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Solo un día de rosa, el último en el podio del Giro

El británico Geoghegan Hart se lleva la ‘maglia’ de campeón tras imponerse en la contrarreloj final a Hindley

Tao Geoghegan celebra su triunfo en el Giro de Italia ante el Duomo de Milán este domingo.
Tao Geoghegan celebra su triunfo en el Giro de Italia ante el Duomo de Milán este domingo.DPA vía Europa Press (Europa Press)
Jon Rivas

En el Albo d’oro del Giro aparecerá para siempre el nombre de Tao Geoghegan Hart como vencedor de la 103ª edición de la carrera, la más atípica de la historia. Como desde hace décadas figura el de Constante Girardengo, ganador en 1919, o el de Eddy Merckx, que triunfó en la edición de 1973. El italiano y el belga fueron líderes desde la primera etapa hasta la última. El suyo fue un dominio aplastante, casi insultante. En el lado opuesto, el británico de 25 años, que también gana el jersey blanco de los jóvenes, sólo vistió la maglia rosa en Milán, subido al podio con su mascarilla, tras superar a Jai Hindley, que al menos lució la prenda durante 15,7 kilómetros, en la contrarreloj final.

Da igual. El premio es el mismo. Como lo fue para Jean Robic, en el Tour de 1947, o para Jan Janssen, en el de 1968, líderes también solo un día, el último. Gana el que menos tiempo tarda en cubrir el recorrido completo, así son las reglas. El sábado era Hindley el que por el resto de las 48 centésimas de la primera crono figuraba en cabeza. Tras la contrarreloj final, 15,7 kilómetros que parecían intrascendentes cuando se diseñó la carrera, la lógica venció. Ganó el que más opciones tenía, el más dotado para la competición individual entre dos ciclistas que llegaban con las fuerzas parejas. El australiano del Sunweb no pudo despegar al británico en las cuestas de Sestriere y perdió su última oportunidad; el ciclista del Ineos fue implacable en la conclusión.

Al final fueron 39 segundos de diferencia. En la cima del Puy de Dome, en 1964, Anquetil preguntó por la ventaja que Poulidor le había sacado tras una ascensión terrible. “Catorce segundos”, le contestaron. “Estupendo, me sobran 13”, replicó. A Tao Geoghegan Hart le sobraron 38. Cuando la cuenta atrás del cronómetro de la meta indicó que Hindley superaba ya su tiempo, sonrió con la picardía de los pelirrojos con cara de niño, levantó el puño y se fue a abrazar con su pareja, con Fausto Pinarello, el artesano que fabrica sus bicicletas, y con Dave Brailsford, que acompañaba a Filippo Ganna en la silla caliente de los líderes provisionales de la crono, donde esperan el desenlace, que para su equipo resultó espectacular: siete victorias de etapa y el triunfo final en la carrera, todo ello con actores secundarios después de la retirada de Geraint Thomas. Definitivamente, el Ineos está cambiando la piel.

La contrarreloj final no deparó sorpresas. Ninguna. Ganó quien tenía todas las papeletas: el campeón del mundo de la especialidad, Ganna; Kelderman sujetó su puesto en el podio y Pello Bilbao cedió la cuarta plaza al portugués Almeida, 12 segundos más rápido que el vasco. Nada que no entrara en la lógica de una carrera en la que las diferencias entre los cinco primeros han sido exiguas. Sólo Jakob Fuglsang, sexto, se va a los siete minutos. Bilbao acabó a 3m 09s de Hart.

Cuando el vencedor se disponía a subir a la rampa, con su Pinarello negra, se acercó Hindley, vestido de rosa, y le saludó con un choque de puños. Le deseó suerte, una mera fórmula de cortesía entre dos rivales. Voló moviendo un desarrollo inmenso cuando después de escuchar la cuenta atrás se lanzó camino de Milán. El entonces líder parecía más nervioso. Rosa de los pies a la cabeza, montado en una Cervelo roja y blanca, se levantó sobre el sillín cuando quedaban dos segundos para tomar la salida, para impulsarse. Pero aunque parecía ir más ligero que su rival, enseguida empezó a perder segundos. Su esfuerzo no le dio para ganar. Acabó en el puesto 38 de la etapa, el peor entre los nueve primeros de la general, así que en el kilómetro 15, cuando restaban 700 metros, Geoghegan Hart ya levantaba el puño y entraba en el libro de oro del Giro. Sin vestir antes ni un día de rosa, que ni falta le hace.


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