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LIV Golf, la revolución

Comienza en Miami el último torneo este año de la liga saudí, el millonario circuito que ha llevado al deporte a una guerra deportiva, económica y judicial

Donald Trump, a la izquierda, ve entrenarse este jueves a Sergio García.
Donald Trump, a la izquierda, ve entrenarse este jueves a Sergio García.Lynne Sladky (AP)
Juan Morenilla

La revolución se escribe con tres letras: LIV. O más bien, con números romanos. LIV es 54, la cantidad de hoyos de cada uno de los ocho torneos con los que la liga saudí ha sacudido este año el golf hasta partirlo en dos. De un lado, los jugadores que permanecen fieles al circuito estadounidense (PGA Tour) y al europeo (DP World Tour), figuras como Rory McIlroy y Jon Rahm. Del otro, quienes han aceptado el cheque lleno de ceros del fondo soberano de Arabia Saudí para enrolarse en su nueva competición a pesar de que eso supone la expulsión de la gira americana y pone en riesgo su participación en los grandes. Entre ellos, Dustin Johnson, Sergio García y Cameron Smith.

Este viernescomienza en Miami, en un campo de Donald Trump, la octava y última cita de la liga saudí este año. A diferencia de las siete anteriores, que unían la parte individual y la colectiva, solo se compite por equipos (12 cuartetos). Pero como en todas las otras paradas, en juego hay una montaña de oro. Si en Londres, Portland, Bedminster, Boston, Chicago, Bangkok y Yedda se repartían 25 millones de dólares por domingo, en Miami el botín se dobla: 50 millones para los equipos, 16 para el grupo vencedor. Dinero y más dinero en el corazón de un proyecto rompedor en el juego (tres días, 54 hoyos, salidas simultáneas, sin corte y la opción de jugar en pantalón corto) y el talonario. El dineral saudí ha cautivado en un goteo continuo a tal cantidad de estrellas que el circuito americano ha tenido que responder de la única manera posible: rascándose el bolsillo. El PGA Tour elevará la bolsa de premios hasta 20 y 25 millones por competición, creará tres nuevas citas internacionales y los mejores jugadores disputarán los mismos 17 torneos, más tres a su elección, incluyendo los cuatro grandes.

La guerra viaja del green a los tribunales. En el campo, alta tensión cuando coinciden golfistas de los dos ejércitos. Miradas, comentarios... En los despachos, una batalla judicial. En agosto, 11 golfistas denunciaron al PGA Tour por suspenderles y violar supuestamente las leyes antimonopolio. Según ellos, son autónomos con la libertad de jugar donde quieran. El inicio del juicio está previsto para agosto de 2023, pero antes la jueza Beth Labson, de California, denegó que tres jugadores pudieran disputar las series finales del circuito americano, la FedEx Cup, un primer golpe a LIV Golf. Para la jueza, no hay ningún perjuicio económico para quienes cruzan la frontera rumbo a la liga saudí, sino al contrario porque esos contratos son más jugosos; la vinculación con LIV es más restrictiva porque les obliga a presentarse en las 14 citas previstas para 2023; y no ve indicios de monopolio porque el nuevo circuito ha podido concluir la temporada, no ha tenido problemas en fichar más jugadores y está planificando el próximo curso. Ocho de los 11 denunciantes han retirado la demanda.

El DP World Tour vive su 50ª aniversario entre llamas. El circuito europeo no expulsó a los rebeldes, pero multó a cada uno con 116.000 euros por jugar en Londres. Varios golfistas, como el español Adrian Otaegui, llevaron el castigo a juicio y las sanciones fueron suspendidas cautelarmente. Otaegui ganó hace dos semanas en Valderrama y compite en Miami. De un bando a otro. Y entre medias, otro incendio. Los livers no reciben puntos para el ránking mundial a pesar de estar asociados al Mena Tour, un circuito que organiza torneos en Oriente Medio y el norte de África, y eso cierra la puerta de los cuatro grandes a un buen puñado de astros. Hoy por hoy, algunos de los mejores jugadores del mundo no jugarán los mejores torneos.

