España muere de realidad
La Roja requiere una revisión. Desde Sudáfrica solo ha ganado 3 de 11 duelos mundialistas, a Australia, Irán y Costa Rica
España se fue de Qatar tras dar la misma tabarra que en Rusia hace cuatro años. Una cantinela de 1.174 pases infecundos en 2018, récord en un Mundial desde las primeras mediciones en 1966, y un sermón cargante de 1.019 toquecitos en 2022, el tercer mejor registro. En ninguno de los dos casos tuvo mérito alguno. Tanto la selección rusa como la marroquí tiraron confetis. Era lo que pretendían, que España se sobara con la pelota mientras ellos les cerraban el paso, les dejaban sin aire, sin espacio. No es infrecuente que quien domina el espacio, por lo general aquel equipo que se siente inferior, pueda con el que solo gobierna la pelota. Bien lo deberían saber Busquets, Alba, Koke, Carvajal y Azpilicueta, los presentes en el tostón de Moscú —tanto pase para nueve remates a puerta— y en el peñazo de Doha —uno—.
En el periodo cumbre entre 2008 y 2012, la Roja controlaba por igual la pelota y el espacio. Era falsamente morosa. Tiraba pases hasta el delirio, para distraer si convenía, para buscar las cosquillas si era preciso, para aturullar si era necesario.
España era una idea sublime porque tenía los jugadores idóneos para vertebrarla. Ya no es el caso. Además, los rivales le han pillado el truco, se blindan de maravilla con dos regimientos muy apiñados a unos metros del área propia —Japón, Marruecos— y a España la consienten roncar con la pelota. Los datos son elocuentes. Ante el equipo africano, de los 1.019 pases, solo el 26,2% se dieron en el último tercio del campo ajeno. Y más significativo aún resulta ver quiénes fueron los catalizadores: Rodri (216 toques), Laporte (174), Pedri (134), Jordi Alba (88) y Llorente (82). De esta España a la Roja del viaje lunar de Viena 2008 a Kiev 2012 hay tanta distancia como la que separa la posición de Rodri de la de Xavi. El jugador del City ha batido un récord en Qatar: 637 pases en cuatro partidos. La mejor marca databa de Sudáfrica 2010: Xavi, centrocampista, no defensa central, con una ración de 599 en siete duelos.
España se ha ido destiñendo poco a poco. Se ha pretendido eternizar un romance imposible. Está bien como base principal, pero se requieren matices, variantes. Tanto por falta de futbolistas, como por el mejor desempeño de los adversarios. En nada pringa el estilo si al toque se le añaden intentos de paredes, de regates, de desmarques, de disparos desde fuera del área, de centros sin abusar... Con Luis Enrique, un fundamentalista del formato, no se han dado las alternativas. A él le gusta presionar y robar en campo ajeno. No hay caso si el contrario no quiere desabrocharse, no se puede birlar la pelota a quien la rechaza.
Contra Marruecos nadie quiso arriesgar un penique. Todo el mundo a salvo, cada cual ensimismado con la posesión, concepto que en el fútbol pierde sustancia si no se le añade mala uva. Tener por tener es tontería. Resultó chocante que nadie quisiera agitar el partido, como si solo existiera un manual. En un juego de aciertos y errores todos empavorecidos ante un posible desliz. Aspecto en el que debió intervenir Luis Enrique, tan protagonista en Qatar, tan facundo con su audiencia. No lo fue su equipo, al que no despejó sus temores.
La nueva dinastía internacional española tiene sus peculiaridades. En el fútbol de clubes, nada refiere más a un Mundial que la Copa de Europa, torneo que entroniza estos años al Madrid y solo da disgustos, y de los gordos, al Barça. En la lista de Luis Enrique, muy poco discutible en lo sustancial, figuraban dos del Real (Carvajal y Asensio, un suplente blanco) y ocho del Barça (Eric, Alba, Balde, Busquets, Pedri, Gavi, Ferran y Ansu). De los europeizados Real Sociedad, Betis y Sevilla, ninguno.
España tiene lo que tiene, un equipo notable con buenos días (Costa Rica), capaz de competir (Alemania) y de gripar (Japón y Marruecos). La Eurocopa y la Liga de Naciones pudieron confundir. Como Italia —fuera de Rusia y Qatar—, España va con el gancho desde hace tiempo. Desde Sudáfrica ha ganado 3 de 11 partidos mundialistas. A Australia, Irán y Costa Rica, que no son el Brasil de Pelé.
Cuanto antes se asuma el rango actual y se acepte un ligero aperturismo estilista, antes se evitará otra muerte por realidad.
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