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España, medalla de plata en el relevo 4 x 400 metros

Bruno Hortelano, Iñaki Canal, Manuel Guijarro y Bernat Erta logran el segundo podio español tras el oro de Mariano García en los 800 metros

El equipo español formado por Bruno Hortelano, Manuel Guijarro Iñaki Canal y Bernat Erta, tras ganar la plata en el relevo 4x400m.
El equipo español formado por Bruno Hortelano, Manuel Guijarro Iñaki Canal y Bernat Erta, tras ganar la plata en el relevo 4x400m.MICHAEL STEELE (Getty Images)
Carlos Arribas

Manuel Guijarro parece desbordado. Tiene a tres gigantes delante, tres que le han zarandeado para pasarlo imperiosos, un holandés, un belga, un británico, tres armarios le cierran el paso en la final del 4x400 relevos. Adelantarlos con un testigo, un tubo, en la mano, parece fuera de cuestión, imposible. ¿En una pista de 200m, en un ovalito de apenas rectas y curvas cerradas por la calle uno en las que patinan y la fuerza centrífuga los escupe?

No way, Manuel.

¿Que no?

Manuel es Manuel Guijarro, y es de Villarrobledo, Albacete. No conoce el miedo en las calles. Se las sabe todas. Es una fuerza desatada. Un toro, y un corazón decidido en una pista de atletismo tan caldeada que se mastica el sudor, y el olor penetrante a adrenalina, testosterona liberada, excitación, marea. La reina del atletismo serbio, Ivana Spanovic, acaba de ganar la longitud (7,06m; séptima, Fátima Diame, 6,71m); Mondo tiene la pértiga en la mano ante un listón tan alto, 6,20m, la altura del balcón de un segundo piso, por lo menos, y un bajo, que nadie ha probado a superarlo antes en la historia. Nadie ve imposibles. Guijarro, acelerado, menos. No ve imposibles. Ve una rendija por el interior y se lanza, antes de la curva del 300m, su última oportunidad. Y en una maniobra insólita, nunca vista antes, y tan fugaz que dura un abrir y un cerrar de ojos, adelanta a los tres por el interior, a Agard, a Sacoor, a Reardon, les saca un metro, dos, y entrega el primero el testigo al cuarto relevista, a Bernat Erta, el héroe de la medalla del Europeo de Glasgow. Todo era posible, claro.

Anochece en Belgrado. Mondo espera. El listón sigue ahí.

Unas horas antes. El sol del mediodía luce en Belgrado con las esperanzas juveniles de los relevistas hambrientos liderados por Bruno Hortelano, sabio abrepista de Iñaki Cañal, Manuel Guijarro y Bernat Erta. Corren la semifinal más rápida del 4x400 (3m 6,98s), una fase en la que queda eliminado Estados Unidos después de que su último relevista, Isaiah Harris, aquel al que Mariano García decía “cabrito” por su forma de correr el 800m, se rompiera el isquio, y acaban tan exaltados, se sienten tan maestros, que Hortelano asegura, “y en la final más, y no hablo de medalla, hablo de oro”. Se equivoca por poco el capitán de los cuatrocentistas, que buscaba, al frente del grupo, una suerte de redención personal, el último paso de su regreso al reino de los mejores de la cuestión, una forma de borrar de muchas memorias su último relevo en el Europeo de Berlín, estadio olímpico a rebosar, el verano de 2018. Debería haber sido la coronación de la generación de Samuel García, Lucas Búa y Óscar Husillos, los que dieron vida y aire al relevo largo después de años en el subsuelo. A Hortelano, que calculó mal, tal era su deseo de llegar el primero, le sobraron 20 metros. El oro fue bronce.

