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Teresa Perales: “La barrera con la que no puedo es el racismo”

La nadadora española, 27 medallas en seis Juegos Paralímpicos, recibe este viernes el premio Princesa de Asturias: “Para mí la valentía es amar la vida sin condiciones”

Teresa Perales, en el hotel La Reconquista de Oviedo, este miércoles después de la entrevista con EL PAÍS.
Teresa Perales, en el hotel La Reconquista de Oviedo, este miércoles después de la entrevista con EL PAÍS.PACO PAREDES
Eleonora Giovio

En el salón del hotel Reconquista de Oviedo se cuelan los rayos de un sol que poco tiene de otoñal. Hay 20 grados fuera. Y el ambiente cálido se cuela dentro. La sala, en realidad, es un claustro. Es luminoso. El suelo está cubierto de alfombras. Teresa Perales (Zaragoza, 45 años), 27 medallas en seis Juegos Paralímpicos, se desplaza por el salón, de sillón en sillón, para atender a todas las entrevistas que tiene en la agenda antes de que este viernes le entreguen el premio Princesa de Asturias de los Deportes. Será su primera aparición pública después de pasar casi un mes hospitalizada por unas convulsiones que sufrió en Tokio y de las que todavía no tiene diagnóstico. Está bien, serena, sonriente, con las mismas ganas de siempre de comerse el mundo y de volver a meterse en la piscina y perseguir el récord de 28 medallas de Michael Phelps.

Pregunta. ¿Quién es Teresa Perales?

Respuesta. Mamá leona. Y este año, además, premio Princesa de Asturias de los Deportes.

P. Se ha dejado deportista.

R. Claro, claro. Pero primero es mamá leona.

P. ¿Por qué leona?

R. Porque quiero mucho a mi hijo y porque llevo en la sangre eso de por mi hijo hago lo que sea necesario.

P. ¿Con qué soñaba de niña?

R. Con ser médico y con irme por ahí de misiones. Siempre quise ayudar a la gente y quería perderme por el mundo haciéndolo.

P. ¿Hay algo que sigue mirando con ojos de niña?

R. A mi hijo, porque me encanta recordar las primeras veces. Cuando nos hacemos mayores nos olvidamos de ellas y es una lástima. Cuando tienes niños, las vuelves a recordar. Intento que la primera vez que mi hijo hace algo, sea también mi primera vez.

P. ¿La última vez que llegó a saborear algo como si de verdad fuera la primera vez?

R. La medalla de plata de Tokio. Fue tan sumamente buscada, deseada, que fue como la primera de mi carrera.

P. ¿Qué le hace reír?

R. Muchas cosas, soy de risa fácil y de lloro fácil, pero de llorar de la risa. En mi tierra se dice que te encanas de risa, te echas tanto a reír que lloras.

P. ¿Qué le mosquea?

R. La incomprensión de la gente y de la sociedad en general. Es lo típico que te preguntan: ¿y de las barreras cuáles llevas peor? Las barreras arquitectónicas ya las veo que están allí, me pueden suponer una incomodidad, pero como ya sé que están no me machaco la cabeza. Pero cuando te encuentras con una incomprensión por cuestiones de racismo, xenofobia… con eso no puedo.

P. ¿Hemos empeorado?

R. Sí.

P. ¿El clima político de crispación contribuye a ello?

R. En general todo contribuye a ello, está todo demasiado a flor de piel, me da la sensación de que estamos todos cogidos con pinzas y saltamos a la mínima. Me da mucha pena porque nadie elige dónde nace, ni cómo va a ser su vida. Es muy injusto que te traten de una manera que no te mereces… yo no he elegido estar en silla de ruedas, luego no me merezco que me traten como un ser insuficiente. O si fuera de color no me merezco que me traten como un ser inferior porque no he elegido ser negro. Son cosas que no entiendo.

P. ¿Qué se puede hacer?

R. Sensibilizar, educar mucho desde la infancia. Es muy importante porque ellos son los que el día de mañana van a convivir con personas con discapacidad, de distintas características, y si lo haces desde pequeñito, si ya tienes esa cultura, cuando eres mayor no te planteas si una persona con discapacidad va a poder trabajar igual de bien que tú, porque ya sabes que sí.

P. ¿Los nadadores son masoquistas?

R. No sé si masoquistas, pero sí que tenemos un punto de que nos va la marcha… son muchas horas metidas en el agua mirando una raya ida y vuelta, ida y vuelta, ida y vuelta, hora tras hora, tras hora, tras hora.

P. El jurado le ha dado el premio Princesa de Asturias de los Deportes por “el esfuerzo, la capacidad de superación y el valiente compromiso social”. ¿Qué es la valentía?

