España siembra la semilla de las nuevas generaciones del fútbol femenino

La celebración de un título mundial en las nuevas generaciones, las de las (casi) veinteañeras, se canta a ritmo de Gambino: “Intuyo que estás buena, no le pongo problema, trae un extintor, que el Gambino se quema. Voy poquito a poco...”, y las palmas de las manos golpeando la parte de arriba del autocar, para que nunca baje el ritmo. Salma Paralluelo y Ana Tajada son dos de las que en el autocar de vuelta al hotel de la selección española en Costa Rica, lideran la fiesta tras la victoria contra Japón (3-1) que dio a España el título del Mundial sub-20. Son, también, las únicas dos futbolistas que en 2018, allá por el mes de diciembre, se proclamaron campeonas del mundo sub-17, con la selección que dirigía Toña Is. La generación de oro que se coronó en aquel mundial y cuyo triunfo apuntaba aún más alto: era la señal de que la cantera española del fútbol femenino hacía las cosas muy bien, triunfaba en los Europeos y se abría camino en las citas mundiales.

El crecimiento ha sido imparable. Y así lo define Salma Paralluelo, 18 años, un futuro prometedor entonces como ahora. “Estoy flipando, fli-pan-do. Esto es increíble. Nos lo merecemos porque hemos trabajado un montón. Hemos hecho las cosas perfectas. Es un sueño para todas. Estas cosas llegan si se cree en ellas”.

Paralluelo es quizás el ejemplo perfecto. Futbolista, atleta, durante años se debatió —a estas edades no hace falta decidir ni tomar decisiones— entre el lateral del campo de fútbol y el atletismo. Tan buena ella en la pista como en el césped. Si se cree, se consigue. Y consiguió victorias y medallas en los dos deportes. Hasta que una maldita rotura del ligamento cruzado en abril del año pasado la alejó un tiempo de las pistas. Un par de meses antes del Mundial sub-20 que acaba de ganar en Costa Rica, iba a disputar el Europeo con la selección absoluta de Jorge Vilda. Fue convocada sin haber debutado siquiera con las mayores. Abandonó la concentración antes de volar a Reino Unido por un problema muscular.

En el torneo mundial ha sido elegida como la mejor jugadora de la final; también lo fue en la semifinal. Cuestión de creer y de trabajar duro. La semilla de las nuevas generaciones está plantada.

Han pasado cuatro años desde el triunfo en aquel Mundial sub-17. Entonces como ahora se hablaba de cuánto tardaría la absoluta en lograr un título. De cuánto tardarían las nuevas generaciones en impregnar a las viejas. De cuánto faltaba para que eso ocurriera.

Lo resume así Vero Boquete, exinternacional con España, pionera con apenas 35 años, futbolista de mundo y referente: “Es el mejor momento del fútbol femenino español. El europeo absoluto [en Reino Unido este pasado mes de julio] se acabó antes de tiempo, pero en los últimos años las categorías inferiores siguen sumando éxitos. Fueron campeonas del mundo sub-17 en Uruguay [2018], han sido campeonas de Europa nuevamente este año con la sub-19. Prácticamente se meten en todas o casi todas las finales de categorías inferiores, y eso hace que el futuro sea muy prometedor porque se entiende que cada vez esas nuevas generaciones van a ir llegando a la absoluta. Y llegan no solo con calidad y talento, sino con la experiencia ya de ganar y con el respeto ganado a nivel internacional”.

Pedro López, seleccionador de la sub-20 que ha triunfado en el torneo de Costa Rica, habla precisamente de ese cambio de chip, de ese gen ganador que se consigue cultivar a base de triunfos y de experiencia: “La realidad ha superado lo que habíamos soñado hace tiempo. Nunca había visto un primer tiempo como el que hemos hecho en la final contra Japón. Me ha llamado mucho la atención cómo venían hoy [por el domingo] las jugadoras al campo. Convencidas de que iban a ser campeonas del mundo”, cuenta. Esa convicción, lejos de parecer soberbia, es lo que distingue un equipo ganador del que aspira a hacer un buen papel.

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