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El fútbol revive en Ucrania a puerta cerrada

Shakhtar Donetsk y Metalist de Járkov inauguran en Kiev una liga que se jugará en solo cuatro ciudades y con medidas de seguridad en caso de ataque ruso

Ucrania
Los jugadores del Shakhtar Donetsk y el Metalist posan antes del partido este martes.GLEB GARANICH (REUTERS)
Cristian Segura

La cuadrilla de periodistas de Eduard Kinzerski se abraza y ríe en las gradas vacías del Estadio Olímpico de Kiev. Es la primera vez que se ven en mucho tiempo. Zinkerski es el cronista más veterano del grupo siguiendo al Shakhtar Donetsk, el equipo líder del futbol ucranio. Empezó a informar sobre sus partidos hace 20 años. “No me he perdido ninguno”, añade, emocionado. Hace ocho meses que no veía fútbol: la invasión rusa, iniciada el pasado febrero, forzó el fin de la competición. Este martes, en un ejercicio de coraje inusual en la historia de este deporte, arrancó la liga de fútbol ucrania con las bombas rusas todavía aterrorizando al país.

El partido inaugural del campeonato ha sido un Shakhtar contra el Metalist 1925 de Járkov. El Metalist disputará sus partidos como local en uno de los tres estadios de Kiev habilitados por el campeonato. Sus instalaciones deportivas en Járkov fueron bombardeadas el pasado junio. La segunda ciudad del país, en el este y a 25 kilómetros de la frontera rusa, sufre cada día ataques indiscriminados que hacen inviable una actividad pública como el fútbol.

El Shakhtar es otro equipo en el exilio, desde 2014. Su ciudad, Donetsk, fue tomada aquel año por los separatistas prorrusos en la guerra en la región de Donbás. Desde entonces, el club propiedad del hombre más rico de Ucrania, Rinat Ajmétov, ha seguido un éxodo que le llevó primero a establecer su sede en Lviv, en Járkov y desde 2020, en Kiev.

La pasada liga fue cancelada y sin declararse ganador, pero el Shakhtar era el primer clasificado, por lo que a partir de septiembre disputará la fase de clasificación de la Liga de Campeones. Su estadio como local en los partidos internacionales será en Varsovia, Polonia, y el Arena de Lviv su campo para la liga nacional, según avanza Curro Galán, el entrenador de porteros del Shakhtar. Galán se incorporó al club el pasado julio procedente del Atlético de Madrid, donde ha sido durante cinco años preparador de porteros. Galán explica que, más que por la aventura o el dinero, apostó por el Shakhtar para cumplir con el sueño de disputar la Liga de Campeones. La sede en Lviv se explica por la proximidad de esta ciudad a Polonia.

Sergiy Kryvtsov, del Shakhtar, trata de jugar el balón ante la presión de Remenyuk y Zubkov, del Metalist.
Sergiy Kryvtsov, del Shakhtar, trata de jugar el balón ante la presión de Remenyuk y Zubkov, del Metalist.GLEB GARANICH (REUTERS)

La liga se disputará a puerta cerrada y en los estadios de cuatro ciudades —de las 14 de la pasada temporada—, la mayoría son instalaciones de pequeñas dimensiones y todos en zonas alejadas del frente: los principales son los de la capital, donde se cuentan el Olímpico, el estadio del filial del Dinamo de Kiev y un campo de la Federación Ucrania de Fútbol; el Arena de Lviv, el Avanhard de Uzhgorod —con capacidad para 12.000 personas— y el Kolos, un estadio para 5.000 personas también en la provincia de Kiev. Si durante un partido suenan las alarmas antiaéreas, que avisan de la posible llegada de misiles rusos, los equipos deberán suspender el partido y refugiarse hasta que finalice el peligro.

Los gritos de los jugadores y los golpes secos de balón eran los únicos sonidos que llenaban el Olímpico. En los aledaños del estadio no había ni un alma, en parte debido a la prohibición del Gobierno de concentraciones de personas durante esta semana. Este miércoles se conmemoran los 31 años de la independencia de Ucrania y las autoridades locales creen que Rusia puede aprovechar la efeméride para bombardear Kiev. El ambiente era opuesto al que se vivió hace justo 10 años en el Olímpico, cuando la selección española ganó la Eurocopa. Y hace solo cuatro años, en el mismo lugar, el Real Madrid ganó la Liga de Campeones.

