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BREXIT FC
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Amor y odio en el canal de la Mancha

Las relaciones entre ingleses y franceses han estado marcadas desde hace casi mil años por la guerra, pero en el fútbol la convivencia ha sido en general bastante pacífica

Inglaterra Mundial Qatar
Bukayo Saka celebra su tercer gol en el Mundial junto a Harry Kane y Phil Foden durante el partido entre Inglaterra y Senegal en el estadio Al Bayt el pasado domingo.Manu Fernandez (AP)

Desde hace casi mil años, las relaciones entre ingleses y franceses han estado marcadas por el odio y la guerra. Y también, es verdad, por episódicos momentos de amor. Desde que en el año 1066 los normandos invadieron Inglaterra de la mano del duque de Normandía, que se convirtió en Guillermo I el Conquistador, las guerras entre los dos países han sido legendarias. Ricardo Corazón de León (Ricardo I de Inglaterra) era también duque de Normandía, Aquitania y Gascuña y apenas vivió seis meses en tierras inglesas desde su coronación en 1189. ¿Y quién, o al menos quién de cierta edad, no ha oído hablar de la Guerra de los Cien años, entre 1337 y 1453? ¿O de la Guerra de Sucesión española (1701-14), con consecuencias trascendentales para España pero campo de batalla de ingleses contra franceses, como lo serían los nacientes Estados Unidos en la guerra de Independencia (1775-83)? ¿O las guerras napoleónicas (1804-15), con la emblemática batalla de Trafalgar que los ingleses aún celebran con la estatua de Nelson presidiendo la plaza de Trafalgar en el corazón de Londres?

Sin embargo, sobre todo en los últimos 100 años, el amor también ha jugado un papel en las relaciones anglo-francesas. Desde la Entente Cordiale (1904) a la liberación de la Francia ocupada por los nazis en la II Guerra Mundial, el fiasco conjunto de la crisis de Suez (1956), o la creación de la Comunidad Económica Europea en 1958, a la que los británicos se unieron en 1972 tras levantarse el veto del general De Gaulle. Quizás el símbolo más fuerte de la nueva relación fue esa enorme obra civil, el túnel bajo el Canal de la Mancha, que en 1994 permitió unir ambos países por tierra. Luego, claro, llegó el Brexit (2016), para recordarnos que ingleses y franceses (o británicos y continentales) siempre están a tiempo de tirarse los platos a la cabeza. Pero nada de todo eso impide que cientos de miles de franceses vivan en el Reino Unido, pueblen de ejecutivos la City de Londres y abarroten cafés y restaurantes en South Kensington. O que cientos de miles de ingleses vivan al otro lado del canal de la Mancha, muchos de ellos disfrutando de sus segundas residencias y casi todos admitiendo en privado lo maravillosos que son los mercados rurales franceses.

En el fútbol, la convivencia ha sido en general bastante pacífica. La rivalidad franco-inglesa en ese terreno es un bálsamo comparada con la rivalidad anglo-alemana. Inglaterra domina el mano a mano estadístico con Francia, pero es un falso dominio (17 victorias a nueve, con cinco empates), forjado a base de amistosos en la primera mitad del siglo XX. En los últimos años gana Francia, que se ha impuesto en cinco de los últimos 10 duelos y perdido solo dos.

Quizás la gran diferencia es que Inglaterra ha coincidido solo dos veces con Francia en la Copa del Mundo y cinco en la Eurocopa, pero se ha enfrentado a Alemania siete veces en el Mundial y cinco veces en la Eurocopa, con siete triunfos alemanes y solo tres victorias inglesas (pero la más importante: la final del Mundial de 1966 en Wembley).

En Qatar, Inglaterra ha llegado a los cuartos de final sin que se desate la habitual euforia patriotera ciega que siempre acaba en un chasco monumental. Una prudencia que quizás se deba a que Francia es la favorita de las casas de apuestas en su duelo con Inglaterra (y segunda favorita, tras Brasil, para ganar el Mundial). O quizás porque a Inglaterra le viene muy bien el papel del llamado en inglés underdog (el que no es favorito) y en el fondo tiene una discreta pero enorme confianza en un equipo joven, sin los humos de estrellas globales de la generación dorada de los Beckham, Lampard, Terry o Gerrard, que no ganaron nada con la selección. Los ingleses confían mucho en gente como Harry Kane o menos conocida del gran público global, menos endiosada, como Jude Bellingham o Declan Rice, para dar la campanada y pararle los pies a la Francia de Mbappé. A fin de cuentas, en este Mundial parece que puede pasar cualquier cosa y del éxito al fracaso no hay más que un paso. El mismo paso que separa el amor del odio en el canal de la Mancha.

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