Arriba, de izquierda a derecha, Carlos Ortiz, Eugenio López-Chacarra, Sergio García y Abraham Ancer, tras ganar por equipos en Bangkok, junto a Greg Norman. Abajo, los caddies de los jugadores.
Arriba, de izquierda a derecha, Carlos Ortiz, Eugenio López-Chacarra, Sergio García y Abraham Ancer, tras ganar por equipos en Bangkok, junto a Greg Norman. Abajo, los caddies de los jugadores.LIV GOLF

La cara del conflicto bien podría ser la de Sergio García. El castellonense, de 42 años, ha renunciado a la tarjeta del circuito europeo, y de rebote a ser elegible para la Ryder, competición en la que es el máximo anotador histórico (28,5 puntos), por ese clima de guerra civil. Expulsado del PGA Tour y figura en la liga saudí, abandonó harto el torneo de Wentworth, en el cuartel general del circuito europeo: “Mucha gente está en contra de que juegue la Ryder. Si están mejor sin mí, me voy”.

García completará los ocho torneos de la liga. Siete Eugenio López-Chacarra, que en cuatro meses ha pasado de amateur al mayor premio ganado nunca por un deportista español (4,75 millones de dólares por su victoria en Bangkok, 16 veces más de lo conseguido por Jon Rahm ese mismo día en el Open de España). Otaegui se ha enrolado en cuatro citas, David Puig en tres y Pablo Larrazábal en una.

El terremoto comenzó en junio con el fichaje de Dustin Johnson, ganador del bonus de 18 millones por la clasificación individual (Sergio García fue noveno), y vivió la última réplica con Cameron Smith, reclutado un mes después de conquistar el 150º Open Británico en Saint Andrews y como número dos mundial. En la otra esquina del ring, McIlroy es la gran bandera del PGA Tour, hoy número uno del mundo. A su lado, Rahm trata de tender puentes hacia la paz. “Para mí eso no es golf”, dijo el vasco en el origen. “Tenemos derecho a jugar donde queramos. Hay una parte positiva porque esto ha hecho que el PGA mejore”, expresó hace poco. A Rahm le duele especialmente la puñalada a la Ryder por los jugadores europeos que pueden quedarse fuera. Como García y como el sueco Stenson, que pasó de capitán de Europa a soldado saudí. McIlroy ha avivado el fuego al calificar de “traición” la marcha de varios hombres Ryder al LIV.

El exgolfista australiano Greg Norman, director general de la liga saudí, ha capturado cada vez peces más gordos para su colección de los 48 jugadores que disputan cada torneo. Se le escapó Tiger Woods, a quien puso sobre la mesa un cheque de 700 millones. El Tigre dijo que no y lideró en agosto una reunión de 22 jugadores para hacer frente al nuevo y rico enemigo. “El choque está fuera de control. Vamos a tener un deporte roto durante mucho tiempo”, lamenta McIlroy. Unos contra otros, el golf se desangra.

Valderrama, ¿tradición o petrodólares?

La liga saudí ha celebrado este año ocho torneos entre junio y octubre. Para 2023, la previsión es elevar la cifra de citas hasta 14, y una de ellas apunta a suelo español. LIV Golf quiere aterrizar en más lugares de Europa (hasta ahora solo ha pisado Londres) y uno de los campos señalados es el Real Club Valderrama, en Cádiz. El histórico trazado andaluz ha finalizado este curso su vinculación con el circuito europeo, después de que se cumpliera un contrato por tres temporadas que fue ampliado a una más por la campaña de suspensión de la pandemia. Y ahora tiene ante sí una decisión determinante para su futuro: ampliar ese lazo con el DP World Tour, aliarse con LIV Golf o no acoger ningún torneo en los meses siguientes.
“Estamos en medio de una negociación. No hay una decisión tomada y estamos considerando todas las opciones”, explica el director general de Valderrama, Javier Reviriego. La margarita deberá deshojarse en noviembre, puesto que tanto el circuito europeo como la liga saudí quieren anunciar este próximo mes su calendario del año siguiente. El voto lo emitirá la junta directiva del club, compuesta por siete miembros.
En el plano económico, la oferta de LIV es la más elevada, pero hay dudas internas sobre si asociarse con el fondo saudí, mientras algunos jugadores hacen campaña por mantener el adn más tradicional. Valderrama ha acogido 27 torneos del circuito europeo, dos campeonatos del mundo y la mágica Ryder de 1997. 



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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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