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PAISAJES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Zidane calienta

Esta traca final del fútbol de selecciones ha resultado excesiva en una temporada ya de por sí cargada, y más viniendo de todo el trauma de la covid

Zinedine Zidane, en el banquillo del Real Madrid en el último partido de la temporada pasada, contra el Villarreal.
Zinedine Zidane, en el banquillo del Real Madrid en el último partido de la temporada pasada, contra el Villarreal.Eduardo Candel (EFE)
Andoni Zubizarreta

Les confieso que he seguido este fin de temporada, esta traca final del fútbol de selecciones, con cierta distancia, tal vez con una sensación parecida a la de Bernardo Silva cuando, tras el partido contra España, confesaba con amable discrepancia que estos cuatro partidos finales le resultaban excesivos en una temporada ya de por sí cargada, y más viniendo de todo el trauma de la covid, que parece que ya es un pasado lejano sustituido por el precio del gas, la canícula, la guerra en Ucrania o lo que pase en Andalucía este fin de semana. Pero nos olvidamos del esfuerzo que han hecho todos los deportistas entrenando en condiciones complejas, viajando en burbujas que, de vez en cuando, perdían aire, en un entorno de incertidumbre que se añadía a la siempre desconcertante y habitual del propio ámbito del deporte.

El premio para muchos de esos futbolistas, seguramente los elegidos de este deporte, ha sido este inicio de la Liga de Naciones que me parece, disculpen los sensibles por la comparación, como esas Supercopas, me vale lo mismo la de España o la de Europa hasta la del Mundo en formato Mundial de Clubes; esos torneos que cuando los ganas no dan mucho, una Copa más, un emblema más en la camiseta que no hace que se vendan más, solo la personaliza en el tiempo, una foto debajo de las serpentinas y la brillantina que impacta tanto como tardan en caer al suelo y ya son pasado siendo presente. Una de esas competiciones que dan poco y pueden quitar mucho.

Miremos si no la trayectoria de España, que pasó del empate contra Portugal a ponerse en riesgo en Praga —aquí el torneo era una preparación para el Mundial—, para acabar enderezando el asunto con las victorias contra Suiza y República Checa en Málaga, para acabar primera de grupo y, ahora sí, poder aspirar a una fase final que diera posibilidad a competir por una copa.

Para escarmentar en cabeza ajena estaría bien observar a Francia, actual campeona del mundo, que finalizaba esta serie en último lugar de su grupo, llena de dudas, con las críticas futboleras por todo lo alto porque sí, les confirmo, también en Francia se critica a los equipos, los jugadores y sus técnicos, y los que son emblemas y campeones pasan a ser pasto de las palabras gruesas que suelen atacar, sobre todo, las cuestiones que tienen que ver con la autocomplacencia, eso que ellos llaman, traducción libre, “sudar la camiseta”.

¿Quieren otro ejemplo? Ese 0-4 que le endosó Hungría a Inglaterra en Wolverhampton que mandaba a los pross al último rincón de la clasificación y a sus dirigentes al rincón de pensar si seguir confiando en su seleccionador o, por el contrario, provocar una crisis de Gobierno, de esas que tan acostumbrado está a generar y gestionar su primer ministro, Boris Johnson, y cambiar a su seleccionador, Gareth Southgate, ahora que parece que hay tiempo para corregir el rumbo antes del Mundial de Qatar.

Puede que en este asunto de gestión de la crisis los franceses tengan cierta ventaja sobre sus vecinos porque se diría, un secreto a voces, que la Federación Francesa tiene calentando en la banda al sustituto de Didier Deschamps y, además, ese tipo de nombre Zinedine, oh sorpresa, no es un perfil cualquiera, sino uno de esos que cumplen con la parte deportiva, la de mito y es capaz de dejar de lado aterrizar en París para elegir pedir pista en Clairefontaine, a unos kilómetros de la capital. Tan lejos, tan cerca. Tanto como París de Marsella.

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