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Las nuevas reglas aceleran el juego hacia el balonmano total

Se meten más goles que nunca, se juega más rápido, ya no valen los jugadores que no ataquen y defiendan a toda velocidad: cada gol recibido es el inicio de un contraataque

El jugador del Barcelona, Luka Cindric, duante un partido de la Champions League en octubre.
El jugador del Barcelona, Luka Cindric, duante un partido de la Champions League en octubre.Bo Amstrup (AP)
Carlos Arribas

El partido de fútbol perfecto, decía la filosofía italiana, es el que termina 0-0. Johan Cruyff, y la afición, que la gozaba, demostró su falacia cuando propuso, y llevó a la práctica, que esa perfección conducía a la nada, que la perfección era en todo caso la sencillez, que en fútbol se trataba de meter un gol más que el rival, y si eso conducía a ganar por 5-4, mejor que por 1-0. El profeta del fútbol total fue hace 40 años el dios personal de Juan Carlos Pastor, portero y entrenador de balonmano, que desde niño se propuso construir en su deporte lo que Cruyff había hecho en el fútbol, y emprendió el camino hacia el balonmano total. Y siempre siguió su doctrina, la clave ideológica del fútbol total: “Jugar bien y no ganar no tiene sentido; ganar sin filosofía de juego tampoco lo tiene”

“Y del balonmano total estamos cada vez más cerca”, dice Pastor, de 54 años, cruyffista por llevar la contraria a su hermano mayor, que en el Mundial 74 le dijo que iba con Alemania. Todavía niño, Pastor empezó a entrenar a otros niños en su colegio, y hacía que los más pequeños defendieran en medio campo, lejos de la línea de nueve metros. Construyó su estilo en el Michelín y el Valladolid, llevó a la selección española a su primer título Mundial y entrena desde hace años al Pick Szeged, un club húngaro habitual de la Champions. “Se acabaron los jugadores especialistas. Ahora todos tienen que atacar y defender, y a toda velocidad. El balonmano exige ya jugadores totales”.

“Antes había jugadores más especialistas. Ahora todos tienen que saber atacar y defender, ser más rápidos, tener doble inteligencia”, concuerda Imanol Arruti, entrenador del Bera Bera femenino y uno de los técnicos de la selección femenina. “Jugadores de 2,10 metros y 130 kilos, si no son rápidos ya no valen”.

La evolución ha sido larga, de un par de décadas, pero la revolución del reglamento llevada a cabo a partir de esta temporada por la IHF, la federación internacional, la ha acentuado y asentado.

Tres son las nuevas reglas. La primera es que el juego no se detiene para sacar tras un gol, sino que se reanuda en movimiento siempre que el balón pase por un jugador que esté en un círculo de cuatro metros de diámetro que se ha pintado en el centro de la cancha. Cada gol recibido es ahora una ocasión de contraataque, o de contragol, como dice la gente del balonmano. No hay tiempo apenas para hacer cambios, para introducir jugadores defensivos.

La segunda regla señala que desde el momento en el que el árbitro levante el brazo para advertir, el equipo que ataca está obligado a lanzar a puerta tras un máximo de cuatro pases, y no de seis, como antes. Y la tercera: el jugador que al rematar golpee la cabeza del portero con el balón sufrirá una exclusión de dos minutos. El castigo es tan duro que los porteros ya saben que cuando entre un lateral en ángulo, o un extremo, podrá pensar en defender otras zonas, sabiendo que no le va a tirar a la cabeza.

Las reglas se adaptan a la revolución del juego y los goles se multiplican. Como profetizó Cruyff para su fútbol que todos aspiran a saber jugar, en balonmano los resultados de toda la vida, los rácanos 18-19 o empate a 21, han dejado paso a tanteos tan extraordinarios como el 41-42 de un Huesca-Anaitasuna en la Asobal.

Y no es una excepción. Cumplidas nueve jornadas de liga, la media de goles por partido es de 62, tres tantos más que en la temporada anterior y seis más que en la 20-21. Y 10 de los 16 equipos tienen una media de 30 goles o más, cuando en el anterior curso fueron siete equipos y tres en el 20-21. El Barça de Antonio Carlos Ortega, con una media de 38 goles lidera el tanteador de la misma manera que lo hace en la Champions europea, donde, con la misma media de 38, en una competición en la que también 11 de los 16 participantes alcanzan una media de 30 o más goles. El Magdeburgo alemán, maestro en el nuevo juego, sin embargo, le frenó al Barça en la final del Mundial de clubes por 41-39.

Son partidos sin respiro, sin pausa, y los realizadores televisivos deben entrenarse para transmitir al nuevo ritmo. “Se podría decir que es una baloncestización del balonmano”, señala Arruti. “No es correcalles, es baloncesto. Se sigue defendiendo bien, pero diferente. Ahora se defiende con las piernas, no solo con el cuerpo o las manos. Saliendo de la línea, acosando para obligar a botar al atacante, se juega más inteligentemente, leyendo el partido. No se trata de cerrarse e ir juntos a bloquear en la línea. Hay más salidas”.

Pastor simplifica la revolución. “Hay más goles porque hay más posesiones. Hay más ataques y más rápidos. Pero no es solo ahora. Antes se sacaba también rápido y se hacían también menos cambios. Ya habíamos hablado: jugador que no ataque y defienda lo va a tener complicado. Ahora se acentúa”.

El equipo que saca ahora gana segundo y medio o dos metros, y para aprovecharlo mejor el portero tiene que ser muy hábil para sacar el balón de la portería rápido. “Pero a veces la pelota se queda enredada en las redes, porque usamos tanta pega [adhesivo para que no resbale la pelota en las manos] que no sale...”, añade Pastor, quien desde los 14 años sabía por dónde soplaba el viento, y ya piensa en nuevas evoluciones. “El paso siguiente es conseguir más goles de contragol cuando se está en inferioridad. Todavía no se ha visto tanto, pero se verá...”

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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