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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ganar el Dakar, (ojalá) visitar La Moncloa

Nadie se salva de una conversación privada donde suelen decirse burradas notablemente más graves que llamar “asshole” a un señor que por otra parte se sabe uno de los seres humanos más odiados

Carlos Sainz recibe la felicitación de su hijo Carlos a su llegada a la meta en Yanbu tras ganar el Dakar 2024.
Carlos Sainz recibe la felicitación de su hijo Carlos a su llegada a la meta en Yanbu tras ganar el Dakar 2024.HAMAD I MOHAMMED (REUTERS)
Ángeles Caballero

Carlos Sainz llamó gilipollas a Pedro Sánchez hace días en una charleta con señores del motor en la que se intercalan otros dos términos: “cojones” y “catalan situation”. Es una lástima que esa conversación no haya sido grabada al menos un par de minutos más porque de esos barros vienen otros lodos deliciosos, y podría apostarme con ustedes una caña y un pincho de tortilla a que se mencionan otras cosas, como alguna señora de buen ver, algún chiste de homosexuales y enanos y así hasta que Alfonso Guerra consiga el nirvana que merece.

El caso es que el piloto ha ganado su cuarto Dakar a los 61 años y una imaginaba que Pedro Sánchez se vengaría recibiéndolo en Moncloa con el chambergo de Davos y el coche aquel con el que resucitó de entre los muertos de la política para pedirle una vueltecita por los jardines de palacio.

Pero no. Solo ha puesto un mensaje en X en el que lo felicita y de paso comparte el aplauso con Lucas Cruz y Cristina Gutiérrez, ganadores también de esta carrera que se celebra en Arabia Saudí, donde abrirá su academia de tenis Rafael Nadal. Todo son alegrías para los próceres españoles. Felicidades.

La victoria de Sainz —que se presentó en la candidatura de Juan Manuel Villar Mir para presidir el Real Madrid en otro de esos momentos maravillosos de la historia de nuestro país— no puede verse empañada por este vídeo sin importancia, y constata uno de los errores crónicos de este país, el de dar importancia a las opiniones políticas de gente que se dedica a otra cosa, siendo, como es este caso, buenísimo en lo suyo. ¿Alguien le ha preguntado alguna vez a Sánchez por la dirección de fotografía de una película o si considera que los deportes de motor son un poco meh porque dependen excesivamente de la calidad de la máquina en cuestión y no tanto de quien la conduce?

Nadie se salva de una conversación privada donde suelen decirse burradas notablemente más graves que llamar “asshole” a un señor que, por otra parte, se sabe uno de los seres humanos más odiados y parece importarle más bien poco. Y porque, ya que estamos, es muy probable que no quede un señor de derechas que no haya llamado gilipollas a Sánchez, como no queda izquierdista vivo que no haya dicho algo similar de Isabel Natividad Díaz-Ayuso.

A mí todo esto me da muchísima vidilla porque aparte de alegrarme el triunfo de Sainz me ha permitido recordar aquella vez en la que nuestro ganador del Dakar dijo que José Luis Martínez-Almeida da la talla, cosa que no puede decir de otros, o algún que otro artículo en el que se ensalza al “Matador” —fantasía de apodo, por otra parte— y a toda su familia en su conjunto, en la que por supuesto todas las mujeres son cañonas e ideales y “de fuerte carácter”. Y otro en el que se afea que Perro haya tardado tanto en ladrar en X mientras Alberto Núñez Feijóo ha estado rapidísimo en su mensaje: “Experiencia y motivación son grandes garantías de triunfo y tú te muestras, año tras año, inagotable en ambas”.

Se me ha ocurrido algún chistecillo al respecto del agotamiento vital del líder de la oposición, pero mejor me callo. Total, en este país ya no se puede decir nada. Que se lo digan a Guerra.

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