Los expertos en historia del fútbol consultados por EL PAÍS no encuentran ningún precedente de país invadido que durante el conflicto haya celebrado su campeonato regular. El periodista Jordi Brescó, autor del libro Rivalidades crónicas (Panenka), recuerda precedentes de fútbol en tiempo de guerra, pero en contextos diferentes: durante la guerra civil yugoslava (1991-1995), Serbia y Montenegro disputaron una liga conjunta; en Chipre, dividida militarmente entre la zona turca y la griega, cada parte juega su campeonato. Franklin Foer, periodista y autor del aclamado How soccer explains the world, también señala que lo más parecido sería la liga serbia durante la guerra en los Balcanes. Las tropas rusas combatieron contra Georgia en agosto de 2008 para separar a las regiones de Osetia y Abjasia, pero el conflicto solo duró un mes y la liga georgiana se pudo disputar.

Faltan ejemplos de un Estado invadido que se conjura en una liga oficial y para todos los clubes. Durante la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra e Italia organizaron ligas regionales: en el caso de Italia, porque el país estaba dividido entre el sur liberado por los Aliados y el norte, todavía en manos de los fascistas; en el caso inglés, las limitaciones por ley de desplazarse entre territorios imposibilitaban una liga única.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, se dirige a los jugadores del Shakhtar y el Metalist antes del arranque la liga de Ucrania.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, se dirige a los jugadores del Shakhtar y el Metalist antes del arranque la liga de Ucrania.ROMAN PILIPEY (EFE)

La empresa Setanta Sports ha adquirido por tres años los derechos de retransmisión del campeonato ucranio, por 16 millones de euros. A modo de comparación, la liga española vendió los derechos televisivos a Dazn y Movistar desde esta temporada y hasta la 2026-2027 por 4.950 millones de euros. El Shakhtar jugará esta temporada sin sus cinco estrellas brasileñas de la pasada campaña, aunque sí cuenta con tres extranjeros: Traoré, de Burkina Faso, el croata Durasek y el recién incorporado brasileño Taylor, procedente del Paok griego. La plantilla del Metalist es enteramente ucrania, sin sus tres extranjeros de la pasada contienda. El Gobierno ucranio no permite la salida del país de los varones de entre 18 y 60 años por estar movilizados en caso de necesidad de incorporarlos a filas.

Solo dos clubes no han podido retomar la competición, el Mariupol y el Desna de Chernihiv. Mariupol, ciudad de la costa del Mar de Azov, quedó arrasada tras tres meses de asedio ruso y hoy se encuentra bajo ocupación del invasor. Chernihiv, al noreste de Kiev, fue escenario de una de las batallas más cruentas de la guerra. El estadio del Desna quedó destruido.

La historia del Shakhtar y del Metalist es un reflejo del drama y de la fractura social que ha vivido Ucrania. Ambos proceden del este industrial de Ucrania, más próximo a la influencia rusa por cercanía geográfica y por el asentamiento durante la Unión Soviética de masas de mano de obra rusa. El propietario del Shakhtar, Ajmétov, es una persona todavía hoy controvertida entre la población más nacionalista ucrania, porque fue diputado del prorruso Partido de las Regiones y porque en los primeros compases de la guerra de 2014 no se mostrara beligerante con Rusia. Pronto tomó partido por la integridad territorial de Ucrania. Sus activos empresariales en Donetsk fueron expropiados por los separatistas prorrusos. Ajmétov es también el propietario de la acería Azovstal, en Mariupol, famosa porque fue en sus instalaciones donde las últimas unidades ucranias se atrincheraron hasta su rendición el pasado mayo.

El Metalist 1925 es un equipo joven fundado en 2016. Es heredero de un club que quebró y que era propiedad del industrial Serhii Kurchenko. Este oligarca dio apoyo a la sublevación prorrusa en Donbás y actualmente es propietario de servicios energéticos en los territorios ocupados por Rusia. La Unión Europea lo ha incluido en la lista de sancionados por dar apoyo a la invasión.

El primer partido de la liga terminó en un empate a cero que supo a poco para el Shakhtar. Algunos de sus jugadores terminaron estirados sobre el césped como si hubieran perdido una copa. “Hay días en los que su estado emocional es bajo”, explica Galán, “y hay que tener en cuenta que han estado siete meses sin competir, y bajo una presión emocional, por su país y por sus familias”. Pese al mal resultado, para el periodista Kinzersky fue un partido muy especial, quizá tan importante como el primero que vio del Shakhtar siendo un niño, contra el Mónaco en la copa de la UEFA. Era 1979, tenía 10 años y todavía existía la Unión Soviética. Su equipo cayó eliminado, pero igual que ayer, la experiencia fue más importante que el resultado.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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