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Los amargos cuartos puestos en los Campeonatos Europeos de Dani Arce y Sara Gallego

La noche de los atómicos Femke Bol y Karsten Warholm, el murciano Mariano García se clasifica espléndidamente para su primera final al aire libre de los 800m

Carlos Arribas
Campeonatos Europeos de atletismo
Daniel Arce (17), durante un salto de ría.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)

La noche de los atómicos Femke Bol y Karsten Warholm, los intocables de los 400m vallas, fue la misma noche de los amargos cuartos puestos de Daniel Arce, en los 3.000m obstáculos y de la vallista Sara Gallego, en los 400, que con tantas esperanzas llegaban. Para uno, para el obstaculista de Cardeñadijo, en el alfoz de Burgos, al que tanto le gusta su pueblo, y también le gusta a su pareja, la saltadora de longitud Fátima Diame, la final europea unas semanas después de su primera final mundial (noveno en Eugene) suponía una segunda oportunidad tras el sexto puesto en los Europeos de 2018, los de la plata en la prueba de Fernando Carro, para consagrarse, ahora que ya ha cumplido 30 años.

La prueba marchaba como la seda, a un ritmo que le placía (2m 53s el 1.000, 5m 41s el 2.000), mantenido por los gemelos italianos Osama y Ala Zoghlami, ayudados animosamente a inmolarse por el tercer azzurro de la noche, Ahmed Abdelwahed, desde niño en Italia. Los obstáculos son la carrera de los trabajadores y de sus hijos, de los inmigrantes duros, y su origen se adapta al cambio de los tiempos. El primer italiano de oro en obstáculos, Francesco Panetta, es calabrés; los hermanos Zoghlami son hijos de inmigrantes tunecinos; Abdelwahed, de padres egipcios.

Se trataba de aprovechar la cadencia generada por el derroche voluntario de los italianos favoritos para atacar duro en la última vuelta y llevarse la victoria. Tan sencillo como eso, tan complicado, imposible, para el gigantesco, más de 1,90m, y esbelto Arce, tal como exige su apellido, que, cuando ya afilaba el cuchillo tropezó en la valla tras la salida de la ría, y de nuevo en la que anticipaba el toque de campana. “Ahí perdí uno, dos metros, justo cuando se lanzaba la estampida final. Los gemelos aceleraron todo lo que pudieron hasta no poder más y de ello se aprovechó el finlandés Topi Raitanen, que los superó con la maniobra que pensaba Arce, quien terminó braceando desesperado como uno que intenta cruzar un río a nado y cree que nunca llegará a la otra orilla, se lamentó: “Fueron dos tropezones, quizás por los nervios, por la excitación de tener tan cerca la pelea por las medallas, que me llegaron en el peor momento, porque los dos metros que pierdes cuando todos atacan son imposibles de remontar”. Ganó Raitanen (8m 21,80s), la plata fue para Abdelwahed y el bronce para Osama. Tras Arce (8m25s) llegó, sexto, el veterano jiennense Sebas Martos (6º, 8m 26,68s), y el tercer español, Víctor Ruiz fue 13º (8m 37,24s).

Europeo Atletismo 2022
Sara Gallego, en acción en Múnich.RONALD WITTEK (EFE)

“El deseo, el deseo tras la octava valla, el deseo en la recta final, será el que decida las medallas, Sara”, le dice Àlex Codina, su entrenador, a Sara Gallego, la espléndida vallista de Barcelona a la que ni le falta ritmo ni mucho menos deseo. “Si llegas en 54s lo podrás conseguir”. Todas las premisas las llevaba cubiertas la atleta que a los 21 años ha resucitado la especialidad en España, dejando el récord nacional en 54,34s, en territorios ya importantes y llegando a una final europea con posibilidades de ganar una medalla, con fe en ello. Sin embargo, su comienzo fue demasiado lento. Era sexta a los 100 metros y séptima, penúltima, a los 200m, flanqueada, calles séptima y quinta, a derecha e izquierda, por las ucranianas Viktoriya Tkachuk y Anna Ryzhykova, y todas lejos de la fenomenal neerlandés Femke Bol camino de su segundo oro de Múnich tras el de los 400m lisos, y lo consigue con unos extraordinarios 52,67s, récord de los campeonatos.