R. Amar la vida sin condiciones, atreverte a aprovechar las oportunidades, no tener miedo de cogerlas porque te resulte incómodo o porque no sabes si vas a saber enfrentarte a ellas.

P. ¿La capacidad de superación se agota en algún momento?

R. Yo creo que no, cuando eres como yo, que te gusta aprovechar las oportunidades, la vida te va ofreciendo nuevos retos y si te atreves a cogerlos vas descubriendo que te gusta. Algunas veces claro que hay retos que intentas asumir y dices: “Y yo para qué me habré metido en este fregado”. Pero la mayoría de las veces son cosas muy buenas que te hacen sentir satisfecha.

P. ¿Qué le hace sentirse especialmente orgullosa?

R. El camino. En el deporte entrenamos a mucho tiempo vista. Esto no es como ponerse a estudiar el día antes del examen y a ver si tienes suerte. En el deporte es entrenamiento de mucho, mucho, mucho tiempo. Sería fácil decir: “Bueno, va, como todavía me quedan 300 días, mañana me esfuerzo”. Pero ese mañana no vale, lo que vale es hacerlo hoy. Mi máxima es: “Yo lo hago hoy y cuando lo haya hecho, que me sienta orgullosa de haberlo hecho. Que no me quede con la cosa de: ‘Podría haber hecho un poquito más”.

P. ¿Qué es lo que más le enorgullece del premio?

R. Que se lo dan a una persona que siempre quiere un poquito más. Es una forma de agradecer a la vida por la oportunidad que tengo por delante.

P. ¿Qué le llevó a reaccionar y a no mandar todo al carajo cuando con 19 años le diagnostican la neuropatía?

R. (Se ríe) Hombre, al principio no te digo yo que no lo mandara todo al carajo. Han pasado tantos años que casi ya ni me acuerdo, pero me imagino que tuve que vivir mis momentos de duelo. Primero el rechazo absoluto, el decir: “Y por qué a mí, yo no me lo merezco, yo he hecho bien las cosas”. Luego vas pasando etapas hasta que al final terminas con la de la aceptación y aprendes a convivir con una discapacidad que te va a acompañar de por vida, pero que no tiene por qué determinarte como persona. Es lo que he buscado a lo largo de todos estos años: que la silla de ruedas fuera una compañera de viaje, no un lastre en el camino. Y de hecho con la silla de ruedas he llegado a sitios que si ahora nos ponemos a preguntar en la calle pues seguramente la mayoría de la gente no habrá pensado siquiera en ir. Al desierto, a pirámides, a llevar ayuda humanitaria a un montón de sitios. Menos mal que he tenido esa compañera de viaje para poder llegar a los sitios.

P. ¿Qué tiene la Teresa de ahora que no tenía la de entonces?

R. La madurez, pero no por la silla de ruedas sino por la edad, la experiencia de vida. El saber reconocer el momento, el saber que cada cosa tiene su tiempo y que a veces queremos correr antes de andar y es un error. Tenemos que tener paciencia, la paciencia es algo que hay que trabajar mucho.

P. ¿Tiene usted la sensación de que no se admite o no se concibe que los deportistas tienen debilidades y que se pueden derrumbar? No únicamente por el caso de Simone Biles.

R. Sí, lo percibo. Los deportistas no somos superhéroes, no somos robots. Somos personas que entrenamos y que tenemos debilidades. En el día a día nos pasan miles de cosas, lo mismo que al resto del mundo. Luego es verdad que hay deportistas excepcionales que tenemos esa capacidad de abstraernos de todo y que cuando llega el momento de la competición es nuestro momento. Yo soy supercompetitiva y la competición es mi motor vital. Estoy deseando que llegue ese momento para disfrutarlo, aunque el corazón se me ponga a mil. Aunque haya momentos en la cámara de salida que digo: “Uffff, dios”. Pero cuando me subo al poyete digo: “Este es mi momento y esto es lo que quiero vivir”.

P. ¿Por qué se cree que son superhéroes?

R. Porque en el momento en el que se nos ve en el podio se nos presupone una genética, una condición que otros humanos no tienen. Y lo que tenemos, en realidad, son muchos entrenamientos detrás y se confunde muchas veces el talento con el entrenamiento. Y muchas veces no es talento lo que tenemos sino mucha capacidad de entrenamiento.

P. ¿Lo más duro de llevar tantos años en la élite?

R. El mantenerse. Yo compito contra nadadoras de las que podría ser su madre. Tengo entre ceja y ceja que puedo superar a Phelps y como buena mañica que soy, voy a ir a por ello. Y luego como me han preguntado muchas veces que cuándo me voy a retirar, pues oye, tengo esa cabezonería de que no me quiero retirar.

