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El Milan gana el ‘scudetto’ 11 años después

El equipo lombardo levanta su trofeo de liga número 19 en una competición disputada hasta la última jornada con el Inter

Milan Serie A
Olivier Giroud, delantero del AC Milan, celebra su segundo gol contra el Sassuolo.SERENA CAMPANINI (EFE)
Daniel Verdú

La última vez que el Milan ganó un scudetto, Silvio Berlusconi presidía el club. Fue la única alegría que tuvo aquel año. El dueño de Mediaset acababa de ser desalojado de la presidencia del Consejo de Ministros. La crisis y una prima de riesgo en 574 puntos, su máximo histórico, zarandeaban sin compasión a Italia y al Cavaliere. Pero también a un club que lo había sido todo en Europa y que se adentraría en una ciénaga de 11 años sin apenas títulos, muchas deudas y extraños cambios de manos en el accionariado. Este domingo en Reggio Emilia (0-3), sin embargo, los rossoneri, un equipo joven liderado en la caseta por Stefano Pioli y en el campo por un veterano Zlatan Ibrahimovic (40 años), un extraordinario deportista que quizá disputó el último partido de su carrera, vengaron el honor de aquella máquina de destrozar rivales que había sido el club años atrás. El Milan, propiedad hoy de un fondo de inversión estadounidense, levantó así su 19º scudetto, empatando con el Inter en número de ligas.

La temporada ha sido una de las más igualadas que se recuerdan en la Serie A. La competición italiana ha visto marcharse a las grandes estrellas, no puja por ningún gran fichaje y sus equipos se diluyen en las competiciones europeas (excepto la Roma, que jugará la final de la Conference League el miércoles) Pero hasta pocas jornadas del final, cuatro clubes tenían posibilidades de ganar la competición: Inter de Milán, AC Milan, Nápoles y Juventus, que recuperó posiciones en las últimas jornadas tras uno de los peores arranques de los últimos años. Solo el otro equipo milanés fue capaz de aguantar el arreón final de los de Pioli, que fueron capaces de ganar en casa de todos los grandes. De hecho, el punto de inflexión de la competición fue el derbi Inter-Milan que se llevaron los rossoneri y que le dieron una ventaja de goles muy valiosa para afrontar el último encuentro con la posibilidad de empatar.

El Milan, aun así, se lo jugó todo en el último suspiro en el estadio del Sassuolo, en Reggio Emilia. Un lugar simbólico ―aquí nació la bandera tricolor― en el que pocos esperaban un accidente. La familia propietaria del pequeño y prodigioso equipo es milanista declarada. Tanto que el padre, un empresario, estuvo a punto de quedarse con el club en una ocasión. El domingo se vio sobre el campo, donde 16.000 milanistas habían comprado una entrada, un partido dominado desde el principio por el equipo de Pioli, que no quiso líos ni vivir pendiente del transistor y se puso 0-3 en 37 minutos.

El Milan, hundido económicamente, ha construido pacientemente un equipo joven con estupendos jugadores. Parte del mérito lo tiene Paolo Maldini, legendario central convertido en 2019 en director deportivo del equipo donde triunfó como jugador. El club, que verá como el scudetto le reporta hasta 80 millones en premios y derechos televisivos por competiciones derivadas del título, ha aplicado una política de salarios reducidos (la plantilla cuesta unos 100 millones de euros al año, la más baja de los cuatro grandes italianos). Y los jugadores han respondido. Desde Sandro Tonali, el joven centrocampista llamado a marcar una época (también en la Nazionale), al lateral Theo Hernández, pasando por el medio africano Franck Kessié, que jugará en el Barça el año que viene. Más allá de esta baja, el Milan confía en retener a la mayoría del talento que ha ido cultivando, como el delantero portugués Rafael Leao (14 goles esta temporada), a quien pretende el PSG, u Olivier Giroud, que el domingo se sacudió las críticas de la temporada con dos goles cruciales.

Pioli ha sido el responsable de la gestión tranquila el grupo, algo inspirada en el estilo de Ancelotti (nacido también en la región de Emilia-Romaña). Después de una larga carrera como futbolista (1982-1999) en la que jugó entre otros clubes en el Parma, la Juventus y la Fiorentina, Pioli saltó inmediatamente a los banquillos y durante la última década ha pasado por el Bolonia, Lazio, Inter y Fiorentina antes de, en 2019, llegar al Milan. Silencioso, elegante y claro, dimitió como entrenador de la Fiorentina ―en Florencia sigue siendo muy querido― porque el presidente criticó públicamente su método de trabajo.

Pioli, que siempre fue tifoso del Inter, es el enésimo cruce entre estos dos equipos, capaces de devolver la ilusión a una ciudad severamente castigada por la pandemia. La capital lombarda es el motor del país, epicentro de una de las cuatro regiones más ricas de Europa y un lugar que podría formar parte de otro país si uno se tapase los oídos paseando por el barrio de Brera o tomando un spritz en los Navigli [el barrio de los canales]. Pero hace tres años quedó desdibujada por con la explosión de la covid-19, convirtiéndose en el epicentro de la pandemia en Italia y de sus devastadores efectos. El fútbol puede hacer poco. Sin embargo, la efervescencia vivida este año entre los dos equipos, históricamente enfrentados, pero condenados a entenderse en asuntos de convivencia básica como el estadio que comparten, ha devuelto la sonrisa a miles de tifosi.

El triunfo del Milan menos presidencialista de las últimas décadas ha sido una obra coral. Pero quizá Ibrahimovic sea el símbolo perfecto del camino de penitencia y resurrección recorrido por este equipo. La última vez que el Milan ganó el scudetto también tenía al delantero en sus filas, aunque era 11 años más joven. Después de aquella aventura pasó por cuatro equipos más para regresar al club lombardo, necesitado de sus servicios. El domingo, saltó en el minuto 72 cerrando el complicado círculo de este equipo.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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