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Casper Ruud y el orgullo de la vieja escuela

El noruego se impone a Khachanov por 7-6 (5), 6-2, 5-7 y 6-2, accede a su segunda final de un grande y aspira al trono con su estilo ortodoxo y a contracorriente

Casper Ruud celebra su victoria ante el ruso Karen Khachanov en las semifinales del U.S. Open.
Casper Ruud celebra su victoria ante el ruso Karen Khachanov en las semifinales del U.S. Open.John Minchillo (AP)
Alejandro Ciriza

Contra viento y marea, Casper Ruud. Viaja el tenis moderno a toda pastilla y en medio de ese centelleante paisaje y del vértigo asoma por ahí a contracorriente el noruego, un jugador de perfil clásico y académico, hoy día distinto a los demás. Va por otro carril el nórdico. No es el más mediático, ni el más espectacular, ni mucho menos protagonista de los highlights que circulan por los móviles del joven aficionado, pero su juego es de máximo pedigrí. Ruud es muy bueno, y a su propuesta antagónica —incluso rebelde, en estos tiempos de velocidad— le ha aportado esta temporada una fabulosa eficacia.

Ruud venció este viernes a Karen Khachanov en la primera semifinal de Nueva York (7-6 (5), 6-2, 5-7 y 6-2 en tres horas) y se postuló definitivamente al trono de la ATP, que se resolverá en un duelo de pistoleros el domingo entre él y Carlos Alcaraz, irreductible y a un solo paso también de lo más alto. En paralelo, esto significa que Rafael Nadal no regresará al sillón de mando —el mallorquín debía confiar en que el nórdico y Alcaraz pinchasen— y que en mitad de la monotonía predominante en la actualidad, el tenis más cerebral todavía es capaz de ganarse un hueco.

En el caso de elevar el cetro en el episodio del domingo (22.00, Eurosport), Ruud —23 años e hijo de tenista, hoy día su entrenador— figuraría en los libros como el cuarto tenista nórdico que llega a la cima, después de que lo hiciera el gran trío de tótems suecos: Björn Borg, Mats Wilander y Stefan Edberg. Se trata de su segunda gran final, ya que en junio disputó la de Roland Garros; entonces cedió ante Nadal en tres parciales.

“Me llevé una buena paliza”, recuerda con honestidad. “Pero ahora ya sé a lo que me enfrento y estoy más reparado. Sé cómo hay que jugar a cinco sets. Aquella experiencia me sirvió para aprender. Tengo mucha confianza y he mejorado mucho mi rendimiento en pista dura. Me he ganado el respeto de los demás”, agrega Ruud, que en 2022 ha festejado tres títulos —los tres sobre tierra batida: Buenos Aires, Ginebra y Gstaad— y que en marzo perdió ante Alcaraz la final del Masters de Miami; en el precedente previo también cayó en la arena de Marbella.

El noruego suma este año 44 victorias, igualado con el británico Cameron Norrie y solo por detrás de Alcaraz (50) y el griego Stefanos Tsitsipas. Dadas las nuevas circunstancias, el español deberá ganar el trofeo el domingo para hacerse con el número uno. Hasta ahora, Ruud ha logrado nueve títulos en el circuito profesional, aunque ninguno de ellos lleva una impronta superior al de un ATP 500 (la tercera categoría de premios). Sin ningún mil en el expediente, pero reuniendo muchos méritos, el finalista —formado en la Academia de Nadal en Manacor— sigue reivindicando la vieja escuela de su deporte.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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