Alcaraz, víctima de otra lesión, cede ante Norrie
El isquio derecho trunca al número dos, que había encarrilado la final de Río ante el británico (5-7, 6-4 y 7-5) y vuelve a la enfermería tras solo dos semanas compitiendo
Todo iba sobre ruedas. Hasta que todo se torció. El isquio de la pierna derecha de Carlos Alcaraz se resintió y la final de Río de Janeiro dio un giro drástico y radical, planteando un escenario prácticamente imposible. Crudo. Dolorido y sin poder ejercer los apoyos, el español, de 19 años, jugó durante una hora a manotazos, sin poder esprintar ni maniobrar. Sobreviviendo. Se revolvió, se rebeló, lo dejó todo. Pero no hubo manera: 5-7, 6-4 y 7-5 favorable a Cameron Norrie, tras 2h 40m. El percance físico le privó de revalidar el título en Brasil y volvió a subrayar la cruda realidad de las lesiones y el tenis, deporte en el que no existen las pausas ni las treguas. Tras disputar nueve partidos en 14 días, viniendo de una baja prolongada, la musculatura del murciano le frenó. Lo tuvo cerca, pero se esfumó.
De nuevo, su cuerpo actúa de cepo. Sucedió en noviembre, también en enero y la desgracia se repite en febrero. Después de haber encarrilado el pulso, con el primer set en el bolsillo y el segundo bien encauzado, 3-0 arriba, Alcaraz se echó la mano a la zona posterior del muslo derecho y reclamó al fisio. La final había explotado en mil pedazos. De poco sirvió el vendaje. Alrededor de una hora, desde el instante en el que Norrie le arañó su primer juego en el segundo set, el español no pudo más que replicar sobre un par de baldosas, sin movilidad ni capacidad para ajustar el tiro desde el perfil derecho. Aun así, apuró todas las opciones. Continuó en la pista a base de orgullo y de muñeca, pero el esfuerzo quedó en la nada.
“¡Tranquilo, tranquilo!”, le repetían desde el box, intentando frenar ese instinto incontenible de ir siempre al abordaje y de que el mal no fuese a mayores. Y escuchó el chico, que debe ir explorando nuevas vías porque en el tenis no todo es munición y las líneas rectas se transforman a menudo en curvas pronunciadas. Tuvo que echar el freno de mano el murciano y aceptar a regañadientes. Enrabietado, jugó durante una hora mellado, sin la posibilidad de replicar de forma real. Aun así, logró aturdir a Norrie, afectado por el cansancio y sorprendido por la terquedad y los chispazos del rival, pero más entero. Un set y 3-0 por debajo, el británico –batido el fin de semana pasado en el epílogo de Buenos Aires– encontró en el infortunio enemigo al mejor aliado.
“Qué partido, Charlie. Otra batalla”, resumió sobre la arena un tenista al alza, que se ha consolidado en la planta noble del circuito de la ATP y que ha alcanzado 13 finales en menos de dos años. Con cinco trofeos en la ficha, se desquitó tras ceder en Argentina y a comienzos de año en Auckland. Nadie suma tantas victorias como él (18) en este 2023. Maquilló, además, el particular con Alcaraz: ahora 4-2.
What it means! 👏🙌
— ATP Tour (@atptour) February 26, 2023
The moment @cam_norrie became the 2023 #RioOpen Champion!@RioOpen pic.twitter.com/zbrPLi7iEa
No es de los que se arrugan el 12º del mundo, que parece no estar pero que siempre hace la goma. Siempre se revuelve, apura toda posibilidad. Tiene el espíritu del maratoniano. Resistió el primer parcial, desbarató la primera bola de set pero a la siguiente acometida, encajado ese pasante de revés, perdió momentáneamente el norte. Le había sucedido la noche previa a Jarry: de la esperanza al ko. Tan cerca, tan lejos. Parecía que se iba del duelo, que se apagaba y que con ese 3-0 del segundo, el español había puesto la directa. Pero regresó. 3-4. En un abrir y cerrar de ojos, un giro radical. De repente, el isquio de la pierna derecha impuso un frenazo a Alcaraz.
Si veinticuatro horas antes se quejaba de la pierna izquierda, la tensión de la semana se acumuló en la otra extremidad. Cuando mejor pintaba la cosa, el físico volvió a jugarle una mala pasada. Al límite, se la jugó a la mínima expresión; dos o tres tiros y la final se resquebrajó. Ya no había guion ni lógica. De break a break, sin control alguno; cinco en los 12 juegos que se disputaron en el desenlace. Winners o nada. A las bravas él, Norrie terminó imponiendo la apuesta conservadora. Demasiada tralla para el murciano, que ha vuelto al circuito después de casi cuatro meses en la reserva (102 días de ausencia) y que este domingo acabó pagando el desgaste acumulado, así como la zozobra de una semana llena de vaivenes. Demasiada oscilación.
El mismo músculo de enero
Contuvo a Alves, remontó a Fognini, levantó las dos roturas de partida de Lajovic y volteó a Jarry antes de gripar físicamente ante Norrie. La pierna derecha, la misma que le impidió estar en Australia, volvió a trastabillarle. “Han sido 14 días muy exigentes”, decía a pie de pista, consciente de que el contratiempo le impedirá probablemente competir estos días en Acapulco –torneo al que también tuvo que renunciar hace un año– y de que su calendario queda en el aire. A falta del examen médico definitivo, el grado del daño determinará si puede participar o no en la gira norteamericana sobre cemento, que comienza el 8 de marzo en Indian Wells y continuará en Miami (a partir del 22).
“Es una cosa que hay que pensar. Voy a evaluarlo con el fisioterapeuta [Juanjo Moreno] y con el médico [Juanjo López]. Hay que ver la gravedad de la lesión y ver qué tengo en el isquio, y, a partir de ahí, evaluar para ver si puedo ir a jugar a Acapulco sin tener mucho riesgo”, afirmó en unas declaraciones recogidas por la agencia EFE. “El calendario es muy exigente y llevo 15 días dando lo máximo, sin parar ningún día, y cuando hay partidos como éste al final salen molestias. Es complicado sentir dolor en el mismo músculo en que tuve una lesión hace algunos meses, por eso me lo he vendado. Ahora debo recuperarme”, prorrogó.
No obstante, le han bastado dos semanas a Alcaraz para dejar claro que su colmillo competitivo está intacto: un título, una final. Impresionaron sus destellos en Buenos Aires y ha firmado un meritorio trazado en Río, donde solo ha encontrado tope en la jugarreta muscular. Este último no ha sido un torneo de brillos, sino de resistencia y agallas, de aprender a competir de otra manera. A 200 puntos de Novak Djokovic en el ranking –hubiera igualado con el serbio en caso de ganar–, las lesiones han ensuciado la meteórica ascensión que emprendió nada más asomarse en la élite. A sus 19 años, el de El Palmar empieza a comprobar el elevado peaje físico de su deporte.
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