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Mundial de Fútbol
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

España cae en la droga

La selección española sabe usar brillantemente el balón. Tan brillantemente que, cuando se olvida, es un espanto

Marruecos España Mundial Qatar
Dani Olmo, Pedri, y Marco Asensio hablan durante el partido de España contra Marruecos.Mohamed Messara (EFE)
Manuel Jabois

España cayó en la droga, que es la posesión por la posesión, el balón para tenerlo y presumir de él sin saber que sirve para meterlo en una portería, con la ventaja que da eso; España juega para tener el balón, algo muy ambicioso que se le da muy bien, pero al tenerlo puede caer en el vicio, que es moverlo sin saber qué hacer con él. Uno puede consumir opiáceos con un objetivo, que es aliviar un dolor muy grande y funcionar en la vida, y también puede consumirlos porque no puede pasar sin ellos, porque los necesita, aunque sólo le valgan para quitarse las ganas de tomarlos. Es la historia de la droga: puedes tomarla con un objetivo, pero si la tomas muchas veces llega un momento en que olvidaste el objetivo, y la tomas sólo porque si no la tomas es peor. Se llama adicción y pasa con las sustancias, con ciertos amigos, con el amor, con el trabajo, con un balón de fútbol. Nada de eso está mal si lo sabes usar. La selección española de fútbol sabe usar brillantemente el balón. Tan brillantemente que, cuando se olvida, es un espanto. Un tipo tirando naranjas al aire y recogiéndolas. Un tipo que hace una rabona en su área. Un tipo que llega a una cena y dice que él solo habla de lo que sabe, y no vuelve a cerrar la boca. Un tipo que se aburre a sí mismo y aburre a los demás.

Hay más espectáculo en un equipo sin balón, basculando y posicionándose, tapando vías de agua, mordiendo y aprendiendo hasta dónde puede llegar el árbitro sin que le expulse a ninguno, sacando el colmillo y el oficio, perros viejos y vagabundos que se buscan la vida en esos barrios bajos en los que de un trozo de pan duro se hace una tarta de cumpleaños, que en un equipo lujoso de clase y calidad que no sabe usar la clase ni la calidad; que no sabe usar la vida. La vida viene con un manual de instrucciones que hay que romper en cuanto se nace. Si no se rompe, y se aprende de memoria, como el fútbol, al final se corre el riesgo de creérselo. Y España se lo creyó 120 minutos aburridísimos, con mucho balón y ningún gol; empezó jugando a la velocidad del rayo contra Costa Rica, bajó una marcha contra Alemania, bajó dos contra Japón, bajó tres contra Marruecos. Marchas de velocidad, de toque, de desmarque, de agilidad física y mental. El enjambre de jugadores españoles que volvieron loca a Costa Rica en un partido supremo se ha ido deshaciendo con los días hasta convertirse en un enjambre de jugadores marroquíes defendiéndose de una armada invisible.

El desastre se acentuó en los penaltis. Tiró primero el especialista, que no había fallado en los últimos 16 penaltis: el primero al que hay que sacar de en medio a poco que alguien frecuente un casino. Por eso hay que conocer lugares pocos recomendables, acercarse a los vicios siquiera para observar, saber de qué va la cabeza de la gente. Llegó a tirar hasta Sergio Busquets, en su primer disparo a puerta desde el siglo XVI. La selección se va para casa no con impotencia sino con apatía, una parálisis en la prórroga y en los penaltis que solo cabe atribuir al talón de Aquiles de una selección prodigiosa. La juventud, la presión, la psicología que demuestra en el fútbol y en la calle que a veces el descaro y el atrevimiento dan resultados asombrosos; a cambio, la vulnerabilidad es máxima. La selección creía y nos hizo creer en los Reyes Magos, y ha visto su primer muerto. La vida sigue con aprendizajes tan brutales como este. Siempre somos mejores fuera de los sitios, pero no es tan divertido ver la fiesta desde la calle. Sobre todo en víspera de Navidad.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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