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La doble mutación de Guardiola

El técnico da una vuelta de tuerca al Manchester City, líder de la Premier, y redefine el 4-3-3 tras un periodo de experimentación que le llevó a cuestionar sus propios preceptos

Pep Guardiola dirige al City contra el Sheffield.
Pep Guardiola dirige al City contra el Sheffield.Laurence Griffiths / POOL (EFE)
Diego Torres

Guardiola dirigía al Barça cuando en 2011 reconoció que le daba vergüenza exigir algo tan vulgar: “Yo jamás pido a mis jugadores que ganen; ¡les pido que jueguen bien!”.

A lo largo de sus primeros 11 temporadas en los banquillos, el técnico español nunca debió regenerar un equipo desgastado tras un ciclo de éxito. Hasta esta temporada en el Manchester City, nunca superó la barrera de los cuatro años en un mismo cargo ni contrastó su discurso con futbolistas que comenzaban a dar muestras de incredulidad ante la amenaza del fracaso. El 21 de noviembre visitó White Hart Lane y tocó fondo. La derrota ante el Tottenham (2-0) le colocó noveno en la clasificación de la Premier con el peor promedio goleador de todos sus equipos: 1,5 goles por partido. Al salir del campo sus palabras evocaron el denostado tópico: “¡Tenemos que empezar a ganar partidos!”.

Desde entonces, el City sumó 19 partidos sin perder. Los 12 últimos se cuentan por victorias y le convierten en el equipo que mejor juega en Europa. Ha regresado a la cabeza de la Premier después de que Guardiola embarcara a la plantilla en el viaje experimental más raro de su carrera en una secuencia que comenzó con el doble pivote veraniego.

Del doble pivote al nueve tanque. Dicen en el Manchester City que la pertinaz apuesta de Guardiola por un vehículo tan poco adecuado a su filosofía como el doble pivote fue producto de la búsqueda desesperada de soluciones que protegieran al equipo ante la avalancha de contingencias adversas: ausencia de pretemporada, calendario sobrecargado, agotamiento físico y múltiples casos de covid-19. El doble pivote Rodri-Fernandinho expuso una deformidad. El 27 de septiembre los jugadores saltaron a medirse al Leicester convencidos de que lo que hacían era lo opuesto a lo que habían practicado durante cuatro años bajo la prédica del jefe más exquisito del catálogo. El abatimiento fue tal que en el descanso Guardiola intentó convencerlos de que pensaran al revés. “Los jugadores comenzaron a pensar que no estábamos jugando bien”, contó el entrenador. “Y yo les dije que estaban jugando bien pero que tenían que tener paciencia”. Como quiera que la ansiedad aumentó, en el minuto 51 metió a Liam Delap, el típico nueve británico. “Quería poner un jugador de área con gran presencia, buen juego aéreo, y que se quedara ahí con los dos centrales”. El Leicester se impuso por 2-5.

Contra la anticipación. Pep Guardiola alcanzó el nivel de los mejores mediocentros de la historia y no fue por su capacidad de reacción sino porque leyó la jugada antes que nadie. Como entrenador hizo lo mismo: elegir jugadores por su talento para ver las cosas antes de que ocurrieran. Tras la derrota ante el Tottenham del 21 de noviembre, sin embargo, pareció refutarse a sí mismo al reprender a Laporte y Rubén Dias por intentar anticiparse a Son y Kane. “Un defensa no puede moverse antes de que su oponente tome una decisión”, dijo Guardiola. “Cuando quieres anticipar bajo la suposición de que el oponente tomará una decisión, estás en problemas. Los defensas siempre tienen que esperar a ver qué pasa. Son, Mané o Salah, hacen siempre lo mismo: atacan los espacios entre los centrales y los pivotes y los centrales deben defender su zona”. Probablemente, aquella fuera la declaración más extraña que haya hecho el técnico hasta la fecha. Prueba de una fiebre experimental que en las Navidades llegó a su fin.

