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Mundial de Fútbol
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Qué prefieres, México?

En un Mundial en el que el país vuelve a ser protagonista por muchas cuestiones más allá de su rendimiento deportivo, la respuesta en la cancha es inversamente proporcional al escándalo fuera de ella

El mexicano César Montes cabecea un balón en contra, durante el Argentina-México, este sábado.
El mexicano César Montes cabecea un balón en contra, durante el Argentina-México, este sábado.Rodrigo Jiménez (EFE)

¿Cuáles son los criterios que se establecen para elegir entre diversos males? ¿Cómo saber cuál es el “menos peor” de todos? Es algo así como el siniestro juego de carretera entre amistades que van a la playa: “¿Qué prefieres?”. Una pregunta que siempre va acompañada de imaginativas formas para complicar la decisión final. ¿Machucarse la mano con un cajón o golpearse el dedo del pie contra la cama por la mañana? Al momento de establecer esa clase de criterios respecto de dolorosos recuerdos —de cualquier naturaleza— las risas rápidamente se disipan.

El baúl de los recuerdos que aglutina historias entre México y Argentina en Copas del Mundo cuenta con versiones dolorosas y variadas para el Tricolor, angustiantes y con sabor a esperanza para Argentina (hasta que aparecía Alemania y todo se derrumbaba). La primera, aquella de 1930, suena más a un cuento que a una estadística porque la distancia en años palidece cuando se observan las gigantes diferencias entre lo que es el fútbol de hoy: en una Copa del Mundo del artificio y el despilfarro a un torneo al que algunos tardaron semanas en arribar en barco. Las más recientes, 2006 y 2010, sirven para subrayar la caída tan pronunciada en este arco narrativo.

En los octavos de final de Alemania 2006 una selección mexicana inteligente, disciplinada y valiente supo complicar a Argentina al grado a que cualquiera que recuerde ese duelo con mediana frialdad reconoce que la albiceleste sufrió y por momentos temió una eliminación a manos de los dirigidos por La Volpe. Apareció una individualidad, de esas que en Argentina parecen darse tanto, y el territorio de las esperanzas se convirtió nuevamente en territorio de crueles realidades para México.

En 2010 la historia se fue atenuando un poco más. Hubo un gol en posición adelantada (para quienes siguen crucificando la existencia del VAR, recuerden que hubo épocas en las que se purgaban derrotas y dolores más fuertes que el pensar en un antiguo amor al son del “qué hubiera sucedido si…”) y errores puntuales del seleccionado mexicano que culminaron con un nuevo despido en octavos de final. Nuevamente ante la Argentina de Messi y un entonces vivo Maradona.

En el primer Mundial sin la presencia del ídolo y su sombra sobre Lionel, México tenía frente a sí la gran oportunidad de, una vez más, redimirse frente a sí, hacer la tarea que quedó pendiente para el primer parcial y, de paso, convertirse en el villano del cuento. En el partido que el mundo entero veía para saber si en su último mundial Messi se iría en primera ronda o no, México jugó un primer tiempo acorde al guion que planteó su entrenador y que convino a sus intereses: serio, aguerrido, con presencia y fuerza. No obstante, fue incapaz de sostener tal ritmo en el segundo episodio y sobre todo careció de plan B, de capacidad de respuesta ante la salida de su capitán y destacado actor de los primeros 45: Andrés Guardado.

Los cambios en el tablero favorecieron también a la Argentina, que con un Enzo Fernández brillante supo liquidar la obra que comenzó, una vez más, una individualidad. Quizás la más destacada y más brillante de la década, el siglo, la historia o tal vez basta con serlo en el momento exacto y en eso Messi ha mostrado ser una y otra vez artífice, maestro e inventor.

En el historial de México frente a Argentina es quizás este el peor de los males, ese que lleva a sentir que un equipo murió de nada. En un mundial en el que México vuelve a ser protagonista por muchas cuestiones más allá de su rendimiento deportivo, la respuesta en la cancha es inversamente proporcional al escándalo fuera de ella. El morir de nada equivale a no haber ido. El libro de experiencias y anécdotas de México se ensancha pero en un entorno tan exitista es tal vez lo que menos importa.

El viaje en carretera parece estar llegando a su fin con la pregunta en el aire: ¿Qué prefieres? ¿Morir de nada o quemarte de volar tan cerca del sol?

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