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Diego Maradona, el héroe que murió sin abrazos

El astro pasó sus últimos días en un ambiente extraño: una casa alquilada, medicado y sin la familia

Una imagen de Diego Maradona cubre el 26 de noviembre parte del balcón de la Casa Rosada, sede del Gobierno argentino en Buenos Aires.
Una imagen de Diego Maradona cubre el 26 de noviembre parte del balcón de la Casa Rosada, sede del Gobierno argentino en Buenos Aires.Marcos Brindicci (AP)

Es posible que, dentro de algunos años, una serie sobre la vida de Diego Maradona comience con el momento en el que el último personal de salud que lo asistía lo descubrió sin signos vitales. Un primer plano podría mostrar la comida que Monona, la cocinera que lo acompañó en los últimos días, le había preparado la noche anterior, y que Maradona no llegó a probar.

Sobre una mesa de luz, según reconstruyeron los fiscales a cargo del caso, también se encontraron cajas con los medicamentos que el astro tenía recetados, algunos de ellos psicofármacos. Recién llegados a la casa del barrio privado del norte del Gran Buenos Aires que sus colaboradores habían alquilado a inicios de mes, la psiquiatra Agustina Cosachov y el psicólogo Carlos Díaz golpearon la puerta de la habitación del exfutbolista. Eran las 11.30 de la mañana y un par de minutos después comprobarían que, como dijo el filósofo alemán, Dios había muerto.

Los apodos y los apellidos pocos conocidos de la cocinera y los especialistas de salud mental, en una casa que Maradona jamás había pisado hasta hacía dos semanas, sugieren que el hombre más amado del país vivió sus últimos horas en un ambiente extraño, más solitario de lo pensado, definitivamente alejado de la mayoría de sus familiares más directos y amigos más cercanos.

Los otros habitantes de la casa, los últimos que convivieron con Maradona, uno de sus sobrinos (Jonny Herrera), un asistente personal (Maximiliano Pomargo, familiar de su abogado Matías Morla), un encargado de seguridad personal (cuyo nombre no trascendió) y la enfermera del turno de mañana (Gisella), alimentan esa imagen paradójica: miles de argentinos habrían dado lo que no tenían para estar junto al 10.

En la declaración testimonial que brindaron ante la justicia, sus últimos compañeros de vivienda calificaron a Maradona como “un paciente difícil, que no se dejaba tratar”. La justicia, que confirmó una muerte natural mientras el héroe dormía, citará en los próximos días a Leopoldo Luque, el médico que lideró su tratamiento médico en el último año y lo operó de un edema cerebral a comienzos de este mes. Pero el último Maradona, calificado como un “depresivo crónico” por su histórico médico, Alberto Cahe, y que cada vez tenía más dificultades para moverse y hablar, no sólo se negaba a ser atendido por sus médicos: también era poco proclive a recibir a varios de sus familiares más directos, a veces incluso a algunos de sus hijos. El hombre de las multitudes elegía cada vez más su encierro.

Aunque a la vez recibía a Gianinna, una de sus hijas, Diego estaba entristecido desde hacía algunos meses y durante largas jornadas no quería sociabilizar más allá de su grupo reducido. Incluso su ídolo de la infancia, Ricardo Bochini, fue a verlo hace pocos meses a La Plata, antes de un entrenamiento de Gimnasia, el equipo que dirigía Maradona, y no llegó a verlo. La duda que le quedó al crack de Independiente en la década de los setenta y ochenta fue la de muchos: si Diego supo de su visita o si sus allegados no se la informaron.

Al mismo tiempo, el héroe se apagaba mientras algunas de sus parejas e hijos ensayaban una doble pelea: entre sí y contra el llamado entorno, el grupo de colaboradores, liderados por Morla, que el exfutbolista eligió como compañeros de vida para sus últimos años. La última pareja de Maradona, Rocío Oliva, no pudo acceder al velatorio realizado en la Casa Rosada por prohibición de Claudia Villafañe, la esposa de Maradona entre 1989 y comienzos de siglo.

Ya desde hacía un par de años, las dos hijas del único matrimonio legal de Maradona, Dalma y Gianinna, arremetían en redes sociales contra el grupo de compañía que había elegido su padre, ese famoso entorno. “Por el bien de los chupasangre, que no le pase nada”, escribió a comienzos de mes Dalma.

Aunque alejados entre sí, el dolor después de la muerte fue un punto en común. “Te voy a amar y defender toda mi vida porque te agradezco la vida compartida. Estoy destruida pero voy a salir adelante. Te amo papá”, escribió Dalma este viernes en las redes. “El capitán de mi corazón nunca morirá”, agregó Diego Armando Junior, su hijo mayor, fruto de una relación extramatrimonial, reconocido después de muchos años por Maradona, el héroe que murió durmiendo, en silencio, sin los abrazos de siempre .

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