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La clase psicológica de Darío Brizuela

El escolta del Unicaja destrozó al Barça tras casi perderse la Copa por la enfermedad de su hijo

Dario Brizuela Copa
Brizuela lanza entre Laprovittola y Higgins durante los cuartos de final de Copa ante el Barcelona.Emilio Cobos (EL PAÍS)
Jordi Quixano
Copa del Rey - semifinal - jornada 1
Real Madrid
Real Madrid
82 93
Finalizado
Unicaja
Unicaja

De pequeño se atolondraba con las palabras y tartamudeaba, miedo escénico a hablar en público, al punto de que tuvo que ir a una logopeda. Eso forjaba en parte su carácter tímido, después reconducido porque se refugió en la amistad y en su gente, la misma que el jueves le inundó de mensajes el móvil. Más que nada porque Darío Brizuela (San Sebastián; 28 años) destrozó al Barcelona con 27 puntos, una actuación estelar de la Mamba Vasca —apelativo que le llegó hace años porque su hermano, sin previo aviso, le cambió de nombre en su cuenta de Twitter por su afición a Kobe Bryant— para que el Unicaja alcanzara las semifinales ante el Madrid. Ahí, en el parqué, Brizuela es otro, un jugador en combustión, incapaz de contener sus palabras y sentimientos. Por eso desparramó lágrimas al concluir el encuentro, una liberación de adrenalina por el duelo y porque no tenía claro que pudiera acudir a esta Copa, pues su hijo Bruno, de apenas un mes de edad, está en la UCI junto con la mamá, Uxue. “La semana pasada pasé los peores días de mi vida, pero mi hijo está bien, ya se ha recuperado. Todo lo malo que tenía dentro ha terminado por salir”, acertó a decir. Y fue muy bueno. Toda una lección de psicología, la carrera universitaria a distancia que está por terminar.

Brizuela metió el primer triple y levantó los brazos para mirar a la grada de forma desafiante, preludio de lo que estaba por llegar. Una tras otra, cada anotación la festejaba con rabia, con mirada pendenciera. Como ocurría cuando era niño. “Tenía una actitud chulesca”, relató Brizuela para El Gancho de Daimiel; “y de los 12 a los 14 años ya recibía amenazas de muerte por las redes sociales. Era demasiado competitivo y me enfrentaba a árbitros y rivales”. Algo que se pudo ver también en el Olímpic de Badalona. “Es muy pesado, le gusta el trash-talking [término de la NBA que hace referencia al lenguaje basura para desconcentrar a los rivales]”, admitía su compañero Jaime Fernández, ahora en el Lenovo Tenerife. Pero ante el Barça lo aliñó con una actuación homérica.

Hijo de baloncestistas —su madre llegó a Primera y su padre estuvo en el Baskonia—, Brizuela ganó con 15 años el campeonato de España con su instituto (Usandizaga) al Ramiro de Maeztu, el vivero del Estudiantes, al que se unió al curso siguiente. Pocos meses después, sin embargo, sufriría un punto de inflexión, pues se rompió un pie y casi estuvo un año sin jugar. Con el tiempo, Pepu Hernández lo subió unos pocos entrenamientos con el primer equipo.

“Tenía mucha ambición y características especiales: agilidad, anotador, buen manejo de pies y manos, además de ser muy inteligente”, cuenta el exseleccionador. Algo que le sirvió, la buena cabeza, en 2017 y ya como profesional, cuando Omar Cook y Edwin Jackson le restaron minutos en la cancha. “Me di cuenta de que tenía que hacer más. Cambié mis rutinas y mi preparación veraniega. Pasé de entrenar una vez al día a cuatro sesiones, a trabajar lo psicológico, a fortalecer la personalidad…”, reconocía Brizuela, que en 2019 llegó al Unicaja.

En el vestuario malagueño se hizo íntimo de Alberto Díaz, con quien ganó con España el pasado Eurobasket y con quien comparte estos días la habitación, ambos tranquilos y poco dados a salir. “Darío prefiere leer libros que escuchar música. Le encanta estar con su familia y tiene muchas inquietudes sociales”, cuentan desde su entorno. Aunque también se pirra por la F-1 y por el Arsenal.

Tras derrocar al Barça, Darío fue arropado por todo el vestuario, consciente de que no son días fáciles para él. Hace dos cursos ya le anotó 33 puntos a los azulgrana. Hoy, la Mamba vuelve dispuesta a dar otra clase de psicología.

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