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Rüdiger, el funambulista de la batalla psicológica que secó a Haaland

El alemán, que apretó al noruego por todos los medios, solo ha visto dos amarillas este año y no le expulsan desde 2017

Rudiger y Haaland
Rüdiger trata de alcanzar el balón que protege Haaland.THOMAS COEX (AFP)
David Álvarez

Cuando Eder Militão vio en Stamford Bridge la tarjeta amarilla que le impedía jugar la ida de las semifinales de la Champions contra el Manchester City de Erling Haaland, la inquietud agitó al madridismo. A Antonio Rüdiger le sucedió lo contrario: comenzó a paladear la ocasión de medirse al noruego que aterroriza defensas por toda Europa. Llegado el momento, lo secó. Y lo desesperó.

Desde que intuyó que sería titular contra el City, el alemán habló mucho sobre el reto con David Alaba, a quien iba a acompañar en el centro de la defensa del Real Madrid, y con quien mantiene la relación más estrecha en la plantilla, con mucho tiempo compartido fuera de Valdebebas que incluye la complicidad de sus esposas. También recibió información del cuerpo técnico sobre un reto que Carlo Ancelotti quiso plantear como una tarea colectiva para desactivar a un equipo; no solo a un futbolista. Pero sobre todo empezó a enfocarse en cómo meterse en la cabeza de Haaland, a quien nunca se había enfrentado. Le motivaba de manera especial.

El noruego lo experimentó muy pronto. A los dos minutos se descolgó para recibir y Rüdiger se le echó encima y evitó que se girara. Fue una maniobra de mucha energía física en la que el árbitro vio falta. El central regresó a su zona correteando de espaldas, mientras miraba retador al delantero y agitaba las manos como burlándose del miedo que se decía que debía sentir. Fue el comienzo de una noche intensa, de la que queda un clip de vídeo icónico: el alemán asoma la cabeza bajo la axila derecha del noruego, luego bajo la izquierda, no se despega de él con una colección de maniobras desconcertantes mientras el noruego, paciente, sigue una jugada lejana.

Rüdiger ha usado siempre la baza de la desestabilización psicológica, con palabras y con gestos, con mucho contacto. A menudo, bordeando los límites de la expulsión, una frontera que no siempre midió de manera adecuada. Sus primeras cuatro temporadas como profesional, en Alemania, fueron volcánicas. Veía una roja cada 22 partidos, tanto en el filial del Stuttgart como en el primer equipo. Aquello le hizo cargar con una reputación de futbolista sucio que preocupaba a su círculo más próximo. Su hermano y agente, Sahr Senesie, promovió entonces una mudanza a la Roma que resultó providencial.

Cuando Senesie dio por terminada su propia carrera, en la que pasó por el Borussia Dortmund y la selección sub-21, su madre le encomendó dirigir la de Rüdiger e intentar evitar los errores que le habían impedido exprimir la suya al máximo. Su traslado a la Serie A en el verano de 2015 le ayudó a dejar atrás esa fama de jugador expulsable. También las frecuentes conversaciones con su hermano, uno de sus críticos más abiertos y sinceros. Le insistió en la importancia de controlar su impulsividad. En los 56 partidos de sus dos temporadas en la Liga italiana solo vio una roja.

De la Roma saltó al Chelsea en 2017, y en cinco temporadas en la Premier no le expulsaron ni una vez. Se movía en el filo disciplinario con una precisión asombrosa, tratando siempre de sacar ventaja del estallido del rival. Uno de los lances que más recuerda se produjo en marzo de 2021, cuando el Atlético visitó Stamford Bridge en la vuelta de los octavos de la Champions. En el minuto 82 Savic soltó el codo derecho, Rüdiger acabó en el suelo y el central rojiblanco, expulsado.

Sin embargo, y pese a que sigue apretando a los rivales por todos los medios, el alemán no ha sido expulsado nunca en las últimas seis temporadas, y este curso con el Madrid solo ha visto dos amarillas en 46 partidos de todas las competiciones.

El martes, con Haaland empleó todo su arsenal, de palabras, contundencia física y desconciertos. El noruego dejó el Bernabéu como el futbolista con menos intervenciones del partido (21), incluidos los porteros. Rüdiger se impuso en la primera batalla, pero se quedó impresionado con un futbolista al que terminó abrazando y que describió a su gente como increíble, por su velocidad y fortaleza. El central estaba contento por su pequeña victoria particular, pero frustrado por el empate.

Cuando la televisión que tiene los derechos en su país le preguntó por la vuelta, en su respuesta en alemán incluyó una palabra en español, “cojones”: “Tenemos los jugadores, tenemos la experiencia y tenemos los cojones para ir allí y ganar”.

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Sobre la firma

David Álvarez
Sigue la información del Real Madrid y la selección española en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de la sección de Deportes. Ha cubierto los Juegos Olímpicos, el Mundial de fútbol y la Eurocopa. Antes trabajó en ABC, El Español, ADN, Telemadrid, y La Gaceta de los Negocios. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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