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Correa arregla al Atlético

Tras un primer tiempo desastroso, la entrada del argentino fue decisiva para que los de Simeone eliminaran al Levante con goles de Morata y Marcos Llorente

Correa remata a puerta ante la presencia de Rober Pier durante el Levante-Atlético (0-2) correspondiente a los octavos de final de la Copa.
Correa remata a puerta ante la presencia de Rober Pier durante el Levante-Atlético (0-2) correspondiente a los octavos de final de la Copa.Manuel Bruque (EFE)
Ladislao J. Moñino

Hay ocasiones en las que la lógica es una quimera imposible en el fútbol. Ángel Correa, el futbolista más anárquico del Atlético, puso orden al juego de su equipo para certificar el pase a los cuartos de final de la Copa. Había naufragado el equipo de Simeone en el primer tiempo, desnortado y empequeñecido por no ligar dos pases seguidos. Y fue Correa el que enmendó la plana a sus compañeros.

Afiló un par de transiciones y fue suficiente para que el Atlético finiquitara al Levante. Quizá sea Correa el jugador con el que Simeone sea más injusto cada vez que lo manda al banquillo. Hasta en sus peores partidos siempre da algo. Y anoche aportó lo que más le faltaba a su equipo, clarividencia y precisión en el medio del campo y en los últimos metros. A lomos de Correa el Atlético alcanzó los cuartos de final de la Copa por primera vez desde la temporada 2017-18. Participó en los dos goles y volvió a reivindicarse como imprescindible en un quipo que estaba peleado con la pelota.

El fútbol es un juego en el que la continuidad la da la pelota. Se trata de pasarla bien, algo en lo que los futbolistas del Atlético suspendieron en el primer tiempo. La falta de precisión no solo afecta al gol, afecta al pase y a los controles, principios básicos del juego. Ese garrafón de entregas falladas fue un despropósito y una aberración en un equipo plagado de internacionales y con dos recientes ganadores de la Copa de Mundo, Molina y De Paul. Ambos, en lo que va de temporada, también van camino de coronarse como campeones del mundo de malos centros.

La tónica fue tan generalizada que delató a un equipo sin calma ni temple. Hasta Griezmann, convertido en los últimos partidos en el único jugador de pie decente, se sumó a ese fútbol de botas cuadradas. Esta vez, el Levante no creció porque Simeone ordenara un paso atrás o fuera reservón en su planteamiento. Jugó con Llorente, Morata y Griezmann arriba y con De Paul y Barrios escoltando a Kondogbia. Fueron sus futbolistas los que le entregaron el gobierno del partido. A fuerza de regalarles la pelota empezaron a emerger los Son, Montiel, Musonda, De Frutos y el combativo Bouldini. El marroquí cargó a Oblak en el área con el brazo en un balón aéreo y el contacto fue señalado como falta por el colegiado después de que Pepelu aprovechara el rechace para marcar. Suspiraron los jugadores de Simeone. Si con el partido empatado no tenía un pase, con el marcador en contra se hubiera disparado su desquicie. El propio Bouldini en la siguiente jugada les hizo palidecer con un disparo duro que silbó por encima del larguero.

El final del primer tiempo fue otro alivio para el Atlético ante el desastre de partido que estaban dibujando sus futbolistas. Operó Simeone sentando al canterano Barrios. En realidad, podría haber mandado al banquillo a cualquiera ante tanto despropósito. El elegido para enderezar el partido fue Correa y este fue mano de santo. Con un par de pases al espacio precisos, les recordó a sus compañeros que el fútbol no es posible sin hilar unos con otros. Su entrada no significó que Llorente retrasara su posición. Entre los remedios que busca Simeone para salir del bache, el penúltimo ha sido situar al volante como delantero. En los últimos metros su explosividad es definitiva para romper al espacio. Y eso hizo cuando Correa le vio por el rabillo del ojo que le doblaba. El centro de Llorente lo pescó Morata en el segundo palo. Fue otro ya el Atlético.

Llorente delantero

Más asentado y con menos necesidad de defender en su área. Por si acaso, Simeone dio entrada a Saúl por Morata, adelantó a Correa y retrasó a Llorente. Un codazo de Kondogbia a Alex Muñoz en un salto de cabeza en el área le devolvió la inquietud. El VAR determinó que no era penalti. La acción y la posterior entrada de Soldado depararon una carga final del Levante. Un bombardeo de centros laterales que apuró poco a Oblak y a sus centrales. Hasta que Llorente confirmó que su sitio en el fútbol está del centro del campo hacia adelante para culminar una contra en la que también intervino Correa e incluso Molina acertó en el último pase. Eso tan primario y determinante en el fútbol.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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