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TENIS | WIMBLEDON
Columna
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La ascensión imparable de Alcaraz

Volvió a hacer gala de su espíritu combativo y a demostrar el gran campeón que es resolviendo con pasmosa tranquilidad las crisis

Carlos Alcaraz celebra con sus allegados el triunfo contra Djokovic. Foto: TOBY MELVILLE (REUTERS) | Vídeo: Reuters
Toni Nadal

Cuando el año que viene Carlos Alcaraz llegue al All England Club Lawn Tennis & Croquet Club verá lo que muy pocos pueden ver: su nombre inscrito en el cuadro de los ganadores del torneo más emblemático del circuito tenístico. Con satisfacción podrá lucir la medalla que lo acredita como nuevo miembro del club, y sabrá que a sus 20 años ha conseguido lo que la gran mayoría de los jóvenes que se inician en este deporte anhelan alcanzar alguna vez: levantar la copa dorada que se entrega al campeón. El español, una vez más, volvió a hacer gala de este espíritu combativo que atesora y demostró el gran campeón que es resolviendo con pasmosa tranquilidad los momentos complicados de la gran final.

El partido no empezó bien para los intereses de nuestro compatriota. Carlos se mostró algo nervioso, errático y poco efectivo con su saque; fruto de ello, el serbio se adelantó con un rotundo 5-0 en el marcador y se anotó fácilmente esta primera manga por un claro 6-1. Vimos a nuestro jugador desconcertado y, en ese momento, creo que muchos pensamos que el serbio añadiría otro Grand Slam a su ya holgado palmarés. Sin embargo, el murciano decidió hacer borrón y cuenta nueva, se olvidó rápidamente de este primer parcial y consiguió paulatinamente ir dándole la vuelta a la situación.

Se anotó la segunda manga por un ajustado 7-6 y fue aquí donde Novak empezó a perder esta final. Afectado por ese ajustado set perdido, entregó rápidamente el tercero por un contundente 6-1 y también hubiera podido perder el cuarto si el español hubiera logrado convertir una de las dos bolas de break de las que dispuso en el segundo juego de este parcial. Pero fue justamente aquí donde Djokovic demostró, una vez más, su predisposición a la lucha y su gran calidad tenística. A pesar de contar con 16 años más que su rival y de verse en una situación desfavorable, siguió aferrado al encuentro y elevó su nivel, ajustó más sus golpes y logró evitar que Carlos cerrara la final sin darse una última oportunidad en el set definitivo.

Una final de Wimbledon entre los dos mejores jugadores del planeta, el número uno y el número dos, se merece esto: un guion más emocionante que nos mantenga toda una tarde de caluroso verano sin poder apartar la vista de la pantalla del televisor. Aunque es cierto que la diferencia de edad (16 años) daba cierta ventaja al español, llegados a este quinto set pensé que ciertamente cualquiera de los dos jugadores podía ganar.

Djokovic dispuso de una clara bola de break en el servicio inicial del jugador de Murcia, la desaprovechó cometiendo un gran error y algo turbado cedió el siguiente juego con su servicio. A Carlos sólo le quedaba mantener la calma —tarea nada fácil por mucho que diga “sólo”— e ir anotándose sus juegos al saque. Desde este momento hasta el final, con los seguidores españoles con el corazón en un puño, tuvo la serenidad, el aplomo y la valentía necesaria para encarar estos últimos juegos y llevarse el codiciado trofeo.

Sinceramente, no veo a ningún tenista del panorama actual, con la excepción de Djokovic, capaz de frenar el ascenso imparable de Carlos. Me imagino que a aquel no le quedan muchos años y, por consiguiente, creo que los aficionados españoles tendremos la oportunidad de disfrutar muchos más partidos y de celebrar muchas más victorias tanto en frías como en calurosas tardes de domingo.

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