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RELATOS DE UNA AMATEUR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La lección de las atletas “culonas y pechugonas”

La campeona Carmen Valero, recientemente fallecida, apartó a zancadas el machismo más rancio. Cuando empezaba a correr los chicos la mandaban “a fregar”

Carmen Valero
Carmen Valero, campeona en la categoría seniors femenina del campeonato de España de campo a través en 1977.EFE
Natalia Junquera

No existía aún este periódico cuando una mujer llamada Carmen Valero ya estaba cambiando el país. Era febrero de 1976, tenía 20 años y lo hizo corriendo, apartando, a zancadas, el machismo, los prejuicios, la estupidez humana. La víspera de ganar el campeonato del mundo de campo a través, cuando le entregó su dorsal, un directivo de la Federación de atletismo le dijo: “Aquí lo tienes, aunque, con lo culonas y pechugonas que sois las españolas, no sé para qué corréis”. En el mundial anterior ya había quedado tercera, pero seguían sin tomarla en serio. Ella lo contó en las páginas de este diario mucho tiempo después. Aquel año, 1976, se convirtió en la primera atleta española que participaba en unos Juegos Olímpicos (Montreal).

El obituario que le ha dedicado el periodista Carlos Arribas está lleno de hitos. Valero, nacida en Castelserás (Teruel), en 1955, y residente en Sabadell desde los tres años, falleció el pasado martes, a los 68, tras pasar varios días en coma por un derrame cerebral. Y me avergüenzo de mi ignorancia, porque descubro a Valero en ese texto en el que mi compañero lamenta su muerte recordando todo lo que hizo en vida. Por alguna razón, que quizá tenga que ver con esa manoseada palabra, sororidad, siento que es algo mío, una de las nuestras, y trato de imaginarla llegando la primera a la meta después de competir contra las mejores del mundo sobre el campo y contra el mundo en general antes de recoger el dorsal. Mi reino por haber podido ver la cara de aquel directivo de naftalina cuando esa valiente mujer -después de todo, una de los suyos- se convirtió en campeona.

Busco sus entrevistas, sus propias palabras, para tratar de conocerla mejor. En una de ellas, relata: “Fui pionera, abrí puertas, pero lo hice todo sin darme cuenta”. Los grandes logros suelen llegar así, de la mano de hombres o mujeres extraordinarios que mejoran lo que tienen alrededor sin ser muy conscientes de ello mientras otros sin tantos méritos buscan constantemente el aplauso y las portadas. “A los chicos”, explicó, “por ganar un campeonato del mundo les prometían 6.000 pesetas. Ninguno lo ganó. Yo gané dos, a las mejores soviéticas, y me dieron 200 pesetas por cada uno”. “Cuando salía a correr con chicos a la calle, me decían: ‘Vete a lavar los platos”. “En España tenía que correr con bombachos porque correr con braguitas como las que hay ahora solo podía en el extranjero, dentro estaban mal vistas” (...) “En una competición en Castro Urdiales de 10 kilómetros, el presidente de la Federación me prohibió correr. Que eso era mucho para una mujer. ¡Y yo entrenaba 25 cada día! La corrí y me sancionó”...

Su familia, que vivía en Cerdanyola, se trasladó a Sabadell porque era el sitio más cercano donde había un equipo para que Valero pudiera correr. Su padre, que de pequeña le ponía un cascabel en el pie porque la niña ya se escapa, siempre la apoyó. Tenía apenas 12 años la primera vez que compitió, motivo por el cual participó en la carrera con otro nombre: Teodora Rodríguez. Poco después, la revista británica Athletics Weekly hablaba así de Valero: “Hace tan solo unos años, nadie se podría haber imaginado a una chica española ganando un título mundial viniendo de un país que donde el atletismo femenino está mal visto por el Estado y la Iglesia”. En 2017, Kathrine Switzer, la primera en terminar el maratón de Boston, carrera de la que intentaron echarla a empujones por ser mujer, pidió a Valero que recogiera en su nombre el premio Derechos Humanos del Consejo de la Abogacía. “La admiraba muchísimo. En EE UU ya era bastante difícil ser mujer y atleta, pero sé que en España era aún más duro. Siempre tendrá mi agradecimiento por su gran contribución a la historia y a la lucha de las mujeres de todo el mundo”, dijo.

Valero nunca llegó a vivir del atletismo, pero no solo en el deporte vio el machismo. En el banco en el que trabajaba, “había muchos chicos como directores, como representantes y apoderados... Las chicas”, recordaba, “éramos más bien el cuerpo administrativo, las cajeras. Luego evolucionó un poco”. Casi cuarenta años de dictadura no pasan en balde y todavía hoy quienes no pueden utilizar, por edad, esa educación como excusa se comportan como si España siguiera siendo aquel país en blanco y negro.

La primera referencia sobre Carmen Valero en EL PAÍS es del día en el que este periódico salió por primera vez a la calle, el 4 de mayo de 1976 y se titula “nuevo récord”. El último texto publicado sobre ella en estas páginas es de un lector, Pedro Miguel Ruiz López-Rancaño, en la sección de Cartas a la directora. Dice: “Solo unos meses mayor que yo, me recuerdo, apenas adolescente, viendo correr a aquella catalana, embarrada, sucia y preciosa. La admiré como mujer y como deportista, y mi admiración fue creciendo con el paso del tiempo cuando llegué a apreciar lo que había logrado a pesar del nulo apoyo de los estamentos deportivos de la época. Supongo que de ocurrir hoy hubiera ganado los premios más importantes del deporte, y hubiera asegurado su futuro con patrocinios y la fama, pero le tocaron tiempos oscuros que ella, con su solo esfuerzo, convirtió en algo más luminoso”. Y tanto.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.
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