Recuperación del 4-3-3. Guardiola abandonó el doble pivote según se aproximaba el invierno para retomar su viejo 4-3-3. “No me gustaba mucho cómo estábamos jugando, así que volvimos a lo que hacíamos en temporadas anteriores”, dijo; “con los extremos más abiertos y más altos; volvimos a nuestros principios haciendo que los jugadores se quedasen en su posición esperando que la pelota les llegue. Así la circulación es más rápida y cuando perdemos la posesión estamos mejor colocados para hacer la transición. Nos ha funcionado cuando ganábamos títulos y es lo que mejor se ajusta a las cualidades de la plantilla”.

Joao Cancelo, Lahm por la fuerza. Guardiola liberó a sus interiores del deber de ocupar la misma línea de Rodri en la matriz de la salida del balón. Pero, obsesionado con “evitar contragolpes”, como decía, recuperó la fórmula que popularizó en el Bayern y protegió a su pivote con los laterales. João Cancelo fue designado para reproducir lo que hacía Lahm. Sin tener ni la mitad de la lucidez de su predecesor, contra el Newcastle, el West Brom o el Villa, cuando el City salió jugando Cancelo abandonó la zaga para escoltar al mediocentro; si la jugada se desbordó al último tercio del campo rival, el portugués se sumó a la acción como un interior más y el que subió a proteger a Rodri fue Zinchenko, el lateral zurdo. La maniobra amortiza a Cancelo, que costó 60 millones, al tiempo que levanta una pantalla de seguridad que libera dos volantes en ataque y alimenta a los extremos. Si con el doble pivote en las primeras 12 jornadas de Premier el City encajó un promedio de un gol por partido y metió 1,5, en las últimas ocho jornadas recibió un solo gol y metió una media de 2,3.

Bernardo Silva, rey de los cinco carriles. Guardiola culminó redescubrimiento del 4-3-3 con el desarrollo de cinco calles de ataque posicional en el último tercio del campo. A falta de Kevin de Bruyne, lesionado, nombró a Bernardo Silva como director. “Bernardo es uno de los jugadores más inteligentes que he visto”, señaló. “Sabe jugar en todas las posiciones y también tiene gol”. Inexplicablemente orillado la temporada pasada (15 suplencias en liga), el portugués adquirió más competencias que nadie para moverse en los cinco carriles del ataque partiendo del interior derecha mientras que Gundogan, más liberado de tareas administrativas, se dedicaba a llegar al remate. Con libertad para subir y bajar por su calle, Mahrez ejerció de falso nueve sin ser el más despierto en el desmarque, mientras que Sterling se esforzó por interpretar los saltos de posición del extremo derecha sin ser el más perspicaz de los tácticos, con Foden haciendo lo mismo en la izquierda. Si el modelo tuvo puntos débiles, se disimularon bien. Entre otras cosas, porque con Bernardo Silva de por medio todos los caminos se iluminaron. Incluso para el esforzado Cancelo, más sufrido que Zinchenko en zona de volantes.

Reafirmación del falso nueve. Guardiola pasó de instrumentalizar a Delap como nueve tanque, objetivo de una lluvia de centros, a dejar al Kun Agüero en el banquillo hasta en la Copa Carabao. Como si estuviera convencido de que no hay nada que estorbe más que un delantero, acabó aferrado a los falsos nueves: Mahrez, Ferran Torres o Sterling han jugado desde entonces en el centro del remolino que saca de quicio a las defensas más cerradas de la Premier. “No tenemos un jugador que pueda ganar los partidos por sí mismo; o meter tres goles cada jornada”, advierte el técnico. “Al gol tenemos que llegar en equipo. Nuestros máximos goleadores no están en el top-10”.

Decimotercero en la tabla de artilleros de la liga, Gundogan, un volante, es el máximo anotador del City con siete tantos.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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