Femke Bol, en la última recta de la final. Al fondo, a la izquierda, Sara Gallego.
Femke Bol, en la última recta de la final. Al fondo, a la izquierda, Sara Gallego.WOLFGANG RATTAY (REUTERS)

De la curva, que tan bien maneja, Gallego sale sexta, y en la recta, la atleta muestra su deseo espléndidamente pero demasiado tarde. Con su magnífica técnica de paso de vallas, su mayor fuerza, el poder con el que contrarresta su baja estatura para la especialidad, la barcelonesa, de 1,68m, según el dosier de la federación, 1,64m, según, más fiable, su padre, adelanta a la noruega Iuel y a la británica Krafzik, y achucha a Ryzhykova, la tercera, a la que se acerca y se acerca, a la que no alcanza por 11 centésimas. Termina cuarta, y, por los pelos, en territorio de los 54s (54,97s). “Tenemos que seguir trabajando la técnica y el ritmo. Sara no será nunca una cuatrocentista de 49s en liso, pero puede bajar a 53s en vallas si logramos bajar de 16 a 15 los pasos entre las primeras vallas”, dice Codina. “Y Sara tiene capacidad para conseguirlo. Se puede manejar ya con la madurez de una mujer de 30 años pero conserva la curiosidad, las ganas de aprender, de una cadete. Es la mezcla ideal”. Y la confirmación en la elite de una atleta que destaca en Europa y el mundo desde juvenil, una gran noticia para el atletismo español.

Un cuarto de hora más tarde, otro atómico, el noruego Karsten Warholm, medio lesionado todo el año de resaca de su gran récord mundial (45,94s) en los Juegos de Tokio, resucita espléndidamente en la final masculina, que domina desde la segunda valla, que arrasa luego. Gana su segundo oro europeo con 47,12s, también récord de los campeonatos, y deja de plata, a más de un segundo y varios metros atrás al francés Wilfried Happio (48,56s), quien había quedado cuarto en el Mundial del triunfo del brasileño Alison Santos y de dolor del noruego, séptimo. El bronce fue para el turco Yasmani Copello (48,78s).

Mariano García, a la derecha, controla su semifinal.
Mariano García, a la derecha, controla su semifinal.FILIP SINGER (EFE)

Con la sencillez de los genios corre Mariano García los 800m, la distancia más complicada de interpretar.

Él, el atleta que vive feliz en su pueblo, Cuevas de Reyllo, pasando la tarde mirando revistas en su cámara hipobárica, no elucubra, actúa y desconcierta y, en una semifinal espléndida un viernes fresco y de brisa, rinde su personal homenaje a David Wottle en su pista, en el escenario en el que el norteamericano genial, también, dejó al mundo con la boca abierta hace 50 años. Y no hay día, desde entonces, en el que en algún lugar del mundo, todos los días al menos una persona no disfrute en vídeo o en YouTube la final de los Juegos de Múnich, el atleta de la gorra aparentemente indiferente a todo el fragor de la pelea, tranquilo en la cola, casi descolgado, que en los últimos 200m manteniendo siempre el mismo ritmo, a todos y gana.

A su manera, y sin gorra pero con el ademán de su moto arrancada siempre, Mariano García, tan dueño de todo lo que pasa en las cuatro vueltas de la pista cubierta, y sus curvas, que ya es campeón del mundo de la especialidad, hace su David Wottle para celebrar su esplendor en la gran superficie. Se coloca el primero saliendo de la curva de los 300m, a 500m del final y desde allí, desde su posición privilegiada, pegadito a la cuerda, comienza a administrar lo que él llama las balas de sus cargadores, los pequeños cambios progresivos, y a toda velocidad, que desconciertan, confunden y aterran a los mejores atletas del mundo, al mismísimo Jake Wightman, por ejemplo, el único verdugo de Jakob Ingebrigtsen conocido, que llega a Múnich aureolado de su oro mundial en los 1.500m y de una marca que asusta en los 1.000. Wightman, y también el francés Gabriel Tual, de planta tremenda, se ven obligados a quedarse en el barro de la lucha por la posición, a buscar aire saliendo a la calle tres, a gastar más, a correr incómodos.

Y, delante, marcando la marcha a todos, García maneja sus balas, las administra con el cuidado de los tacaños, guardando siempre una. Tras un paso de los 400m en 53,44s, gana en 1m 46,53s, consumando dos 400m seguidos en prácticamente el mismo tiempo, como Wottle, claro, que ganó el oro del 72 en 1m 45,9, dos 400 a 53s, por supuesto. Se clasifica para la final del domingo, y también Wightman, el francés Robert, el sueco Kramer o el irlandés English, pero no Adrián Ben, que no encontró su sitio en ningún momento, ni la velocidad que tanto ha trabajado, en la primera semifinal, corrida en 1m 48s, tan lenta, y ganada por el sueco Andreas Kramer. Quedó eliminado el finalista de Doha 19 y Tokio 21 y lloró amargamente, y lamentó no haberse atrevido a ponerse delante y lanzar la carrera a 1m 46s, la distancia fetiche, la táctica que había hablado con su entrenador, Arturo Martín.

En la final de los 200m, ganada por el británico Zharnel Hughes (20,07s) fue sexto el español Pol Retamal (20,63s)

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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