Teresa Perales con la medalla de plata en los Juegos Paralímpicos de Tokio.
Teresa Perales con la medalla de plata en los Juegos Paralímpicos de Tokio. Lintao Zhang (Getty Images)

P. ¿Qué desgasta más?

R. Cuando las cosas no te salen de manera muy continuada. Pero cuando pasa, echo mano del recuerdo de lo positivo.

P. ¿Funciona?

R. A mí mucho, cuando estoy en esos momentos de desierto, que pasa muchas veces. No es fácil mantener la motivación para que todo salga perfecto, porque todo hay que hacerlo perfecto para que sirva de verdad. Cuando me pasa, tiro del recuerdo: “Oye, quiero volver a vivir lo que conseguí y sé cuál es el camino. Y es este y por este he pasado muchas veces y volveré a pasar y ya está”.

P. ¿Cuánto cuesta lidiar con la perfección?

R. Buscar la perfección no es ser tiquismiquis. Es intentar hacer las cosas de manera excelente porque es la fórmula para llegar al éxito, sea lo que sea el éxito. Para llegar al objetivo hay que hacerlo bien, porque si no ya sería demasiado una cuestión de albedrío, de la suerte y yo quiero tenerlo más atado de mi parte.

P. Pero no todo depende siempre del control de uno.

R. No, claro, si se te escapa, se te escapó. A mí me gusta mucho relativizar, quitarle drama al asunto. Dejar de ganar una medalla es dejar de ganar una medalla, pero yo he tenido la intención de ganarla y he puesto todo de mi parte, con lo cual no la he perdido, simplemente la he dejado de ganar.

P. Fue a los Juegos Paralímpicos con el objetivo de superar a Phelps y volvió en un avión medicalizado.

R. (Se ríe) Preparé la temporada con la idea de superar a Phelps, por el camino se me luxó el hombro. Ha sido un cúmulo de circunstancias que hacía imposible ganar medalla. La gané, contra todo pronóstico. Y contra todo pronóstico también volví en un avión medicalizado. No tuvo nada que ver con crisis de ansiedad ni depresión.

P. Y le molestó, de hecho, como contó después, que se dijera eso. ¿Por qué hay un afán de explicar cosas que no tienen explicación en ese momento?

R. Es que no hay necesidad ninguna de dar explicaciones antes de tiempo porque como era algo que me afectaba a mí, era yo la persona, o mi familia en todo caso, quien debería haber dicho algo. Probablemente hay un afán de explicar algo antes de tiempo.

P. ¿Por aquello que decía de la sociedad?

R. Sí, porque hay una sociedad que demanda información, inmediatez absoluta… No había problema por haber esperado un poquito y haber dado un diagnóstico un poco más aproximado que en realidad era simple de dar. Tuve crisis convulsivas espásticas que hacían que durante mucho tiempo tuviera movimientos de brazos que no podía controlar y que me tuvieron nueve días hospitalizada en Tokio y 10 en la UCI en Madrid y otros tantos en planta. Nunca ha tenido que ver con la ansiedad. Es más, sigo sin tener un diagnóstico claro.

P. ¿Se puede convivir sin tener un diagnóstico?

R. Sí. Puede haber sido un problema funcional, siempre te queda la duda de si va a volver a pasar, pero lo cierto es que con medicación estoy fenomenal. Y como puede usted ver, a día de hoy estoy estupenda.

P. ¿Le dolió que se comunicara eso?

R. Sí, me generó disgusto. Me pareció muy injusto: vamos a decir esto que parece que queda mejor, porque como ya ha salido lo de Simone Biles…

P. ¿Cuándo empieza el camino hacia París 2024?

R. Ya, ya. Estoy esperando a que me den el alta para volver a la piscina. Primero tendré que pasar por quirófano para dejar el hombro bien puesto. Me muero de ganas por volver a meterme en el agua.

P. ¿Qué ha aprendido de esto?

R. Que no podemos dar por garantizadas las cosas ni para bien ni para mal. Es algo que ya sabía en realidad…

P. ¿Ha tenido miedo o no tuvo tiempo de asustarse?

R. Tuve miedo, sí, porque fue algo completamente desconocido para mí, nunca había tenido algo parecido. No saber hacerte contigo misma, no controlar tu cuerpo te provoca miedo.

P. ¿Con qué le gustaría que se quedara la gente del discurso que pronuncie este viernes al recoger el premio?

R. Con que todo es posible, con que uno elige el camino de su vida y no espera a que los demás la determinen.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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