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Thomas Tuchel fabrica un búnker

Considerado como uno de los entrenadores más innovadores y atrevidos de la última década, el técnico ha transformado al Chelsea en uno de los huesos más duros del fútbol europeo

Thomas Tuchel en el campo del West-Ham.
Thomas Tuchel en el campo del West-Ham.ANDY RAIN (Reuters)
Diego Torres

”No vi ni un solo partido de la Eurocopa”, confesó Thomas Tuchel, señalando el torneo que conquistó Portugal encerrándose atrás frente a Francia, que también se encerró atrás. “No me interesó. ¡Apagué la tele!”.

Caía la noche sobre Lisboa el 16 de octubre de 2016, en la concentración del Borussia Dortmund en un hotel junto al Tajo, la víspera de visitar el Alvalade en Champions, y el técnico, considerado entonces como el mayor innovador de la nueva ola del fútbol alemán, proclamaba febril su visión del juego. Para resumirla, dibujó en una pizarra la secuencia numérica que representaba su ideal: 3-1-2-4. “El futuro es jugar con seis atacantes”, sentenció.

”La clave no está ni en el mediocentro ni en los tres centrales, sino en la compensación que puedas hacer con tus dos volantes en las transiciones defensivas”, dijo. “Si los volantes saben cuándo mantener la posición frente al área rival y cuándo abandonarla para sumarse al ataque, entonces atacar con seis es posible. Yo aspiro a eso porque la gente paga para entretenerse, para ver ocasiones, desbordes, desequilibrios... La gente paga por sentir una emoción y lo que produce emoción son las acciones de ataque no los resultados. Nadie va a un campo a ver un 1-0”.

Cinco años y dos contratos multimillonarios después —uno con el PSG de Nasser Al-Khelaifi, otro con el Chelsea de Abramovich— Tuchel sigue sin cambiar la realidad. Más bien parece que la realidad lo ha cambiado a él camino de enfrentar al Real Madrid en la ida de las semifinales de la Champions, esta noche en Valdebebas. Los últimos cuatro partidos del Chelsea se han saldado con 0-1 al Oporto; 1-0 al City; 0-0 con el Brighton; y 0-1 con el West-Ham.

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Desde que se hizo cargo del Chelsea a finales de enero ha convertido al equipo de Londres, hasta entonces inestable y regalón, en la maquinaria más hermética del fútbol inglés: 15 de los 20 partidos que ha dirigido Tuchel han acabado con su portería a cero. A fuerza de hacer de su área un jardín impracticable, es el equipo que menos toques permite al rival más allá de la línea de 16 metros, el que menos tiros recibe entre los tres palos, y el menos goleado en Premier. Desde octavos de final de la Champions suma menos goles recibidos que nadie. Un tanto en contra en cuatro partidos.

“Estamos muy contentos con las estadísticas”, dijo Tuchel. “Son producto de la calidad y el compromiso de los jugadores. La calidad se explica por sí misma; el compromiso consiste en hacer lo necesario para ayudar a tus compañeros, para cubrirlos cuando se enfrentan a un oponente. Ser cien por cien fiable en mi rol. Que los defensas puedan confiar en los centrocampistas, y que los centrocampistas puedan confiar en los delanteros. Esto demanda un esfuerzo físico muy grande que nunca es suficiente sin coraje. Hemos sido muy valientes para defender y presionar arriba sin olvidar que a veces la mejor defensa es tener la pelota, para lo cual necesitamos ser buenos en la posesión y en la presión tras pérdida”.

El esquema no es el soñado 3-1-2-4 de 2016 sino el áspero 5-2-2-1 de 2021, con tres centrales, dos laterales largos y dos pivotes muy atentos a vigilar, perfectamente coordinados cuando no tienen la pelota y naturalmente simples cuando la tienen. El Chelsea de Tuchel es el séptimo equipo de la Premier por número de goles a favor: 18 en las últimas 13 jornadas. La generación de ocasiones claras es el punto menos consistente de un equipo que hace de los desplazamientos largos de sus centrales la primera vía de ataque.

Jorginho y Kanté

No ha tenido tiempo para más el entrenador alemán, contratado de emergencia para reemplazar a Frank Lampard y evitar que el equipo se derrumbara lejos de los puestos de competiciones europeas. Para reconstruirlo actuó con pragmatismo. Ante la inmadurez de Havertz, las lesiones de Ziyech y las dificultades del joven Mount para leer las jugadas con rapidez, Tuchel descubrió que cuanto más tiempo invadiese el campo rival, más problemas tendrían sus futbolistas para manejar los partidos. Cuando comprobó que los más fiables de su plantel eran Kanté y Jorginho, los mediocentros defensivos, y que disponía de centrales muy expertos como Rudiger, Thiago Silva, Azpilicueta y Christensen, optó por la vía direttissima. Se fortificó.

”Si no es posible jugar nuestro partido más bonito tenemos que estar siempre preparados para no permitir que el oponente haga su mejor partido”, reflexionó Tuchel ayer. “Esa también es una de las definiciones de rendimiento: no dejar que los otros rindan”.

Tuchel ha enterrado su discurso idealista. La urgente necesidad de competir al máximo nivel con una plantilla que él no ha podido formar le ha llevado a invertir sus preceptos. “Que nadie espere locuras”, dijo antes de viajar a Madrid. “La estrategia es ser nosotros mismos. Cuanto más escalas la montaña más seguridad debes buscar en las cosas que te hacen sentir cómodo. No hacer más de lo necesario. No pensar más de lo necesario”.

Después del Atalanta y el Liverpool, arquetipos heroicos de defensas adelantadas, en semifinales al Madrid le espera un búnker.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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