Juan Carlos Escotet, propietario de Abanca y cuarta fortuna española, se sienta en el palco del Deportivo
El dueño de la entidad bancaria asume la presidencia del histórico club coruñés cuatro años después de tomar el control del club
Sin el yugo de una deuda que hace diez años se elevaba hasta los 168 millones de euros y de regreso al fútbol profesional, el Deportivo inicia un camino que se aguarda promisorio de la mano del propietario de su mayoría accionarial, que ahora además se pone en primera fila para ser presidente del club. Juan Carlos Escotet, banquero hispano-venezolano al frente de Abanca, asume el mando de una entidad de la que tomó el control en enero de 2020. Hasta ahora siempre estuvo en la tramoya, con presidentes no ejecutivos y directores generales en los que delegaba el día a día del club mientras el banco incrementaba su control accionarial y aportaba capital para compensar los desastres que ocasionaba la pelota. Ahora Escotet se sitúa en eso que en su día Augusto César Lendoiro, presidente deportivista durante un cuarto de siglo, denominó silla eléctrica.
El equipo coruñés, uno de los nueve campeones de Liga, pasó en enero de 2020 a estar controlado por Abanca, que era uno de sus mayores acreedores una vez estructurada la deuda que provocó la entrada en concurso de acreedores en enero de 2013. Fue a partir de ahí cuando Deportivo y banco se abocaron a encontrar sus caminos y firmaron diferentes créditos que aliviaron la salud económica de una entidad que Tino Fernández había heredado de Lendoiro en condición más que precaria. Así, en junio de 2017, y con el equipo en la máxima categoría, Abanca le prestó 45 millones de euros al Deportivo para liquidar su deuda con la Agencia Tributaria, un compromiso que cercenaba las opciones futbolísticas del equipo porque afectaba a su tope salarial. Parecía abrirse un nuevo horizonte, pero el balón no entró en la portería rival y el equipo se desplomó. Tres años después cayó a Segunda B y Abanca, de la que Escotet es fundador y accionista más que mayoritario con el 84% de los títulos, tomó el control del Deportivo. Ahora será su presidente y su sobrina, Michelle Clemente, la vicepresidenta.
En la banca desde que apenas era un adolescente, Escotet cumple este mes 65 años, es madrileño de nacimiento, hijo de un leonés y una asturiana que residían en Venezuela, tiene la nacionalidad española y está empadronado en A Coruña. Según los listados de fortunas atesora la cuarta de España, la tercera de su ciudad, tras Amancio Ortega y su hija Sandra. Su figura empezó a ser familiar en Galicia cuando hace once años como presidente del grupo venezolano Banesco pilotó la adquisición de la mayoría accionarial del Banco Etcheverría, una pequeña e histórica entidad fundada en Betanzos a inicios del siglo XVIII. Poco después ganó la subasta que privatizó NCG Banco, el rescoldo de las cajas de ahorro gallegas. “Era un banco escarallado, un paciente en terapia intensiva que ya puede correr una maratón”, dijo tiempo después sobre la operación. Abanca declaró en 2023 un beneficio de 711 millones de euros y sumó más de 130.000 nuevos clientes. Es el séptimo banco en España por volumen de activos y mantiene una ambiciosa política de compras que apunta a que escalará en ese escalafón. Cuando hace poco menos de cuatro años llegó al fútbol, Escotet se replicó a sí mismo. “Jamás vi una empresa tan escarallada como el Deportivo”.
Tan escarallado como andaba, el deportivismo se ilusiona con que el equipo siga el camino del banco. Pero la pelota no es tan fácil de controlar como las finanzas. Cuatro años en las catacumbas de la tercera división del fútbol español supusieron continuos desembolsos al banco, que no cesó en sus aportaciones y ha liquidado una deuda de 90 millones de euros a cero. El día que el equipo femenino, el Depor Abanca, recuperó su plaza en la máxima categoría del fútbol español, Escotet se sentó por primera vez en el puesto preferencial del palco. Su sobrina, que había sido futbolista del filial cuando con la directiva de Tino Fernández echó a andar ese proyecto, estaba a su lado. Ya era consejera del club y persona con mando en el día a día. La tarde que Lucas Pérez firmó con su zurda el regreso al fútbol profesional, Escotet lo vio en su palco VIP en Riazor, ataviado con una camiseta vintage. El Deportivo ya no es aquel club que hizo bandera del capitalismo popular, un modelo a la alemana en el que nadie podía tener más del 1% de las acciones. Lendoiro lo había promovido en 1992 con la llegada de las sociedades anónimas deportivas, lo liquidó en 2007 cuando el club se ahogaba económicamente y en esa inercia se aguantó más de una década entre vaivenes y tempestuosas juntas de accionistas en las que tenía la palabra todo el que se presentase con un par de acciones. Hace dos semanas, el Deportivo aprobó que sea preciso tener 1.500 títulos para acudir a esas reuniones. Con un dueño fuerte, y ya en el palco, el club inicia una nueva etapa.
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