Medina Cantalejo envió a su gente a predicar
Veo superfluo el intento que ha hecho esta semana Medina Cantalejo por calmar el ambiente en torno a los arbitrajes, que alcanza niveles furibundos
Howard Webb, aquel árbitro de nuestra final de Sudáfrica que dejó pasar sin tarjeta roja la escalofriante patada en el pecho de Nigel de Jong a Xabi Alonso, es hoy el jefe de los árbitros en Inglaterra. Hasta allí ha llegado el descontento con la antes respetadísima tarea arbitral y Web sale cada poco a dar explicaciones. The Guardian comentó al respecto: “Sin ánimo de ofender a Webb, que en 11 meses ha hablado más que su predecesor, Mike Riley, en 13 años, ¿quién, en esta creciente atmósfera de enfado, quiere escuchar que el VAR es bueno?”. Un hombre de Sky Sports, fue más allá: “¿En qué consiste tu show? Decirnos que tus árbitros lo hacen bien no tiene sentido. Deja ya de actuar como una estrella de televisión, Howard, y háblanos del desastre”.
Sin ir tan lejos, veo superfluo el intento que ha hecho esta semana Medina Cantalejo por calmar el ambiente en torno a los arbitrajes, que aquí alcanza niveles furibundos. No sólo habló él, envió apóstoles a los cuatro puntos cardinales. El tradicional silencio se mutó en intensa prédica, con Figueroa Vázquez en Radio Nacional, Sánchez Martínez en la SER y EL PAÍS, Hernández Hernández en la COPE, De Burgos en Onda Cero, Alberola Rojas en El Chiringuito, Soto Grado en Movistar, Munuera Montero en As…
Siempre el mismo mensaje, el caso Negreira hay que aclararlo y que paguen los que tengan que pagar, ataques a la actitud coactiva de Real Madrid TV, alusiones al desconocimiento de las reglas… Junto a eso, alguna cuita privada: Hernández Hernández se empleó a fondo para combatir las sospechas de barcelonismo, Soto Grado comprueba en el descanso si ha cometido errores en la primera mitad (¿para compensar?), De Burgos no repetirá esas explicaciones camino del vestuario que desaconseja el comité.
Nada que pueda satisfacer al aficionado ni vencer su recelo, legitimado por el caso Negreira y agrandado por la impresión de que su impunidad se consolida. Pero no nos pasa sólo eso: el Reglamento se toquetea con reformas de ida y vuelta, no sabemos qué es mano ni qué es fuera de juego y el VAR ha sido un tiro por la culata. Nadie puede explicar, por inexplicable, cuándo avisa de un error y cuándo no. Eso suponiendo que siempre que entra es para reparar un error, cosa no tan cierta.
Explicaciones concretas sobre decisiones concretas, como mucho el día siguiente; eso podría aclarar cosas, pero exigiría admitir los errores, y no están dispuestos. Prefieren la nebulosa de las discusiones de bar u oficina tras la emisión de las imágenes.
Y a todo esto, en la misma semana Gil Manzano, con Martínez Munuera y Del Cerro en el VAR, evaporó un penalti en el descuento del Ucrania 0, Italia 0 que hubiera podido meter en la Eurocopa a Ucrania en lugar de Italia. Una ley de bronce del arbitraje dicta que, puestos a equivocarse, que sea a favor del grande. Lo volvimos a ver anteanoche, cuando de nada le pitaron un penaltito al Huesca que dio la victoria al Valladolid. Un proverbio húngaro dice: “Si la piedra cae sobre el huevo, malo para el huevo; si el huevo cae sobre la piedra, malo para el huevo”. Mucho VAR, pero sigue habiendo piedras y huevos.
Todo esfuerzo inútil conduce a la melancolía, dijo Ortega. Se valora el intento de Medina y sus árbitros en este movimiento por explicar lo inexplicable, pero es inútil mientras haya Negreira, VAR y este Reglamento con normas de quita y pon. Y aun sin todo eso, seguirá habiendo piedras y huevos.
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