En Belgrado el oro fue plata, pero fue oro, oro, hasta falta de 100m, y estaba en las piernas increíbles de Erta, a quien Búa había teñido de rubio cuando el éxito de Glasgow, y aún le quedan mechones teñidos en su melena caótica. Y corrió tan bien como siempre, como en la semifinal, en la que hizo concebir falsas esperanzas a sus rivales, que no le pudieron. En la final, sin embargo, corría con la muerte en los talones, como unas horas antes Jakob Ingebrigtsen en su 1.500m frustrado por el ataque final del etíope Tefera. A Erta le clavó el cuchillo en la última curva, frío, calculador, experto, el cuarto de los belgas, Kevin Borlée, una familia, un país que solo vive para el relevo. Y no se hundió el leridano extraordinario, sino que aguantó la acometida final, desesperada, del neerlandés Van Diepen. Y España (3m 6,82s) fue de plata. Para Bélgica (3m 6,52s), el oro, y para Países Bajos (3m 6,90s), el bronce.

Es la segunda medalla del atletismo español en Belgrado, que se había levantado el domingo con la bruma falsificadora levantada por el esplendor de Mariano García García y el cansancio de Adel Mechaal, que termina séptimo su final de los 3.000m y critica a la federación, y lamenta que le obligaran a pasar por Madrid el lunes pasado, asistir a la sesión de despedida ante autoridades y medios de los 27 de la selección el martes, y desde allí tomar con todo el equipo, él, su capitán, un vuelo para Belgrado el miércoles para competir viernes y domingo. “Y yo estaba en Estambul, donde vivo con mi mujer y habría llegado mucho mejor directo a Belgrado desde allí, y con el viaje tan pesado he llegado cansado”, explica en la zona mixta Mechaal, hace nada una figura stajanovista de la competición y el entrenamiento, e imparable, infatigable absoluto, tres carreras de 1.500m, siete de 3.000m, dos crosses largos y un 10 kilómetros en asfalto disputados en dos meses; plusmarquista de Europa (7m 30,82s) hace seis semanas en Nueva York; doble campeón de España, 1.500m y 3.000m hace tres semanas en Ourense. El cansancio del viaje y de una temporada cargada, y una mejor forma alcanzada hace un mes y quizás ya pasada, lo acusa Mechaal en una semifinal en la que se entrega a jugar al pillar con el intocable Selemon Berega y, más que nunca, en una final no muy rápida para sus estándares a la que llegaba pensando en una medalla y corrió fuera de juego. Ganó Barega (7m 41,38s) por delante del también etíope Girma (7m 41,63s) y el británico Marc Scott (7m 42,02s).

Y a media tarde, aún hay sol, y lo enciende Asier Martínez, el vallista tremendo de Zizur, 21 años, quien se clasifica para la final después de lograr la mejor marca de su vida (7,55s) en una semifinal en la que el norteamericano Grant Holloway, el monstruo de la distancia, igualara, 7,29s, el récord del mundo que él mismo consiguiera hace un año en la pista de Gallur, en Madrid. Queda tercero Asier Martínez y pasa con el mejor tiempo de los no clasificados por puestos, y huye por poco más de una centésima del cruel e inédito destino del japonés Shusei Nomoto, quien, empatado a milésimas con el británico David King (7,565s) en el octavo puesto, y no hay nueve calles, pierde el sorteo que decidió quién ocupaba la última calle.

Y tiene derecho Asier Martínez, tan asentado en la elite, tan seguro en la alta competición, a sentir una especie de dèja vu, pues junto a Holloway corrió en aquel Gallur de febrero y también a su lado disputó en agosto la final en el estadio olímpico de Tokio de los 110m, y no acabó tan lejos. Segundo el norteamericano (13,09s), sexto el navarro (13,22s). En la final, Asier Martínez corrió casi tan bien, y creyó acabar tercero porque, desde su calle, la dos, no veía bien el centro. Rozó, y cayeron, las vallas cuarta y quinta, y en los últimos metros sufrió la acometida final del francés Martinot Lagarde (7,50s), plata, y el norteamericano Jarred Eaton (7,53s), bronce. Por delante ya había pasado, tan superior, Holloway (7,39s). Por detrás, tan pegado que se vio tercero, pero fue cuarto (7,57s), el navarro de Zizur, 21 años, que proclama: “Pero yo soy corredor de verano, de 110m, ¿eh? Esto de invierno solo fue un test…”. Y hay que creerle y no creerle: es atleta de invierno y verano, de pista corta y de pantalones largos, y de pista larga también.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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