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El nudo del centro del campo del Atlético

Los cambios de sistema y de jugadores restan fluidez y equilibrio a los rojiblancos

Rodrigo de Paul ante Dani Rodríguez, en el partido del Atlético ante el Mallorca en el Wanda Metropolitano.
Rodrigo de Paul ante Dani Rodríguez, en el partido del Atlético ante el Mallorca en el Wanda Metropolitano.SERGIO PEREZ (Reuters)
Ladislao J. Moñino

Cuando Take Kubo embocó la pelota entre las piernas de Oblak en los primeros segundos del descuento, la desbandada de la hinchada del Atlético hacia los vomitorios de salida fue generalizada ante la primera derrota liguera en el Wanda Metropolitano (1-2). La huida de la masa social rojiblanca, aterida de frío y airada por el fútbol que le ofrece su equipo en las últimas semanas, fue una imagen novedosa en la era Simeone. Ya con la victoria agónica ante Osasuna (1-0) y la derrota contra el Milan (0-1), la grada emitió señales de disgusto y preocupación por el desempeño del equipo. El sábado, el equipo fue despedido al descanso con una sonora pitada. Otra reacción poco vista en los casi 10 años que el preparador argentino lleva al frente del equipo.

Hasta ahora, las razones de Simeone para explicar el irregular rendimiento del equipo se centraban en la falta de contundencia en las áreas y en errores individuales que penalizaban los resultados. Los empates contra el Levante (2-2) y el Valencia (3-3), concedidos en el tramo final de los encuentros, pueden ser explicados así. El sábado, contra el Mallorca, a Simeone le saltó otro chivato que describe los males del equipo. El centro del campo no solo atascó el juego, sino que fue superado en varios tramos del encuentro en términos de contención. El runrún de los graderíos comenzó con algunas pérdidas de Koke y Kondogbia y aumentó cuando el Mallorca comenzó a merodear el área de Oblak en el último tercio del primer tiempo sin encontrar oposición en esa zona media. Escorado a la derecha de Kondogbia, Koke trató de poner orden y criterio, mientras De Paul, metido a la izquierda, se perdía como interior, obligado en demasiadas ocasiones a recibir de espaldas. La sensación que transmitió el trío de centrocampistas ante el Mallorca es la de no quedar claro quién llevaba el mando del juego. Una constante en lo que va de temporada. Como los defensas, los centrocampistas del Atlético también se han visto abocados a los constantes cambios de sistema originados por la búsqueda del equilibrio entre defensa y ataque que Simeone aún no ha encontrado.

En el inicio de curso, con el 5-3-2 con el que conquistó la Liga pasada, la apuesta del técnico fue tratar de anclar a Kondogbia en el eje del centro del campo y desplazar a Koke como volante. Fichado en el inicio de la temporada pasada para tapar la marcha de Thomas al Arsenal, su poderío físico era muy atractivo a ojos de Simeone. Con el paso de los partidos, los análisis delataron a un centrocampista que ralentizaba en exceso el juego por costarle jugar a uno o dos toques. Los síntomas con Kondogbia de mediocentro mostraban que el equipo no se sentía cómodo. Simeone terminó por relegarle al banquillo tras la sufrida victoria en Milán (1-2) a finales de septiembre. Desde entonces, tras un fallido experimento como central ante el Liverpool, en el Metropolitano (2-3), no había vuelto a la titularidad. Koke pasó a jugar por delante de la defensa, pero se vislumbró que el estado de forma del capitán no era el mejor.

Fallido el intento de consolidar a Kondogbia, Simeone empezó a darle más vuelo a Rodrigo de Paul, al que había dosificado en el inicio de la temporada por su participación en la Copa América. Según fuentes cercanas al vestuario, al argentino le sorprendieron un tanto la extensión en el tiempo de sus suplencias, así como que fuera relevado en los tramos finales de algunos encuentros. De Paul ha combinado buenas actuaciones con otras en las que no queda claro su rol. Con Koke y con Lemar ha formado parte de la terna de centrocampistas en la que el entrenador parece creer más.

Cuando Simeone ha optado por el doble pivote, Koke ha sido un fijo, pero sus acompañantes —Kondogbia, Llorente, Herrera, De Paul— han variado sin una solución definitiva para dotar al equipo de fluidez y equilibrio. Se suman las ataduras de Llorente, con menos libertad para romper al espacio. Y el empeño de Simeone en hacerle jugar de carrilero en ausencia de Trippier cuando tiene a Vrsaljko. Llorente ha pasado de ser decisivo en ataque a aparecer en contadas ocasiones. El equipo ha perdido la intensidad en la presión que le daba cuando jugaba más adelantado. La intrascendencia de Llorente, solo una asistencia en lo que va de curso, radiografía el nudo del centro del campo que Simeone no ha terminado de solucionar.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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