tu trabajo, sacrificándote con coraje, tu misma vida la darás por la Organización.

De todo esto se desprende un espíritu religioso-militar, y el mismo príncipe Norodom Sihanuk, utilizado durante los primeros pasos revolucionarios, ha sido eliminado. El 2 de abril pasado anunciaba a este efecto que dimitía de su puesto revolucionario para dedicarse a su familia. Tres días más tarde, el primer ministro Barudech Pem Nouth, al frente de su Gobierno de Unión Nacional, desaparecía para dar paso a la Asamblea, en donde un solo nombre resulta conocido: Khieu Sam pan.

Los escasos medios de difusión trasmiten la nueva terminología revolucionaria. A modo de ejemplo, no se utiliza ya el verbo «trabajar» sino «luchar». En cada pueblo se crean milicias populares y a sus miembros se les denomina oficialmente «espías». La burocracia es militar, por cuanto los miembros que la integran lo son, y son ellos los que dirigen el país, que según reza su misma constitución:

«Es un país en el que reina la felicidad, la igualdad, la justicia y la verdadera democracia, en la que no existen ni ricos ni pobres, ni explotadores ni explotados».

Si consiguen mantenerse en el poder, para lo cual cuentan, con el apoyo de norcoreanos y chinos, posiblemente con el tiempo se relaje este sistema visionario y rígido, contra el cual ya han empezado a actuar algunos grupos guerrilleros, mediante infiltraciones desde la frontera tailandesa. Algunos periodistas franceses afirman haber estado en el interior del país con grupos guerrilleros bien articulados. Por el momento, y sin poner en tela de juicio sus afirmaciones, parece difícil creer que se trate de algo más que de los antiguos miembros del corrupto régimen republicano, dedicados al pillaje y a recuperar ciertos bienes, abandonados con las prisas de los últimos momentos. Muy posiblemente resistan o sobrevivan hasta que la nueva revolución abandone los esquemas iniciales y se dedique a imponer cierto orden en la nación. De momento escasean las medicinas, las matanzas han diezmado a la población, y la dureza del trabajo, junto con la escasez de alimentos, hace que la supervivencia resulte verdaderamente precaria.

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