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Vitoria adora a Asier Villalibre

Autor del gol del ascenso del Alavés, y clave en la última Supercopa que ganó el Athletic, se aleja de la imagen de divo de un futbolista de élite

Asier Villalibre celebra el gol del ascenso del Alavés en el campo del Levante.
Asier Villalibre celebra el gol del ascenso del Alavés en el campo del Levante.AFP7 vía Europa Press (AFP7 vía Europa Press)
Jon Rivas

La imagen de Asier Villalibre (Gernika, 25 años) con su larga y descuidada barba, tocando la trompeta tras vencer al Barcelona en la final de la Supercopa, dio la vuelta al mundo y se convirtió en un meme, e incluso en objeto de burlas cuando poco después, Álex Remiro, portero de la Real Sociedad con pasado rojiblanco, se mofó del delantero del Athletic tras la final de Copa entre los dos equipos vascos. Luego pidió disculpas, entre otras cosas, porque Villalibre, al que de chaval su entrenador le apodó El Búfalo por su forma de acometer a los rivales, es una persona sin dobleces; igual en el campo que fuera de él. Capaz de resumir en tres palabras, con inequívoco acento de la Bizkaia más euskaldún, la tarjeta roja que le sacaron a Lionel Messi por pegarle una colleja: “Se ha enfadau”.

Si antes era la afición del Athletic la que le tenía, y le sigue teniendo, un enorme cariño, en apenas seis meses en el Alavés ha conseguido que la grada de Mendizorroza se rinda a sus pies. Debutó con fortuna en el derbi frente al Eibar en Vitoria. Luis García Plaza le puso en el campo en el minuto 62, y siete después desencalló el partido con un gol de cabeza a pase de Luis Rioja. Minutos más tarde marcó el segundo de su equipo y comenzó a tener un lugar en el corazón de la hinchada alavesista, que cada vez que salta al campo le recibe con las ovaciones que reserva a sus ídolos.

Hace muy poco, en la última jornada de la Liga regular, Villalibre salió del campo entre lágrimas. Una victoria le habría dado al Alavés el ascenso directo, y él tuvo la ocasión más clara de su equipo, después de una gran carrera y de plantarse mano a mano con Álvaro Vallés, que esa tarde fue el héroe del ascenso de la Unión Deportiva Las Palmas. Al Alavés le quedaba la bala de las eliminatorias, dejó en la cuneta al Eibar y en la final, el Levante, al que no consiguió meterle un gol en los dos partidos de Liga, ni en la ida de la final en Mendizorroza. Tampoco en 128 minutos del segundo partido. El empate ascendía a los valencianos, pero Laguardia, en la charla previa al partido, les había dicho a sus compañeros: “Un amigo me ha dicho que este equipo es especialista en liarla en las situaciones extremas”. Sus palabras resultaron proféticas. En la penúltima jugada, una mano que descubrió el VAR, cambió la historia para siempre. Lo iba a tirar Luis Rioja, pero Villalibre se acercó, con su pasmosa tranquilidad, y le dijo: “Lo tiro yo”. Cogió el balón, engañó a Femenías y pasó a tener un hueco en la historia del Glorioso.

Después lo explicó, con sencillez, y confesó que tocaría la trompeta en Vitoria, “aquí no, por respeto a la afición del Levante”. El Barbas, le llaman sus compañeros del Alavés, donde cayó de pie y enseguida se hizo un hueco en el vestuario, porque nunca ha sido un divo del fútbol, a pesar de que era uno de los futbolistas más prometedores de la cantera del Athletic. Debutó con 17 años en el filial, la temporada en la que ascendió a Segunda División, pero se perdió el viaje a Murcia para jugar ante el UCAM, en plenas eliminatorias, porque tenía los exámenes de acceso a la universidad. “La formación es lo primero. Es un chaval sensacional, pero hay cosas más importantes”, decía su entrenador, Cuco Ziganda. Antes había destacado en el Basconia, filial también del Athletic, con 20 goles en 34 partidos.

Debutó en Segunda División con el Bilbao Athletic, y luego se embarcó en diversas cesiones al Numancia, Lorca y Valladolid, que aceptó sin rechistar pero que no salieron del todo bien. Regresó al Athletic, le marcó el gol en el 90 que llevó a la prórroga la final de la Supercopa, tocó la trompeta allí, sobre el césped, y con el grupo Orsai, formado por jugadores del Athletic. Sigue siendo un chico normal, que no elige lugares exóticos para sus vacaciones, sino que prefiere las fiestas de Gernika para tocar con una charanga, o se mete a jugar de portero en un partido de infantiles.

Diversas lesiones musculares le relegaron en el Athletic a un papel secundario, y en su última renovación aceptó una nueva cesión, la del Alavés, así que dejó el número 20 que heredó de Aduriz, y ahora, después de otro gol decisivo, tocará la trompeta ante miles de seguidores albiazules en la plaza de la Virgen Blanca. Vitoria le adora.

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